Trump también le complica la vida al Deutsche Bank
Corren malos tiempos para ser accionista de Deutsche Bank. Esa es al menos la imagen que trascendía en la última asamblea de accionistas del banco, celebrada del pasado mes de mayo. En Fráncfort (oeste germano), a las puertas de la sede central de la institución financiera, la mayor de la zona euro, se ha llegado a ver un entierro simbólico a cargo de inversores que en su día creyeron que comprar acciones de la entidad era una buena idea.
Sin embargo, el precio de la acción de Deutsche Bank empezó junio tocando mínimos históricos, hundiéndose hasta los 5,80 euros. “Sin planes concretos de reestructuración, las acciones de Deutsche Bank son acciones de alto riesgo”, llegaba a afirmar esta semana el diario económico Handelsblatt.
“Una historia de horror sin fin” es lo que vive el banco, según la expresión utilizada en sus páginas económicas por el diario berliné Der Tagesspiegel. Las grandes pérdidas sufridas en 2015, 2016 y 2017, las millonarias multas y sanciones por casos de manipulación de valores en mercados, deficiencias en los controles de blanqueo de capitales, los tres cambios en la dirección ocurridos en los últimos seis años y el reciente rechazo a la fusión con Commerzbankson parte de los horrores del relato actual del banco. En él, ya parece estar claro que Donald Trump y su entorno van a acabar jugando un papel.
Operaciones inmobiliarias del yerno de Trump
De hecho, el periódico estadounidense The New York Times daba cuenta hace unos días de que, en el verano de 2016, a falta de pocas semanas para que Trump fuera elegido presidente de Estados Unidos, en Deutsche Bank se encendieron luces de alarma a cuenta de operaciones inmobiliarias de Jared Kushner, yerno y mano derecha del presidente estadounidense.
En esas operaciones “se movió dinero de empresas de Kushner a individuos rusos”, según se lee en el diario estadounidense, que cita testimonios de especialistas en lavado de dinero de la entidad financiera alemana. Al parecer, estos especialistas dieron cuenta de lo sospechoso de esas transacciones, pero los superiores del banco no trasladaron esa inquietud de sus trabajadores a las autoridades competentes.
Tammy McFadden, ex trabajadora del Deutsche Bank que en su día trató de alertar a sus superiores, llegaba a contar al The New York Times que fue despedida en abril de 2018 después de haber dado cuenta de esos movimientos. “Trataron de silenciarme. Pero estoy en paz porque sé que hice lo correcto”, señalaba McFadden.
Las informaciones reveladas en Estados Unidos son para la imagen del banco alemán otra importante mancha. “El nombre de Deutsche Bank, para muchos analistas, se ha convertido prácticamente en palabras malsonantes en Estados Unidos. Así de mala es la reputación del banco”, dice a eldiario.es Dirk Laabs, autor del libro Bad Banko “banco malo” (Ed. DVA, 2018), un volumen dedicado a la entidad germana. “El banco no tiene nada de suerte, los problemas del pasado no lo dejan tranquilo, y en este pasado está inscrito Donald Trump”, apunta este periodista económico.
No sólo gente del entorno de Trump ha hecho negocios con Deutsche Bank. El propio Trump estuvo durante dos décadas trabajando con el banco alemán antes de ser presidente. “Cuando fue elegido presidente [Trump] le debía más de 300 millones a Deutsche Bank. Esto convertía a la institución alemana el mayor acreedor de Trump”, han señalado desde The New York Times, periódico que está destacando en su detallada cobertura en cuanto concierne al dinero del presidente y magnate estadounidense.
A la hora de hacer negocios, “el problema en Deutsche Bank es que en el banco no se ha sido especialmente exigente”, según Laabs. Él no está sorprendido de que Trump haya acabado siendo un problema para Deutsche Bank. De hecho, el propio Trump ponía a finales de abril una demanda al banco alemán para tratar de limitar la cooperación de la entidad germana en dos comisiones de congresistas estadounidenses en las que se están escudriñando los negocios del inquilino de la Casa Blanca.
El enfrentamiento con Trump es “mala prensa para Deutsche Bank”, según Laabs. Pero a su entender lo realmente problemático para el banco es que, en el pasado, “Deutsche Bank hacía negocios con casi todo el mundo”. En 2015, por ejemplo, la entidad germana aceptaba pagar multas millonarias por haber contribuido a actividades económicas en países sometidos a regímenes de sanciones estadounidenses, como Irán, Rusia, Siria, Libia o Sudán.
“El FBI sigue investigando el lavado de dinero”
“Pero Deutsche Bank tiene ahora problemas más serios que Donald Trump. Su modelo de negocio sigue sin funcionar, los intereses siguen estando muy bajos y, sobre todo, arrastra casos de lavado de dinero”, dice Laabs, aludiendo, en última instancia, al motivo por el que a finales del año pasado hubo una redada en la sede central de Fráncfort, la misma en la que a finales de mayo un grupo de accionistas simulaba la muerte del banco. “En el tema del lavado de dinero, el FBI sigue investigando”, recuerda Laabs.
Antes los accionistas, Christian Sewing, el CEO de Deutsche Bank desde hace poco más de un año, sacaba pecho por la vuelta del banco a los beneficios. “Hemos hecho posible que Deutsche Bank vuelva a generar ganancias y hemos sentado las bases para un banco sostenible y rentable”, según Sewing. Aludía el CEO mayormente a los 341 millones de euros de beneficios registrados en 2018 anunciados el pasado mes de marzo. Ese dato, sin embargo, no tranquiliza a quienes mantienen una mirada crítica sobre la entidad.
Así ocurre con Laabs: “El banco ha vuelto a presentar beneficios este año, pero ese dinero es una broma comparado con el volumen de negocio del banco. Sólo en costes, el banco requiere 30.000 millones al año. La entidad tiene que gastarse mucho dinero para obtener muy pocos beneficios”.
Sewing y quien mantiene a éste en su cargo, el austriaco Paul Achleitner, presidente del Consejo de Supervisión, están más que avisados. “¡Señor Achleitner, váyase. Libere al banco de su persona!”, se le gritó en la última cita de la dirección con los accionistas.