Turquía, el último capítulo de la crisis económica en los países emergentes que amenaza con afectar a España
La situación de tensión que vive Turquía estos días ha mostrado los desequilibros de su economía y su fuerte dependencia del exterior. Pero el problema va más allá del país mediterráneo y es un ejemplo más de la crisis que viven los estados emergentes y que hace apenas dos meses ya se saldó con el rescate de Argentina por parte del Fondo Monetario Internacional.
“Es un problema sistémico de los países emergentes, no es algo limitado a Turquía”, apunta el economista José Carlos Díez. Prueba de ello ha sido el efecto que los problemas de la lira –la moneda turca ha alcanzado sus niveles históricos más bajos en su comparación con el dólar– se han contagiado a otras divisas. Así, el rand sudafricano, el peso argentino, el real brasileño o la rupia india han vivido en las últimas semanas una caída continuada, que se suma a una evolución negativa durante este año.
Ante esta situación, los analistas internacionales han apuntado a los riesgos de contagio a otros emergentes. Díez señala en este sentido que Turquía es “otra réplica de lo que hemos visto en Argentina y Brasil”. Medios internacionales como la agencia Reuters también recogen análisis en esta línea. “El gran temor en el mercado es que nos dirigimos a una crisis de los mercados emergentes en toda regla”, apunta un analista del banco alemán Commerzbank citado por la agencia de noticias.
Díez asegura que la crisis turca “es mucho mayor” que la que viven Argentina y otros países emergentes, si bien señala que el comienzo es común para todos. La causa inicial para estos problemas se haya en la política monetaria de EEUU. “Cuando baja los tipos de interés al 0% los fondos de pensiones y de inversión van a las monedas de los países emergentes, pero cuando la Reserva Federal (responsable de la política monetaria estadounidense) decide subirlos, los inversores vuelven”, apunta el economista.
De este modo, durante los tipos bajos, los inversores provocaron una “sobreapreciación” de monedas de países emergentes. Esto en la práctica se traduce en un crecimiento del consumo, ya que las importaciones son más baratas. Sin embargo, esto también provoca que estas economías se vuelvan más dependientes del exterior en su crecimiento y entren en un excesivo déficit exterior. “Algo similar ocurrió en España”, apunta Díez.
Pero no solo los inversores financieros han utilizado los mercados emergentes durante los años de crisis y tipos bajos en las economías desarrolladas. Las empresas de estos países, como las españolas, han ampliado su presencia en estos mercados, ante el aumento de clases medias que han impulsado el consumo y que han empujado el crecimiento del PIB. La crisis de las divisas ha tenido así impacto en los resultados de multinacionales como el caso de Telefónica, con fuerte presencia en Latinoamérica.
Estas economías cuentan con desequilibrios debido a su elevado déficit exterior y a una moneda que pierde valor frente al dólar y otras divisas, lo que a su vez complica su financiación. Díez considera que la situación va a ir a más, puesto que la política monetaria de EE UU, y la política comercial de Donald Trump, van a llevar a mayores restricciones en los próximos meses.
En esta idea han incidido distintos informes, como uno reciente de la casa de análisis del BBVA, BBVA Research, en el que apuntaba que los emergentes están perdiendo atractivo para los inversores internacionales. El centro de estudios apuntaba que hay una mayor aversión al riesgo por parte de los inversores que provoca que cualquier noticia negativa, como en el caso de Turquía o Argentina, genere grandes movimientos. Concluía BBVA Research que la huida de los países emergentes continuará en lo que queda de año.
Pero más allá del impacto entre los grandes inversores, la situación en los emergentes también tiene un impacto en los hogares de estos países. La situación lleva a una subida de tipos de interés y un aumento de la inflación, lo que provoca que se frene el consumo de las familias.
Una crisis que continúa
Pese a que en los últimos días la situación en los mercados ha sido más calmada y la moneda ha comenzado a recuperarse ligeramente, la crisis turca no se da por terminada. “El país no tiene dinero, se ha estado financiando a crédito y ahora no puede pagarlo”, señala Díez, quien apunta a la posibilidad de impago de la deuda (default, en su término técnico en inglés). La otra opción que apunta el economista y otros medios internacionales como The New York Times o The Guardian es que Turquía acabe reconociendo la situación y pida ayuda al Fondo Monetario Internacional.
Sería la segunda vez en apenas dos meses que el organismo que preside Christine Lagarde acude a inyectar dinero en un país emergente, después de que en junio ya anunciara el rescate de Argentina. En aquella ocasión, el Gobierno de Mauricio Macri acordó una inyección de capital de 50.000 millones de euros. En aquella ocasión, también un desplome de la moneda sacó a relucir la débil situación de la economía, por su exposición al exterior.
Sin embargo, esta idea ha sido rechazada públicamente por el Gobierno turco en repetidas ocasiones y por su presidente Recep Tayyip Erdogan, por lo que implicaría a su imagen pública tener que pedir ayuda al FMI. “Aplicaremos una política fiscal más ajustada; las reformas estructurales son nuestra prioridad”, dijo el ministro de Finanzas turco, Berat Albayrak
“Políticamente lo entiendo, es difícil anunciar a la población un rescate por parte del FMI”, apunta Díez. Sin embargo, señala que la inyección de capital por parte del organismo y la imposición de medidas para la reestructuración de la economía turca se traduciría con el tiempo en la vuelta de los inversores a Turquía.
El economista apunta que el problema para Turquía se agravaría el año que viene, ya que se estima que debería realizar emisiones de deuda por más del 20% del PIB. Y añade que España también tiene que realizar operaciones similares. “Es diferente porque los inversores sí confían en las emisiones en euros, pero aún así España es vulnerable”, incide. Considera que la situación problemática en los países emergentes puede llegar a impactar “en la periferia europea”, a países como España.