Los huelguistas del piquete que visitó Biden: “Sudamos para construir coches y no nos podemos permitir comprarlos”
La primera línea de los piquetes en Detroit ha contado este martes con un invitado inaudito: el mismísimo presidente de EEUU y candidato a la presidencia, Joe Biden, que se autodefine como el presidente más prosindicalista de la historia. Nunca antes el máximo mandatario del país se había unido a una huelga. De hecho, aunque en las huelgas se presupone al presidente un papel neutral, de árbitro entre empresas y trabajadores, hasta ahora todos los mandatarios se habían puesto del lado corporativo. Por ejemplo, en 1981, Ronald Reagan despidió a más de 11.000 controladores aéreos en huelga.
Biden, que llevaba una gorra del sindicato, se ha llevado a la boca un megáfono rojo, el color que representa a los huelguistas, y les ha ofrecido todo su apoyo en un tono familiar en sus discursos. “Wall Street no construyó al país, lo hizo la clase media, y los sindicatos crearon a la clase media, ¡es un hecho!”, ha vociferado, “os merecéis lo que os habéis ganado, y os habéis ganado mucho más de lo que os pagan ahora”.
Junto a Shawn Fain, el presidente del sindicato al mando de las negociaciones (UAW), ha reconocido las concesiones de los trabajadores durante la crisis: “salvasteis a la industria del automóvil en 2008. Hicisteis un montón de sacrificios, renunciasteis a beneficios cuando a las empresas les iba mal. Ahora les va increíblemente bien. Y adivinad qué: a vosotros también debería iros increíblemente bien”.
La visita del presidente, que tan solo ha durado 15 minutos, debe entenderse en el contexto de las elecciones presidenciales que se celebrarán en noviembre del 2024. El cinturón del óxido (Rust Belt), que incluye zonas industriales de varios estados del noreste estadounidense (partes de Wisconsin, Illinois, Indiana, Michigan, Ohio y Pennsilvania), que a partir de los años 1950 experimentaron un declive de la manufactura.
Los demócratas, que habían tenido históricamente una clara mayoría en estos estados, perdieron su control en las presidenciales de 2016, cuando Donald Trump ganó en Pensilvania, Wisconsin y Michigan, que se consolidaron como estados clave a nivel electoral (swing states). En 2020, Biden logró recuperar dichas mayorías, aunque con un margen mucho más ajustado que el anterior presidente demócrata, Barack Obama.
No es de extrañar que la próxima visita de alto nivel que recibirán los huelguistas en Detroit sea la de Trump, que este miércoles dará un discurso en la misma ciudad, la más grande del estado de Michigan. Trump busca canalizar la frustración de muchos trabajadores que temen perder su empleo por la transición al coche eléctrico, que es la clara apuesta de la administración de Biden. “Recordad que (Biden) quiere quitaros vuestros puestos de trabajo y dárselos a China”, publicó Trump en Truth Social, su red social: “¡mantendré vuestros empleos y os haré ricos!”.
Lance Bryan, de 55 años, lleva más de media vida trabajando en esta planta de ensamblaje de Ford a las afueras de Detroit. Nada menos que tres décadas ligado a la instalación, que considera tan suya como del jefe de planta, del CEO de la empresa o de sus compañeros más jóvenes, que empiezan con contratos temporales y precarios. Cuando entró, al final de la etapa más boyante del sector, gozaba de unas condiciones dignas de la etiqueta de clase media. Con el paso de los años, sin embargo, ha vivido la caída progresiva de su poder adquisitivo, especialmente desde el 2008, cuando la Gran Recesión dejó a la automoción en una situación crítica.
Lance –como los otros 150.000 compañeros de Ford, General Motors y Stellantis sindicados en United Auto Workers (UAW)– arrimó entonces el hombro y renunció a una parte de sus beneficios en pro de la viabilidad de la empresa. El sector goza ahora de mejor salud y ha reportado beneficios récord en los últimos años, pero las condiciones de sus trabajadores siguen siendo las mismas. Mientras tanto, los directivos del Big Three de Detroit, las tres principales empresas de la industria automotriz en el país, se han subido el sueldo hasta un 40%.
“Merecemos algo mejor. Hace 15 años, hicimos demasiadas concesiones para salvar a la empresa. Y desde entonces se ha enriquecido a nuestra costa”, lamenta, mientras gira la mirada hacia sus compañeros, que llevan desde el pasado viernes en huelga frente a la planta de montaje. “Ahora tan solo pedimos que nos den lo que nos pertenece”.
El sindicato renunció durante la crisis del 2008 a los ajustes por contrato del salario al costo de la vida, entre otros sacrificios. Pero la inflación ha hecho estragos en el país y se ha disparado en los dos últimos años, dejando desprotegidos a los trabajadores ante el aumento de precios. En esas negociaciones, la UAW también aceptó el fin de los planes de pensiones vitalicios y la atención médica a jubilados para los trabajadores contratados a partir de esa fecha.
El sindicato pide ahora un reparto más justo del pastel. Y eso se materializa, entre otras demandas, con un aumento del 36% del sueldo en los próximos cuatro años, un incremento similar al que han gozado los altos ejecutivos en la última década.
