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Expertos contra los paneles con solo hombres: “Es un compromiso de mínimos”, pero “teníamos que hacer algo”

Cabecera de la manifestación del 8M en Madrid.

Ana Requena Aguilar

Es 2018 pero sigue sucediendo: mesas redondas, jornadas, seminarios, paneles donde todos los ponentes son hombres. En plena ola feminista, un grupo de más de 50 expertos –la mayoría, economistas– ha decidido dar un paso adelante y plantarse contra los eventos sin presencia de mujeres. El grupo ha firmado el manifiesto 'No sin mujeres', un compromiso público para no participar en ningún evento académico donde no haya al menos una mujer en calidad de experta. Si el miércoles comenzaron con 56 firmantes, terminaron el día con más de 230 solicitudes para incorporarse a ese compromiso.

“Esto es del 8M”, reconoce el economista Daniel Fuentes Castro, uno de los impulsores de la iniciativa. “Vimos claro que aquí está pasando algo, esto no es una moda, y empezamos a darle vueltas a esto”. 'Esto' es terminar con los eventos totalmente masculinizados, lo que en inglés se ha llamado 'all male panel'. En medio de ese proceso, otro suceso les hizo verlo claro: “Los mismos que debatíamos sobre esto nos vimos en unas jornadas donde solo había hombres. Está claro que si no hacemos algo explícito por cambiar esta inercia, esto no va a cambiar. Si nos quejamos y luego somos nosotros los que llamamos a los colegas para nuestras jornadas seguimos haciendo lo mismo”, reconoce Fuentes Castro.

Además de economistas, politólogos, sociólogos y, en general, expertos de las ciencias sociales están llamados a sumarse a este manifiesto. Es el caso del sociólogo Jorge Galindo, que reconoce haber recibido “a menudo” invitaciones para paneles donde solo había hombres, aunque “cada vez menos”. “Este año me invitaron a uno donde todos éramos hombres y no fui. El cartel cambió y sí que incorporaron a una mujer. La cuestión la tengo clara desde que vi que las mujeres, desde la academia pero también fuera, empezaban a hablar de esto como un problema, hace como cuatro o cinco años. Es evidente que efectivamente lo es y había que tomar decisiones al respecto, tanto desde la organización como desde quienes somos mayoría”, explica.

Para el economista Juan Torres, esta iniciativa permite pasar de lo individual a lo colectivo, de hombres concretos que en espacios concretos reivindican la presencia de mujeres, a una presión grupal que permita cambiar las cosas más eficazmente. “He tratado de llevar esto a la práctica, aunque no siempre está en tu mano que cambie. Hace poco me pasó en una mesa redonda y cuando lo dije ya no se podía hacer nada. Esta iniciativa facilita una situación que es hasta violenta, porque parece que cuando planteas algo así es que es algo tuyo o que no se entiende”, asegura. Se trata, dice, de “normalizar” un planteamiento.

“Hemos pasado una especie de rubicón, hay un imperativo ético, moral. Hay que visibilizar lo que ha estado invisibilizado durante tanto tiempo”, subraya Torres, que asegura que las excusas para no incluir mujeres en los eventos son variadas. “Si en algún área hay menos mujeres es la consecuencia de un proceso largo y lo que es necesario son medidas de acción positiva precisamente por eso”, añade.

Reticencias

Visto el proceso de estos dos meses, Daniel Fuentes cree que el mundo académico no está preparado “para entender que la paridad debería ser lo normal”. ¿Por qué? “Las reticencias que hemos encontrado, las dudas, no la mala voluntad, pero sí el miedo a romper la inercia”. Por eso, el compromiso adquirido por los firmantes es de mínimos: que al menos haya una mujer en calidad de experta. Quizá, más adelante, pueda elevarse el listón para exigir paridad, piensa Fuentes. Y, entonces, el compromiso podría incluir también a las mujeres, “para dar la batalla juntos”.

El hecho de que el compromiso sea público sirve, dicen, como aliciente porque cualquiera podrá reprocharles su falta si no se cumple. “Más allá del manifiesto y de que se hagan noticias sobre esto, creo que lo importante es que mantengamos este compromiso, que lo hagamos, no solo que lo digamos y para eso sirve hacerlo de forma pública, para que luego nos lo puedan achacar si no lo cumplimos”, apunta Jorge Galindo. Ese compromiso, dice, debe darse por parte también de las organizaciones de eventos. “Es un compromiso muy de mínimos, lo lógico es mantener un balance 50-50 y en algunas ocasiones incluso que la mayoría sea femenina”.

Este compromiso, piensa por su parte Daniel Fuentes, no esta exento de costes “de transición hasta la paridad”. Por ejemplo, que un grupo reducido de expertas empiecen a ser requeridas para muchos eventos, acaben “hartas” y ese grupo de influencia no se extienda a otras mujeres. Son riesgos, en cualquier caso, que hay correr para “repartir el poder”. “Porque al fin y al cabo de eso se trata”. 

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