Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.
La Marsellesa y el himno de España: encuentra las 5 diferencias
La Marsellesa se ha convertido en la banda sonora de estos días trágicos en París y algunos periodistas españoles se preguntan en alto por qué en España es imposible imaginar una reacción parecida de políticos y ciudadanos entonando el himno nacional en el Congreso o en la calle.
Es una buena pregunta.
El tópico atribuye a España un alarmante déficit de patriotismo, una falta de fervor nacional, del que la derecha suele culpar a la izquierda, y que supuestamente cortocircuita la anhelada unión de todos los españoles. Aunque es cierto que la mano no va al corazón como en Estados Unidos, este lamento tan hispano tiene un error de partida: el nacionalismo español no está en crisis, más bien al contrario, el patriotismo goza de muy buena salud. En España como en la mayoría de los países, el sentimiento nacional sigue teniendo un enorme poder de convocatoria.
Si la clave para entonar el himno de España no está tanto en los sentimientos patrióticos más o menos profundos -de aquí excluyo, por razones obvias, a quienes siendo ciudadanos españoles no se sienten españoles-, entonces el problema tiene que estar en otra parte: en el himno en sí mismo. Lo que me recuerda que en Euskadi pasa algo similar: hay mucha patria pero el himno oficial apenas tiene implantación, salvo que seas militante del PNV (el himno de Euskadi es el del PNV pero sin letra). Pero volviendo a lo nuestro: ¿Qué es lo que diferencia a La Marsellesa del himno de España que provoca efectos tan dispares?
La primera respuesta es evidente: La Marsellesa tiene letra y el himno de España, no (diferencia número 1). El himno francés arranca con un “¡En marcha, hijos de la patria, ha llegado el día de la gloria! Contra nosotros, la tiranía alza su sangriento pendón”: el himno español empieza con un “lolololo” y termina con un “lolololo”. Una canción que tan solo se tararea puede ser ideal para ganarle a Malta 12-1 pero no se le puede pedir que sea un símbolo espontáneo al que agarrarse en momentos convulsos.
En los últimos años se han vivido varias tentativas para ponerle letra al himno –el Comité Olímpico, la petición de Aznar a Juaristi y Luis Alberto de Cuenca–, pero todas ellas han fracasado, acrecentando esa sensación de obra menor que lastra al himno de España. La falta de letra ha provocado además caricaturas como el famoso hit de la infancia en los 80: “Franco, Franco, que tiene el culo blanco, porque su mujer lo lava con Ariel, Doña Sofía lo lava con lejía...”.
Sin letra es utópico competir con La Marsellesa. Aunque el himno español ha tenido letra, mejor dicho, ha tenido letras. Una de las más lisérgicas es la versión carlista que alude a la halitosis de los antipatriotas (“Guerra al perjuro, traidor y masón, que con su aliento impuro hunde la nación...”), pero la más conocida es el encargo del dictador Miguel Primo de Rivera a Jose María Pemán: “¡Viva España! Alzad la frente, hijos del pueblo español, que vuelve a resurgir...”.
El himno de Pemán fue modificado por Franco, que en vez de alzar la frente prefería alzar los brazos como se le supone a un fascista de pro, y que también sustituyó “el yunque y las ruedas” por “los yugos y las flechas”, (aunque para escribir este artículo obligué el otro día a mi padre a cantar la versión franquista del himno de España, que tanto le habían obligado a él interpretar en su adolescencia, y “los yugos y las flechas” no aparecían por ningún lado).
Este himno de España fue recuperado por el franquismo en plena Guerra Civil y volvió a ser –tras el paréntesis de la República– el himno oficial durante la dictadura, mientras al otro lado de los Pirineos los ocupantes nazis castigaban La Marsellesa. De hecho, La Marsellesa se tradujo al español y fue uno de los muchos cánticos republicanos contra los golpistas. Uno era un himno del fascismo; el otro era un himno contra el fascismo (diferencia número 2).
Esto puede parecer una anécdota histórica pero aproximadamente una tercera parte de la población española actual tenía 18 años cuando se votó la Constitución y fue educada en los principios del Movimiento Nacional (que incluían este himno). No es extraño que haya españoles que, por muy españoles que se sientan, cuando escuchan el himno no tengan grandes sentimiento de alborozo.
Sin entrar a valorar que el himno francés ha sido cantado por mandatarios canallas y malnacidos, el caso es que a La Marsellesa se le asocian unos valores muy definidos que entroncan con la Ilustración, los derechos de los ciudadanos, la Revolución Francesa y la lucha contra la tiranía, pero ¿qué valores concretos transmite el himno de España? No está del todo claro (diferencia número 3). El actual himno de España fue parte del pack de las cesiones que, junto a la bandera rojigualda o la institución de la Monarquía, la oposición democrática hizo a los reformistas franquistas para alcanzar el pacto de la Constitución. Pero el himno como tal pasó sin pena ni gloria por la Transición, sin absorber el sentido de concordia que se le supone a aquel acuerdo. Si existe un himno de la Transición, ese es 'Libertad sin Ira' de Jarcha.
Volviendo a sus orígenes, las dos canciones son composiciones militares, pero el himno de España se denomina Marcha Real porque desde el siglo XVIII se interpretaba en los actos públicos a los que asistían el Rey, la Reina o el Príncipe de Asturias, mientras que La Marsellesa fue un cántico con el que se mandó a los borbones franceses a la guillotina (diferencia número 4). Mientras en Francia se gritaba “Liberté, Egalité, Fraternité”, en España se gritaba “Vivan las Caenas”. En el siglo XIX, muchos liberales –lo que hoy llamaríamos progresistas– antepusieron otros cánticos populares a la Marcha Real.
Por último, y ciñéndonos a los aspectos estrictamente musicales, convendremos en que La Marsellesa es una canción mejor que el himno de España (diferencia número 5). La Marsellesa se asoma con ímpetu épico, luego transita por valles tranquilos hasta elevarse a un emocionante final. El himno de España es una composición menos agraciada. El final de 'Evasión o Victoria' (por no citar siempre 'Casablanca') es buena prueba de ello. La Marsellesa es el single con el que lanzarían su disco Los Beatles de los Himnos Mundiales; el himno de España, un tema más del disco.
Sobre este blog
Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.