Además, la UAW reclama una equiparación salarial de los trabajadores temporales, que cada vez son más y peor pagados. Mientras el nivel más alto de la escala salarial en una planta de ensamblaje son 32,32 dólares la hora, los trabajadores temporales comienzan en 17, casi la mitad.
También piden que se reduzca la jornada laboral a cuatro días, 32 horas a la semana. Aunque lo establecido por convenio son 40 horas, a la práctica los miembros del sindicato “están trabajando 60, 70, incluso 80 horas sólo para llegar a fin de mes”, asegura el presidente de UAW, Shawn Fain: “Eso no es ganarse la vida. Eso es apenas sobrevivir, y ha llegado la hora de pararlo”.
Sin embargo, Ford, GM y Stellantis alegan que no pueden cumplir con las demandas de los trabajadores porque significaría su ruina. Y añaden que necesitan reinvertir los beneficios en la costosa transición al coche eléctrico. De momento, han accedido a un aumento del 20%, del 28% y del 17,5%, respectivamente, del salario de los trabajadores en los próximos cuatro años.
Pero esto sigue siendo la mitad de lo que reclama el sindicato, que asegura que las automovilísticas se pueden permitir un reparto más grande del pastel, después de años de beneficios récord. Tan solo en la primera mitad de este año, Ford ha generado 3.700 millones de dólares, GM 5.000 millones y Stellantis 11.900 millones.
“Hasta que consigamos un acuerdo justo”
“Aquí nos quedaremos hasta que consigamos un acuerdo justo. Estamos preparados para lo que sea: hace seis meses que sabemos que iba a llegar este día. Desde entonces, he estado ahorrando dinero, previendo que estaría un tiempo sin trabajar, y me he preparado para este momento”, explica Lance, que lleva desde primera hora de la mañana, a pesar de la lluvia, cumpliendo con su turno en el piquete: “El sindicato tan solo nos pide que estemos aquí seis horas, pero ya ves, aquí todo el mundo se queda mucho más tiempo”.
Desde el mismo día que comenzaron los piquetes, el pasado 15 de septiembre, la huelga del sector de la automoción está haciendo historia. Es la primera vez que los trabajadores de los tres principales fabricantes de automóviles de EEUU abandonan sus puestos de manera simultánea para reclamar unas condiciones salariales dignas. También es inédita la estrategia que está siguiendo el sindicato: la huelga comenzó en tres plantas estratégicas y se irá ampliando en función de cómo avancen las negociaciones.
Así, el pasado 15 de septiembre pararon su actividad los trabajadores de GM en Wentzville (Misuri), que fabrica el GMC Canyon y el Colorado; el complejo de Stellantis en Toledo (Ohio), que fabrica el Jeep Gladiator y el Wrangler; y la planta de montaje de Ford en Wayne (Michigan), donde se fabrican el Bronco y el Ranger. Una semana después, al no lograr avances en las negociaciones, el sindicato anunció una ampliación de la huelga a 38 centros en 20 estados del país. Sin embargo, esta nueva fase de la huelga únicamente afecta a GM y Stellantis, y no a Ford, que ha tenido una actitud más conciliadora durante la negociación.
“Nuestro sindicato va a negociar un convenio justo y bueno para los próximos cuatro años”, confía Patrick Smiley, que a sus 56 años lleva 35 trabajando en la misma planta en Detroit. “Solo si nos apoyamos entre nosotros, lo lograremos. Estamos todos unidos y en pie”, celebra, haciendo alusión al lema de la huelga, Levántate (Stand Up). Además de organizarse con turnos para los piquetes, de preparar comida, una hoguera y una pérgola para la lluvia, el sindicato cuenta con una caja de resistencia de 845 millones de dólares, que será utilizada para compensar con 500 dólares al mes a los trabajadores mientras dure la huelga.
División por el apoyo de los políticos
Aunque el presidente del sindicato se ha puesto del lado de Biden (fue él quien lo invitó a unirse al piquete) y ha criticado la visita de Trump, los huelguistas cuentan con opiniones muy dispares acerca de ambos líderes. “Todo es político, es un circo. Biden solo trata de ganarse la confianza de la UAW”, considera Jason, de 43 años, que lleva 24 en la planta y ahora se encarga de conducir la carretilla elevadora. “¿Dónde estaba antes de que todo esto empezara?”, se pregunta, “ él mismo es quien quiere que las empresas produzcan vehículos eléctricos y eso significa que perderemos el trabajo”.
Jason, que votó a Trump en las últimas elecciones, tampoco ve en el republicano una intención positiva: “lo apoyo, pero creo que cualquier político que venga aquí tan solo lo hace por los votos”. Patrick, presente en el mismo piquete, opina lo opuesto: “es maravilloso ver como el presidente de EEUU nos apoya, y también Trump; todo el que venga a apoyarnos será positivo para nosotros”.
Lance, en cambio, es más escéptico: “como demócrata, Biden siempre ha tenido un discurso en apoyo a los sindicatos. Y ahora que estamos en campaña electoral viene con la idea de dar esa imagen. Como si fuera a hacer algo por nosotros, cuando en realidad sabemos que no lo hará”. Y concluye: “Los republicanos nunca han estado del lado de los sindicatos. Y Trump no es la excepción: está más preocupado por la economía y las elecciones que por la huelga. ¡Está aquí por el circo mediático!”.
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