Mirno Pasquali ha trabajado como responsable de Asuntos Humanitarios de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Tanzania, donde ha podido observar cómo los refugiados de Burundi luchan cada día por sobrevivir con lo poco que lograron llevarse de sus casas
“Cuando llegan a Tanzania, muchos de ellos hambrientos y con síntomas de haber sufrido violaciones y palizas, se ven obligados a permanecer durante meses en un campo de refugiados hacinados y en unas condiciones sanitarias lamentables”, recuerda MSF
Expulsados por un conflicto cocinado a fuego lento y en silencio, y con el recuerdo aún vivo de la violencia étnica que estalló hace pocos años en Burundi, escapan hasta Tanzania buscando un refugio. Llegan hambrientos, con signos de violaciones y palizas, buscando un lugar donde poder vivir y algo de agua para beber. Mirno Pasquali/MSF.
Expulsados por un conflicto cocinado a fuego lento y en silencio, y con el recuerdo aún vivo de la violencia étnica que estalló hace pocos años en Burundi, escapan hasta Tanzania buscando un refugio. Llegan hambrientos, con signos de violaciones y palizas, buscando un lugar donde poder vivir y algo de agua para beber. Mirno Pasquali/MSF.
Comencé trabajando en Nyarugusu, una “ciudad” de refugiados que acoge a una población de 60.000 congoleños. En menos de un año, con la llegada de 80.000 burundeses, la población del campo se ha visto incrementada en un 133%. Mi trabajo consistía en hacerme cargo de la parte logística del proyecto y de la mejora de los sistemas de agua, saneamiento e higiene, pero en los últimos meses también pasé a ocuparme de otra tarea mucho menos tangible y más difícil de explicar con una sola frase: tratar de entender cuáles son las dinámicas del campo y ser el responsable de lo que en MSF llamamos los “asuntos humanitarios”. Esto viene a ser, en resumidas cuentas, la persona que tiene que entender qué es lo que está pasando, por qué está pasando y cuáles son las relaciones que se establecen entre unos y otros. Luego me toca manejar toda esta información con suma cautela y representar de la mejor manera posible a nuestra organización en el terreno. Mirno Pasquali/MSF.
Comencé trabajando en Nyarugusu, una “ciudad” de refugiados que acoge a una población de 60.000 congoleños. En menos de un año, con la llegada de 80.000 burundeses, la población del campo se ha visto incrementada en un 133%. Mi trabajo consistía en hacerme cargo de la parte logística del proyecto y de la mejora de los sistemas de agua, saneamiento e higiene, pero en los últimos meses también pasé a ocuparme de otra tarea mucho menos tangible y más difícil de explicar con una sola frase: tratar de entender cuáles son las dinámicas del campo y ser el responsable de lo que en MSF llamamos los “asuntos humanitarios”. Esto viene a ser, en resumidas cuentas, la persona que tiene que entender qué es lo que está pasando, por qué está pasando y cuáles son las relaciones que se establecen entre unos y otros. Luego me toca manejar toda esta información con suma cautela y representar de la mejor manera posible a nuestra organización en el terreno. Mirno Pasquali/MSF.
“A pesar de las recomendaciones de las autoridades, que ya les habían advertido de que no era seguro instalarse en esos lugares, miles de personas cogieron un sitio en la planicie aluvial, donde se acumula el agua cada vez que llueve. Cuando comenzó la temporada de lluvias, los refugios se inundaron y las letrinas se desbordaron. El viento también hizo de las suyas y se llevó por delante el techo de varios refugios”. Mirno Pasquali/MSF.
“A pesar de las recomendaciones de las autoridades, que ya les habían advertido de que no era seguro instalarse en esos lugares, miles de personas cogieron un sitio en la planicie aluvial, donde se acumula el agua cada vez que llueve. Cuando comenzó la temporada de lluvias, los refugios se inundaron y las letrinas se desbordaron. El viento también hizo de las suyas y se llevó por delante el techo de varios refugios”. Mirno Pasquali/MSF.
En este precario refugio de Nyarugusu viven más de 200 personas y algunas de ellas llevan allí desde hace más de cinco meses. Para hacerse una idea de lo que esto supone, basta con decir que los estándares humanitarios determinan que más de 90 personas no pueden vivir en el mismo espacio durante más de cinco días. Mirno Pasquali/MSF.
En este precario refugio de Nyarugusu viven más de 200 personas y algunas de ellas llevan allí desde hace más de cinco meses. Para hacerse una idea de lo que esto supone, basta con decir que los estándares humanitarios determinan que más de 90 personas no pueden vivir en el mismo espacio durante más de cinco días. Mirno Pasquali/MSF.
Numerosos residentes cuelgan piedras o trozos de madera de los techos de los refugios para que aguanten el viento de las tormentas. Sin embargo, estas soluciones no han resuelto todos sus problemas. En algunas zonas del campo, el agua no alcanza las dosis básicas. Conseguir leña para cocinar se ha vuelto una lucha constante, ya que es ilegal recogerla y el reparto no llega hasta todo el mundo. Mirno Pasquali/MSF.
