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Europa rebaja el uso de los biocombustibles, pero no contenta a ecologistas ni ONG

El Parlamento Europeo rebaja el uso de los biocarburantes. EFE

Ana Requena Aguilar

Madrid —

Los cultivos de soja, palma, maíz o caña de azúcar sirven desde hace años para algo más que para producir alimentos. De ellos salen también los biocarburantes, combustibles de origen biológico cuyo uso acaba de limitar tímidamente el Parlamento Europeo: en 2020, solo el 6% de la energía usada en el transporte podrá proceder de los biocarburantes. Organizaciones de todo el mundo acusan a estos combustibles de estar detrás de las subidas de los precios de los alimentos y del aumento del acaparamiento de tierras, especialmente en los países subdesarrollados.

Hasta ahora, esa cuota era más elevada: hasta el 10% de la energía consumida por el transporte en Europa debía proceder de los biocarburantes. Sin embargo, la Comisión Europea había propuesto rebajar ese límite hasta el 5%, algo que finalmente no ha sucedido.

Para las organizaciones ecologistas y de agricultores, el límite marcado por Europa es insuficiente: “Nuestra propuesta es que el nivel de biocarburos sea lo más bajo posible, en este caso al menos del 5% que había propuesto la Comisión”, dice Abel Esteban, miembro de Ecologistas en Acción que ha participado en las negociaciones llevadas a cabo en Bruselas. Estas organizaciones aseguran que la presión de la industria del sector, que considera que no hay base para relacionar biocombustibles y precios de los alimentos, ha sido decisiva para que el límite no bajara más.

Objetivos incumplidos

Un estudio del Instituto Internacional de Desarrollo Sotenible concluía que ninguno de los tres objetivos por los que la Unión Europea decidió impulsar el consumo de agrocombustibles se están cumpliendo: ni se logra una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero, ni hay mayores oportunidades de empleo ni mayor grado de desarrollo en el mundo rural. El informe cifra cerca de 1.200 millones de euros anuales las ayudas que ha recibido la industria española de los agrocombustibles.

“El beneficio en la economía rural española es casi inexistente si se tiene en cuenta que ese biodiesel se fabricó en más de un 95% a partir de materias primas importadas: soja argentina y palma de Indonesia. Además ambos casos presentan unas emisiones indirectas de gases de efecto invernadero (GEI) que anulan cualquier hipotético ahorro de emisiones atribuido a los agrocombustibles. De hecho, el estudio estima que, lejos de reducir las emisiones GEI, al considerar las emisiones generadas por los cambios indirectos de uso del suelo, los agrocombustibles consumidos en el Estado español supusieron un incremento de 6,5 millones de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera en 2011”, según el informe.

“Es innegable que hay mayor competencia por los mismos productos, por los cereales y por algunos aceites vegetales, y que eso genera una presión al alza de los precios. Por otro lado, la industria empuja a que cada vez más tierras se dediquen a cultivos como la palma, ocasionano una deforestación importante en algunos países”, argumenta Esteban.

Las organizaciones ecologistas arguyen también que el supuesto beneficio sobre la reducción en los gases de efecto invernadero no es tal, ya que, por el camino, se pierden miles de hectáreas de bosques que pasan a funcionar como tierra de cultivo con el objetivo de abastecer a la industria de los biocombustibles.

Efecto sobre los precios

Un estudio del Joint Research Centre sobre las implicaciones de la demanda de aceite de palma y soja concluía que cuanto más se limitara el apoyo a los biocarburantes, mayor sería la reducción de los precios de algunos alimentos. El informe aseguraba que, sin apoyos públicos, el precio de los aceites vegetales podría descender un 50% en 2020 respecto a los precios actuales.

Otro informe, en este caso de Intermón Oxfam, aseguraba que si la superficie utilizada en 2008 para producir biocombustibles destinados a la Unión Europea se hubiera dedicado al cultivo de trigo y maíz, las cosechas resultantes podrían haber alimentado a 127 millones de personas durante todo ese año. “Es absolutamente inaceptable que estemos utilizando comida para alimentar los depósitos de nuestros vehículos mientras las familias que viven en la pobreza pasan hambre, y millones de personas son expulsados de sus tierras”, concluía.

El mismo Banco Mundial admitió en un informe interno que los biocombustibles eran responsables del 75% de la subida del precios de los alimentos desde 2002 a 2008

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