Las aparadoras del calzado piden una vida digna en Bruselas: “Éramos niñas cuando empezamos a trabajar hace 50 años”
Medio siglo trabajando 12 horas diarias, sin jubilación ni derechos sociales. Es la vida de unas 17.000 aparadoras en Elche, mujeres que trabajan en su casa o en talleres haciendo calzados para grandes marcas españolas. Y este martes han venido a Bruselas invitadas por el eurodiputado de Anticapitalistas, Miguel Urbán, para reunirse con la Comisión Europea y miembros del Parlamento Europeo y trasladarles su lucha por una pensión y un trabajo digno.
“Éramos niñas cuando empezamos a trabajar hace más de 50 años. Teníamos 12, 14 años cuando empezamos en las fábricas. Y hoy, cuando han pasado cinco décadas, seguimos en las mismas, en la misma situación de trabajo precario, sin cotizar y en una industria sumergida”, explica Isabel Matute, portavoz de la Asociación de Aparadoras de Elche: “Y es ahora cuando tenemos que jubilarnos dentro de poco, pero no se puede porque no hay derecho a una pensión porque no han hecho los contratos que exige la normativa, nuestro convenio, ya sea en trabajo domiciliario como en los talleres donde ha sido externalizada la producción”.
En un sector que se ha nutrido de la economía sumergida y que en 2017 facturó 2.200 millones solo en la Comunidad Valenciana, afirma la asociación.
Estamos condenadas a la exclusión social“, se lamenta Matute: ”Nada se cumple, sobre el papel están muy bien los convenios, están muy bien las leyes, pero de nada nos sirve si luego no se aplican, ya sea de un signo político o de otro. El caso es que los distintos gobiernos que hemos tenido hasta este momento no han hecho absolutamente nada, y nosotras estamos en una absoluta indefensión, en la exclusión social, que es a lo que nos están condenando a todas las mujeres de este sector“.
Matute explica que desde su asociación “se están haciendo continuamente denuncias, y hay sentencias con empresarios condenados con penas de cárcel, porque es un delito, es un crimen contra los derechos del trabajador. Pero, a pesar de todo lo que está ocurriendo, no hay manera de romper el sistema establecido de industria sumergida, seguramente por la cantidad de millones de euros que se mueven. La Inspección de Trabajo va a los talleres, se cierran y a la semana siguiente se vuelven a abrir con un nombre distinto. Y como los propietarios son insolventes, por muy grande que sea la multa, no la van a pagar ni les va a pasar absolutamente nada. Vuelven a abrir el taller y ya está. Eso es lo que ocurre continuamente”.
“Es el mismo modelo, para entendernos, que se utiliza en el sudeste asiático cuando hay externalización de la producción”, añade Urbán: “No es directamente la gran marca la que contrata, y ese es el elemento clave. A estas personas, a las trabajadoras del calzado, las aparadoras, las contratan subcontratas. Son esas grandes marcas que no se ven ni afectadas por la mancha del trabajo no decente para sacar nuestras zapatillas, sino que incluso cuando vulneran de una forma sistemática la legislación laboral, tanto europea como española, al final tienen testaferros, que son los que se ocupan de no pagar ni siquiera ese tipo de multas”.
“Nosotras recogimos 50.000 firmas en un tiempo récord por el reconocimientos de los años trabajados de las aparadoras y trabajadoras del calzado”, recuerda Matute, “se lo llevamos a la ministra de Trabajo, que nos dijo que no era su competencia. Así que se las llevamos a Inclusión y Seguridad Social, y al día de hoy, que ha pasado casi un año, el señor [José Luis] Escrivá no se ha molestado en contestarnos”.
Urbán ha explicado que la Comisión Europea ha trasmitido que “la única forma de intentar, entre comillas, que la Comisión investigara era que se presentara una denuncia a la Comisión, que tiene que ser un organismo, en este caso la asociación que ellas mismas han constituido. Luego está la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, donde se está pidiendo, después de que se produzca la comparecencia, que haya una misión con recomendaciones al Gobierno de España para que ataje este problema”.
“Nosotras empezamos a trabajar con 14 años tenemos”, añade Matute: “40, 50 años trabajando y podemos tener cotizado pues tres años, seis años en mi caso. Y hay incluso compañeras que no tienen ni un solo día cotizado y llevan toda la vida. Y, es más, son mujeres separadas que solamente tienen lo que ganan. Deberían de estar jubiladas, pero siguen trabajando sin apenas poder, con todas las enfermedades de nuestra profesión y ahí están que no se pueden ni jubilar. Y por eso estamos tan enfermas, porque son jornadas maratonianas que pueden durar de diez a 11 a 11, 12 horas diarias. Todo eso diario, incluso sábados y domingos, depende de la necesidad que haya de sacar ese pedido”.
¿Hay casos de compañeras que han denunciado y ha habido consecuencias contra ellas? “Efectivamente”, dice Matute: “Nada salir a la luz pública, perdí mi trabajo. Y hay muchas compañeras, al igual que yo, que han perdido su trabajo. De hecho, sabíamos que iba a ocurrir, pero ya estaba bien de soportar esta situación y que todo el mundo hablase del feminismo cuando hay este problema contra la mujer tan grave”.
Matute relata las enfermedades que sufren: “Son innumerables: problemas de cervicales, problemas de espalda, problemas de circulación, del túnel carpiano, pinzamientos de nervios. Tenemos operaciones del hombro, problemas de rodillas, problemas de cadera, psicológicos por el maltrato al que estamos sometidas y por la situación tan incierta que vivimos continuamente”.
Una compañera, Soledad Cano, apunta: “Yo llevo desde los 13 años trabajando, llevo 51 años trabajando y no llega a ocho años lo que tengo cotizado con 64 años, y no voy a tener pensión de ninguna clase. Y las enfermedades que tenemos nunca las reconocen, porque vas al médico y dice el médico: 'Señora, lo damos de baja. ¿Y en qué trabaja?' Y no le puedes contestar: 'No trabajo en ninguna empresa. tengo en casa una máquina y trabajo 12 horas al día durante 365 días al año. Todo el mundo sabe que trabajamos en nuestras casas, que trabajamos para marcas muy importantes”.
“Yo misma he perdido el 36% de la visión periférica del ojo izquierdo”, señala Francisca Matute, “pero es por un problema de trombosis, porque son tantas las horas las que estamos sentadas en la máquina que tenemos graves problemas de hinchazón de piernas y de circulación”.
¿Y a cuánto se paga la hora? “Sale a 3€ si tienes muchísima suerte”; afirma Isabel Matute: “El último trabajo que yo hice me salía a 1,50 la hora. Ofrecen por debajo de lo que corresponde a lo que estimula la ley, con lo que no te queda más remedio que trabajar esas diez, 11 o 12 horas para llegar a lo que lo que es el salario mínimo por convenio”.
Encarnación López explica: “Soy aparadora desde que tengo 13 años, más el aprendizaje que tuve antes. A los 13 años me compraron la máquina y empecé en mi casa. Tengo nueve años cotizados, que creo que no llega, y tengo 64 años. Y aparte de eso tengo una hernia discal tengo las cervicales mal, las vértebras que se están secando, se me están montando, la rodilla fastidiada y las caderas descalificándose”.
“Estamos acostumbradas, para que vamos a decir otra cosa, que todo el mundo hable hipócritamente de lo que le importan los derechos de las personas. Y ante eso nosotras hemos dicho que vamos a luchar para que se os caiga la cara de vergüenza porque sois unos hipócritas, porque está diciendo una cosa y luego no las cumplen. Eso solo nos pasa a nosotras porque somos mujeres”.
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