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La pandemia que también afecta a las mentes jóvenes

La pandemia ha provocado un gran aumento en el número de casos de enfermedades de salud mental

Ainhoa Iglesias Zurikarai e Iker Ramos San José

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Ayer, de nuevo, no pude dormir, realmente ni siquiera cuando lo hago consigo descansar. Ayer debía de haber sido un día normal en la universidad, pero hace meses que la definición de mi normalidad es diferente a lo que solía ser. Ayer, de nuevo, no tuve ganas de levantarme de la cama. Las cosas más sencillas se me hacen un mundo, únicamente la idea de tener que salir a la calle sola me hace temblar. Ayer agradecía a mi madre por ayudarme a salir de la cama y llevarme a la universidad. No iba a ser capaz. No iba a poder entrar al aula sin marearme. La idea de estar rodeada de extraños durante horas, que no pudiesen ayudarme y que fueran a juzgarme me corta la respiración. Ayer, de nuevo, me quedaba sin aire. 

Hoy, de nuevo, no tengo ganas de vivir. La vida me da miedo, salir a la calle me da pánico.

Ane Etxebarria, una joven bilbaína de 21 años, rememora los pensamientos que le asaltaban a diario. También recuerda la mano de su madre, a la que se agarraba con fuerza para poder salir a comprar el pan, su único contacto con el exterior. En 2017, cumplía el sueño de su vida y lograba una plaza en el grado de Medicina. