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La recuperación verde: gana el planeta y gana la economía

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Cristina Castañer

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Lo llamaron Plan Marshall en honor al entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, George Marshall. 12.000 millones de dólares sirvieron para reconstruir la Europa devastada tras la Segunda Guerra Mundial. 72 años después, la salida a la crisis económica provocada por el coronavirus, la peor en tiempos de paz, no tiene nombre pero sí un color: el verde. El color de la sostenibilidad y de la lucha contra el cambio climático. La primera Alianza Europea para una Recuperación Verde (Green Recovery Alliance) es ya una realidad gracias a los 180 responsables políticos, directivos de grandes multinacionales, sindicatos, ONG y expertos que piden un nuevo modelo económico europeo basado en principios ecológicos. 

“El Covid-19 no hará que el cambio climático y la degradación de la naturaleza desaparezcan. No ganaremos la lucha contra el Covid-19 sin una respuesta económica sólida. No nos opongamos a esas dos batallas, pero luchemos y ganemos al mismo tiempo. Solo juntos seremos más fuertes”. Son las líneas finales del manifiesto que suscriben, entre otros, empresas como L’Oreal, IKEA, Renault, H&M o Danone, además de organizaciones ecologistas como WWF o Birdlife. Por parte española, a la firma de la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, le siguen también las de Banco Santander y BBVA, además de Iberdrola, Acciona o la Asociación Eólica Española. 

Paneles solares, cultivos más sostenibles y coches limpios. Energías renovables, agroecología y una movilidad libre de emisiones. “No se trata de crear una economía desde cero. Ya tenemos a nuestra disposición todos los instrumentos y muchas de las tecnologías”, señala el texto de esta alianza promovida por el eurodiputado Pascal Canfin y que respaldan también los ministros de Alemania, Francia, Italia, Suecia, Luxemburgo, Portugal, Austria y Finlandia. “Este momento de recuperación brindará la oportunidad de repensar nuestra sociedad y desarrollar un nuevo modelo de prosperidad”, subraya esta iniciativa que cuenta con el apoyo de CEPI, la Confederación de Industrias Papeleras Europeas y de la que es miembro la compañía española Ence. El sector de la celulosa y el papel demuestra así su implicación en el  impulso de soluciones ecológicas y sostenibles para una Recuperación Verde.  

La energía de campos y bosques

El orujillo de aceituna (derivado de exprimir la pulpa y hueso del fruto del olivo), pero también el sarmiento de vid y otros subproductos forestales y agrícolas leñosos procedentes del campo, sirven para producir energía renovable. En Huelva, Mérida y Ciudad Real, pero también en Jaén y Córdoba, Ence Energía y Celulosa es pionera y líder en el aprovechamiento sostenible de la biomasa agroforestal para la producción de electricidad: solo en Huelva, su complejo energético genera más de 800 millones de kWh anuales. Si la reactivación de la economía tras la crisis sanitaria pasa por acelerar la transición hacia sistemas más eficientes, la biomasa es uno de los caminos a seguir para lograr una Europa neutra en carbono. 

En su ‘Decálogo para la Sostenibilidad de la Biomasa como Combustible’, Ence garantiza su compromiso con el cuidado del medio ambiente: su actividad no produce daño al entorno natural, es compatible con las buenas prácticas agrícolas y silvícolas en los bosques y respeta los usos prioritarios de la biomasa (alimentación, ganado, construcción, mueble). Además, solo se aprovecha biomasa sobrante, la que no es aprovechable, evitando el riesgo de incendios en los montes y la emisión de miles de toneladas de CO2 a la atmósfera por las quemas contaminantes de residuos en los campos. 

Eficiencia energética y economía circular

Ence apuesta por un modelo de industria sostenible en sus dos áreas de negocio, tanto en la generación de energía renovable como en la fabricación de celulosa. Así ocurre con las dos biofábricas situadas en Pontevedra y Navia, donde se elabora pasta de papel, a partir de la cual se fabrican productos reciclables. Ambas plantas son capaces de autoabastecerse energéticamente utilizando para ello biomasa forestal, es decir, los componentes de la madera que no se destinan a la producción de celulosa, en este caso la corteza y la lignina. Durante 2019, Ence en Navia fue capaz de producir el doble de la energía que consumió a partir de una fuente renovable y natural. Todo un ejemplo de eficiencia energética y desarrollo de la economía circular, necesarios para alcanzar los objetivos de descarbonización fijados por la Comisión Europea. 

La Alianza para la Recuperación Verde habla de “un nuevo modelo europeo: más resistente y más inclusivo”, y recuerda que “la transformación de los sistemas agroalimentarios tienen el potencial de proporcionar rápidamente empleos, crecimiento y mejorar el estilo de vida de todos los ciudadanos del mundo”. En este sentido, el desarrollo económico y social de pequeñas poblaciones es la principal aportación de Ence a la vertebración territorial y a la  fijación de empleo rural: las biofábricas de Pontevedra y Navia generan cerca de 11.500 puestos vinculados al sector de la celulosa en el noroeste español. Empleos a los que hay que sumar los cerca de 450.000 propietarios forestales que obtienen rentas de la madera.

Mientras países como Estados Unidos anuncian una relajación de sus normas medioambientales y China se plantea construir plantas de carbón para facilitar su recuperación, Europa pide invertir en verde y no aprovechar la crisis para frenar las medidas contra el cambio climático. Estamos ante un giro de estrategia y una oportunidad para acelerar la transición hacia un modelo más sostenible. Es tiempo de preparar nuestras economías para el mundo del mañana.

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