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De las protestas del Rif a Melilla: “Casi no pude ni despedirme de mi familia, tenía que irme”

Moneim, durante una de las protestas de Alhucemas.

Irene Quirante

Melilla —

Moneim llegó a Melilla a finales de mayo, pero su miedo no desapareció al cruzar la frontera. El joven de 20 años cuenta que no le quedó otra opción que huir de Alhucemas. Asegura que la autoridad marroquí le busca por participar y retransmitir en las redes sociales las manifestaciones pacíficas que están teniendo lugar en la zona del Rif, donde la población lleva algo más de ocho meses reclamando derechos básicos como el acceso a la educación, a la sanidad o al mercado laboral. “Lo que queremos es que Alhucemas se desarrolle, que deje de ser un territorio abandonado”, mantiene.

No tenía absolutamente nada que perder, sostiene. El joven ha trabajado como marmolista, pero llevaba meses sin tener un empleo estable. “Esta zona está muerta. No hay empleos para nadie”, lamenta. Moneim tiene cuatro hermanos y todos son más pequeños que él. Este es uno de los motivos por los que se unió a las manifestaciones, para que sus hermanos tuvieran el futuro que no encontró para él en Alhucemas.

El joven emprendió su huida la misma noche en la que supo que estaba siendo buscado por las autoridades, relata. Fue un amigo, funcionario en la comisaría, quien le avisó de que se había convertido en objetivo. “Por favor, vete. Te están buscando”, reproduce Moneim. Él ni se lo pensó. “No podéis imaginar las cosas que hacen a las personas que son detenidas. Además de las torturas, son encarceladas sin que haya si quiera un juicio”, explica.

La liberación de los activistas presos se ha convertido precisamente en una de las reivindicaciones que más está avivando el fuego de las protestas. Según informó hace una semana el ministro de Derechos Humanos de Marruecos, Mustapha Ramid, 176 personas permanecen detenidas de forma preventiva por su vinculación al Movimiento Popular del Rif. De ellas, 123 fueron arrestadas en Alhucemas, 48 en Casablanca y cinco en Nador. Desde el Movimiento sostienen que la cifra de presos supera las 200 personas.

Moneim explica que no podía arriesgarse a quedarse en Alhucemas sabiendo lo que podría ocurrirle. “Los arrestos a manifestantes se ejecutan de forma sorpresiva. A cualquier hora y en cualquier lugar. Da igual que sea niño, adulto, mujer o anciano”, dice.

Mientras cuenta esto, reproduce en su móvil un vídeo en el que se ve cómo varios agentes se acercan a un grupo de hombres que conversan en la calle y se llevan a uno de ellos por la fuerza. Todo ocurre muy rápido ante la estupefacta mirada del resto de rifeños. Los policías meten en cuestión de segundos al hombre en un furgón policial y, como si nada hubiera ocurrido, desaparecen de la escena.

“También irrumpen por la noche en las casas. Tiran las puertas abajo, aunque haya personas mayores o niños en la vivienda”, sostiene el joven.

Rumbo a Melilla

Recuerda la noche de su fuga como si la estuviera viendo a cámara lenta. “Tenía que tomar una decisión. Tenía que irme. Casi no pude ni despedirme de mi familia. Sé que llegué a casa y, sin saber ni cómo, le dije a mis padres que me iba, que me estaba buscando la policía. Me pidieron que tuviera mucho cuidado y me dieron algo de dinero. Abracé a mis padres y mis hermanos lo más fuerte que pude y me marché”, rememora. Luego subió a un coche y huyó lo más deprisa que pudo de Marruecos.

Al llegar a la frontera de Beni Enzar disimuló lo mejor que supo el miedo que sentía para no ser descubierto por los gendarmes antes de pisar suelo español. “El corazón se me iba a salir”, dice. Con una gorra y unas gafas de sol intentó pasar lo más desapercibido posible. Moneim logró sortear el paso marroquí escurriéndose entre las personas que se dedican al contrabando.

Desde entonces permanece en Melilla, aunque su corazón y su mente siguen en Alhucemas. Se mantiene en continuo contacto con sus amigos y familiares a través de 'whatsapp', desde donde comprueba que las personas de su entorno continúan a salvo. “Tengo miedo de que quieran ir a por mi familia”, lamenta. Aunque sintió cierto alivio al llegar a la ciudad autónoma, Moneim sigue temiendo por su vida.