Numerosos residentes cuelgan piedras o trozos de madera de los techos de los refugios para que aguanten el viento de las tormentas. Sin embargo, estas soluciones no han resuelto todos sus problemas. En algunas zonas del campo, el agua no alcanza las dosis básicas. Conseguir leña para cocinar se ha vuelto una lucha constante, ya que es ilegal recogerla y el reparto no llega hasta todo el mundo. Mirno Pasquali/MSF.
Tras las inundaciones, muchos se trasladaron a tiendas de campaña y refugios construidos a partir de láminas de plástico. Estos refugios eran y siguen siendo de carácter temporal. Se están llevando a cabo planes para la recolocación y construcción de refugios, pero la comunidad de refugiados no quiere ni puede esperar hasta que estén terminados. Cargados con hachas y azadas, convirtieron las laderas boscosas en campos de maíz y crearon nuevos caminos que llegan hasta los nuevos barrios. Mirno Pasquali/MSF.
Tras las inundaciones, muchos se trasladaron a tiendas de campaña y refugios construidos a partir de láminas de plástico. Estos refugios eran y siguen siendo de carácter temporal. Se están llevando a cabo planes para la recolocación y construcción de refugios, pero la comunidad de refugiados no quiere ni puede esperar hasta que estén terminados. Cargados con hachas y azadas, convirtieron las laderas boscosas en campos de maíz y crearon nuevos caminos que llegan hasta los nuevos barrios. Mirno Pasquali/MSF.
Una mujer burundesa espera desde muy temprano sentada al punto de distribución de agua de MSF. Mientras los burundeses tratan de ir construyendo sus vidas fuera de su país, nuevos avances llegan cada poco tiempo a la improvisada ciudad: un día cualquiera, unos altavoces aparecieron de la nada, llenando el campamento de una música congoleña muy adictiva. Poco a poco, los sastres instalaron las máquinas de coser que traían desde la frontera y comenzaron a hacer ropa de nuevo. Incluso los niños comenzaron desde muy pronto a mostrar su astucia: tallaron bicicletas de madera y ataron cuerdas alrededor de bolsas de plástico para crear balones de fútbol. Mirno Pasquali/MSF.
Una mujer burundesa espera desde muy temprano sentada al punto de distribución de agua de MSF. Mientras los burundeses tratan de ir construyendo sus vidas fuera de su país, nuevos avances llegan cada poco tiempo a la improvisada ciudad: un día cualquiera, unos altavoces aparecieron de la nada, llenando el campamento de una música congoleña muy adictiva. Poco a poco, los sastres instalaron las máquinas de coser que traían desde la frontera y comenzaron a hacer ropa de nuevo. Incluso los niños comenzaron desde muy pronto a mostrar su astucia: tallaron bicicletas de madera y ataron cuerdas alrededor de bolsas de plástico para crear balones de fútbol. Mirno Pasquali/MSF.
Cuando alguno de mis nuevos amigos me hacía una pregunta a la que no podía responder, a veces me sorprendía a mí mismo mirando al suelo y sin apenas capacidad de reacción. “¿Nos mudaremos de este lugar antes de la inundación de los ríos?” o “¿puede mi esposa vivir conmigo?” e, incluso a veces, “¿Tengo que decirle a ACNUR que voy a volver a Burundi o me voy así sin avisarles?”. La delegación de responsabilidades ha hecho que estas simples preguntas se hayan convertido en un acertijo imposible de procedimientos, protocolos y responsabilidades. Mirno Pasquali/MSF.
Cuando alguno de mis nuevos amigos me hacía una pregunta a la que no podía responder, a veces me sorprendía a mí mismo mirando al suelo y sin apenas capacidad de reacción. “¿Nos mudaremos de este lugar antes de la inundación de los ríos?” o “¿puede mi esposa vivir conmigo?” e, incluso a veces, “¿Tengo que decirle a ACNUR que voy a volver a Burundi o me voy así sin avisarles?”. La delegación de responsabilidades ha hecho que estas simples preguntas se hayan convertido en un acertijo imposible de procedimientos, protocolos y responsabilidades. Mirno Pasquali/MSF.
Tras meses viviendo en condiciones caóticas, los refugiados de Burundi en el campamento de Nyarugusu cultivan cualquier espacio de tierra disponible. Durante mi estancia he aprendido que son gente de costumbres, incluso en situaciones extremas. A pesar de todo, ellos continúan bailando, discutiendo, rezando, bromeando, riendo y quejándose. Siempre luchando. A pesar de que el contexto no cambie, o incluso empeore, de lo que sí estoy seguro es de que ellos continuarán siempre tratando de salir adelante. Aquí nadie se rinde. Mirno Pasquali/MSF.