El cambio de huso horario es necesario pero no suficiente para reformar la jornada laboral
Siete horas flexibles con treinta minutos de descanso que usa para comer. Es el horario de Isabel en el organismo público donde trabaja: “Suelo hacer de nueve y cuarto a cuatro y cuarto. El tiempo que paso aquí trabajo más y me cojo muchos menos 'descansitos'. A cambio, me voy antes y estoy encantada”. Isabel se siente afortunada: su jefe “se ha enrollado”. “Si quisieran podrían obligarnos a hacer la pausa de la comida”. Una pausa que alargaría su jornada laboral en una hora que ella prefiere emplear en su vida personal.
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, lanzó hace pocos días al aire dos propuestas: el cambio de huso horario y que las jornadas laborales acaben a las seis de la tarde. El acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos también recoge estas medidas. No es la primera vez, sin embargo, que se habla de ello, pero el cambio sigue sin llegar.
Todos, agentes sociales y voces expertas, coinciden en que adecuar el huso horario a la hora habitual en Portugal y Reino Unido es necesario, pero insuficiente para racionalizar horarios y jornadas laborales. “Hay miedo al cambio. Se considera que esta forma actual de hacer las cosas es la única forma de tener éxito. El cambio de huso horario es necesario, pero no se trata de una sola medida, es un conjunto”, dice la profesora del IESE Nuria Chinchilla. Habla, por ejemplo, de flexibilidad en la entrada y salida del trabajo, y que las empresas que implanten estos modelos puedan beneficiarse de puntos en los concursos públicos y de beneficios fiscales. Apuesta también por formar a la alta dirección y mandos intermedios en conciliación.
Iberdrola presume de ser la primera empresa del Ibex 35 que implantó la jornada laboral continua. Cerca de 9.000 trabajadores tienen un horario de 7.15 a 16.36 con flexibilidad de una hora y 45 minutos en la hora de entrada y salida. Es decir, la plantilla puede entrar entre las 7.15 y las 9.00 y trabajar siete horas y 36 minutos de forma seguida. Los viernes pueden salir a las 14.00 si cada día trabajan quince minutos más. La empresa también ha fijado jornadas continuas de operación en las plantas de generación, en la red de distribución y en los parques eólicos.
Los horarios son parte de otras 70 medidas de conciliación, como la reducción de la jornada a cinco horas diarias sin merma en el salario para las madres y los padres de niños menores de un año o un permiso retribuido de quince días antes de la fecha prevista de parto. La eléctrica asegura que desde la implantación de esta política ha ganado 500.000 horas anuales de productividad, una reducción del absentismo del 10% y los accidentes laborales han bajado un 25%.
El caso de Iberdrola sigue siendo una excepción. A pesar de que las personas con jornadas continuas se sienten más productivas y de que las empresas que han implantado medidas de flexibilidad cosechan buenos resultados, las resistencias continúan. Lara es un ejemplo de ello: dedicada al periodismo y el mundo editorial, pactó con su actual empresa un horario intensivo de nueve a cuatro de la tarde. “En la anterior no me dejaban por política de empresa y me reduje la jornada. Desde entonces sabía que tenía muy pocas posibilidades de ascender”, reconoce.
La cosa cambió con su nuevo trabajo, donde sí tiene un cargo de responsabilidad. “Yo me siento mucho más productiva con el horario intensivo. Siento que la empresa respeta una necesidad personal mía y yo correspondo. Cuando tengo que quedarme alguna tarde, sin duda lo hago. Igual que no tengo problema en estar pendiente desde casa de temas laborales en picos de trabajo. Creo que la conciliación es un tema de respeto entre empresa y trabajadores”, afirma.
Reforma laboral y horarios comerciales
Para los sindicatos, hay una premisa crucial: derogar la reforma laboral. “Es una incoherencia tremenda plantear estas cosas mientras se ponen en marcha normas laborales que van contra esos planteamientos”, dice el secretario de Acción Sindical de UGT, Gonzalo Pino. Las centrales se refieren, por ejemplo, a la posibilidad que tiene el empresario de distribuir unilateralmente hasta el 10% de la jornada laboral anual o de descolgarse de condiciones de trabajo como la jornada.
“Hablar de racionalizar horarios con tantos contratos parciales como hay es hipócrita. Esta Semana Santa había gente con contratos de 5 a 7 de la tarde y de 9 a 10 de la noche, pero no de 7 a 9. A ver como hacen esas personas para conciliar”, apunta su homólogo en CCOO, Ramón Górriz. Este tipo de contratos cuenta con un número de horas complementarias de trabajo que el empresario puede solicitar al trabajador sin apenas preaviso.
La liberalización de horarios comerciales es otro de los puntos que chocan con la conciliación y la racionalización de jornadas, avisan las centrales.
Los agentes sociales defienden que es la negociación colectiva el espacio en el que hablar de horarios y jornadas. “No todos los sectores son iguales y es la negociación colectiva donde podemos adaptar estas medidas a las características de cada uno”, señala Górriz. Los representantes sindicales piensan que es el momento de plantear la jornada laboral de 35 horas semanales: “Nos permitiría reducir horarios y repartir el empleo en un momento que hace más falta que nunca”, dice Pino.
Los horarios de la televisión también están en el punto de mira. “Los informativos podrían empezar a las ocho y media y los programas de máxima audiencia entre las nueve y cuarto y nueve y media y acabar a las once. Siempre con flexibilidad y abiertos a situaciones excepcionales, por supuesto”, explica el presidente de la Comisión para la Racionalización de los Horarios, José Luis Casero, que ve posible aplicarlo tanto en las cadenas públicas como privadas, cuyas concesiones deben velar “por el interés común”. Casero subraya que los horarios televisivos españoles son una excepción en Europa y que un cambio de estas características contribuiría a racionalizar el reparto de los tiempos.