“Tal y como está concebido el euro, es un tapón para la salida de la crisis”
Ignacio Álvarez es uno de los autores de Fracturas y crisis en Europa (Clave intelectual, 2013), que escribe junto a Fernando Luengo y Jorque Uxó. Los tres son economistas y miembros del colectivo 'Econonuestra'. En su obra ofrecen una explicación de la crisis que va más allá de los últimos años y proponen medidas alternativas a la austeridad y los recortes.
Ustedes dicen en su libro que la quiebra de Lehman Brothers y la debacle de las hipotecas 'subprime' en EEUU, acontecimientos que se suelen asociar al estallido de la recesión, no fue tanto el comienzo de la crisis como un punto de llegada, ¿por qué?
Decimos que esa fue más bien la visibilización del efecto de desequilibrios estructurales más profundos que se venían produciendo. Por supuesto que hubo un momento de crisis financiera, pero respondía a cuestiones estructurales larvadas en la economía.
Identificamos tres cuestiones que situamos como causas de la crisis y su dimensión en Europa: el patrón desigual de distribución de la renta; la financiarización, es decir, un proceso de desvinculación creciente de la esfera financiera y la actividad productiva; y la constitución de la unión económica y monetaria en un área donde los desequilibrios comerciales y productivos eran muy grandes y donde no había mecanismos para solucionarlos. Eso hace que en Europa la crisis tenga una dimensión más profunda y dificil de resolver.
¿Y dónde está, entonces, el inicio de esos desequilibrios que culminan en esta crisis?
Coincidimos en que la ofensiva se inicia entre finales de los 70 y los años 80 en términos de una nueva política económica, no sólo la ejercida por los Gobiernos, sino también por la nueva política empresarial. El conjunto de contrarreformas que pone en marcha el neoliberalismo y la ofensiva de las patronales empresariales para salir de la crisis de los 70 por una vía que defiende el libre mercado a ultranza, la liberalización absoluta, la erosión de las relaciones laborales... Es ese camino el que en última instancia lleva a la crisis.
Desde 2008, sin embargo, parece que esa ofensiva se ha acelerado, ¿es así?
No sólo se pisa el acelerador, no es más de lo mismo, hay un cambio cualitativo. Es llevar estas medidas a un nivel diferente por su carácter tan generalizado y erosivo.
Pienso, por ejemplo, en la negociación colectiva, que entre principios de los 80 y de los 2000 había sufrido mejoras en algunos casos pero retrocesos en otros, pero que no tienen nada que ver con la erosión que ha sufrido después de las últimas reformas laborales. Esto evidencia que la dirección de esas medidas es muy contraproducente, porque son precisamente las medidas que nos han traído hasta aquí y las que ahora pretendemos que nos saquen, incluso aumentadas.
¿Apuestan por una quita de la deuda?
Sí, aunque habría que especificar una quita de qué deuda. Es necesaria una quita sobre la deuda hipotecaria, hay muchas familias pagando hipotecas cuyo valor no responde ya a la realidad del mercado. Deberían ser tratados como una empresa que entra en suspensión de pagos.
Con la deuda pública me parece que en Europa vamos a acabar abocados a quitas. Hay una prioridad en los gastos que deben ser afrontados por un Estado, gastos como la sanidad, la educación o las pensiones, que deben priorizarse al pago de los intereses de la deuda. La deuda es claramente identificada por muchos especialistas como la variable que funciona ahora mismo como una losa sobre el crecimiento.
A lo largo de la historia ha habido diferentes experiencias que se han traducido en reducciones de la deuda, tanto pública como privada, con quitas que no recaen sobre la ciudadanía sino sobre acreedores, gestores y accionistas. Sin embargo, ese escenario parece ahora imposible en la política europea, en gran medida fruto del fundamentalismo ideológico pero, también, de los intereses económicos.
Son muy críticos con la construcción del euro, ¿es una de las grandes razones de que la crisis haya sido tan grave en Europa?
Si algo permite entender la dimensión y las características de la crisis en Europa es el diseño político e institucional del euro. En primer lugar, ayuda a entender que los desequilibrios acumulados sean tan grandes: la entrada masiva de capitales que ha habido en Grecia, en España, en Portugal o en Irlanda no hubiera sido viable sin el euro.
Tampoco es posible entender la dimensión de los ataques financieros, la especulación con las primas de riesgo y el corsé enorme de la política europea, sometida a Maastricht, si no fuera por las caracterísicas del euro. Tal y como está hoy concebido, es un tapón para la salida de la crisis, sobre todo para una recuperación en beneficio de la mayoría social.
¿Piensan, entonces, que es necesario salir del euro?
En el libro precisamente apostamos por un cambio radical en la política económica europea, que pase por un cambio en la fiscalidad hacia una política expansiva y por un incremento de los salarios para modificiar el patrón de distribución de la renta, entre otras cosas.
Esa nueva política económica no tiene cabida en el euro, tal cual está concebido. ¿Eso quiere decir que necesariamente tenemos que salir de euro? Pensamos que esa respuesta la tienen que dar las autoridades y quien sostiene que dentro del euro es posible hacer otras cosas.
Nosotros pensamos que dentro del euro no es posible, pero que el debate sobre la salida del euro tampoco es productivo porque esconde o traslada a otro espacio y a otro momento el debate verdaderamente importante, que es qué hacer con la deuda o con la política fiscal. También pensamos que una salida inmediata del euro nos abocaría a problemas importantes.
Sus propuestas son justo lo contrario a lo que se está haciendo: trabajo decente, subir salarios, inversión... ¿Son viables?
La idea que queremos transmitir es que son viables, no sólo técnicamente, sino que son las políticas que deberían llevarse a cabo para salir de la crisis, cambiar el modelo de crecimiento que nos trajo a ella y beneficiar a toda la ciudadanía, porque no cualquier salida de la crisis será beneficiosa.
Creemos que la clave no está tanto en el terreno técnico, sino en el terreno político. Lo que planteamos es un plan integral, medidas interrelacionadas entre sí. Parece que hay un enfrentamiento entre dos modelos que funcionan, pero no es así porque uno de esos modelos no funciona. Plantear que con la reducción de salarios creceremos, porque aumentarán las exportaciones, es falso y no tiene en cuenta el efecto enorme que tiene en la demanda interna y el freno que supone para el crecimiento, incluso mayor del posible éxito que puede derivarse de las exportaciones.
Además, las mejoras que experimentan las economías que registran estas políticas no tienen que ver tanto con una mejora de las exportaciones como con un hundimiento de las importaciones relacionadas con el hundimiento de la demanda interna. Las mejoras que vemos ahora en los saldos por cuenta corriente son sólo mejoras aparentes.