“Me espero cualquier cosa”

Afirma que Melilla se ha convertido en una especie de cárcel para él. “Tengo la sensación de que me puede pasar algo en cualquier momento. El gobierno de Marruecos es como una mafia, tiene gente repartida por todos los lados. Pueden mandar a alguien a Melilla para que me amenace y me obligue a cruzar la frontera. Me espero cualquier cosa”, expone angustiado.

Moneim tiene claro que no puede regresar a Marruecos, pero no sabe qué va a ser de él a partir de ahora. Ha estado sobreviviendo con el dinero que le han mandado algunos amigos, pero después de varias semanas durmiendo en hoteles empiezan a escasear los recursos.

No se fía de pedir asilo en Melilla porque teme que pueda tardar en resolverse la resolución y pasen varios meses hasta que sea desplazado a la Península. Aun así, lo intentó hace varios días en la Jefatura de Policía Nacional, pero le dijeron que tendría que solicitar protección en la oficina que hay en la frontera.

No lo ha vuelto a intentar. Además, contempla con recelo la posibilidad de entrar en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde cree que es fácil que aparezcan los problemas por el elevado número de residentes que hay.

Por ahora, mantiene depositada su esperanza en París. Según cuenta, allí tiene familia dispuesta a acogerle y ayudarle. Sueña con conseguir un trabajo y mandar dinero a su familia para que sus hermanos no tengan que abandonar la escuela. Pero, para eso, todavía tiene que lograr salir de la ciudad autónoma.

El joven se está planteando que el próximo paso sea 'hacer riski'. Es decir, colarse en un barco que le lleve a la Península, donde se sienta a salvo de las autoridades marroquíes. Una vez allí, intentaría pedir asilo de nuevo o continuar con su proceso migratorio hacia la capital francesa.  “Me hubiera gustado ser un joven de 20 años normal, que mis únicas preocupaciones sean ir a la universidad o no llegar tarde al trabajo. Pero nací en Alhucemas, donde ahora mismo no hay futuro para nadie”, declara Moneim.

“Aumento significativo” de llegadas de marroquíes 

Según distintas ONG con presencia en el CETI, alrededor de diez personas han solicitado asilo en Melilla alegando que huyen de las autoridades marroquíes por participar en las protestas de Alhucemas.

“Desde Acnur aseguran a eldiario.es que se ha producido un aumento ”muy significativo“ de personas de origen marroquí que tratan de llegar a tierras españolas lanzándose al mar en pateras. Explica la organización que, sólo en junio, la cifra de llegadas por tierra y mar fue de 2.300 personas de diferentes nacionalidades. De ellas, más de 500 eran marroquíes.

El organismo de las Naciones Unidas señala que el número de personas procedentes de Marruecos se equiparó el pasado mes de junio al de marroquíes que se lanzaron al mar en el periodo comprendido entre enero y mayo de este año, siendo algo superior a 500 personas. Acnur considera que este incremento podría deberse tanto al comienzo de la “temporada alta” de llegadas por mar como a la situación que se está viviendo en el valle del Rif.

Solidaridad en Melilla

La ciudad autónoma de Melilla no permanece completamente ajena a lo que está ocurriendo a apenas unos kilómetros de distancia. La Comunidad Islámica de Melilla Annur ha solicitado permiso a la Delegación de Gobierno para organizar una marcha en solidaridad con el Movimiento Popular del Rif y reclamar así la liberación de “todos los presos políticos en las cárceles del Reino de Marruecos”. De contar con el permiso requerido, se celebraría el día 18 de este mismo mes.

Por otro lado, el principal partido de la oposición de la ciudad, Coalición por Melilla (CPM), anunció en junio en rueda de prensa que estaba dispuesto a concentrarse y a organizar movilizaciones solidarias para apoyar al pueblo de Alhucemas. El presidente del partido, Mustafa Aberchán, subrayó entonces que “es importante que el pueblo de Melilla no mire hacia otro lado”.

Al parecer del dirigente de CPM, tanto el Gobierno de Melilla como el de España tienen el deber de respaldar a los manifestantes rifeños. No sólo por la vecindad “que nos compromete”, también para saldar el daño que ocasionó España durante el reinado de Alfonso XIII en las regiones del norte de Marruecos al usar productos químicos contra la población civil.

“Tenemos que reconocer ese daño moral que hicimos y, en su justa medida, apoyar esta causa solidaria para reivindicar acciones políticas que repercutan en el bienestar del pueblo de Alhucemas y de la zona del norte”, asevera el cepemista.

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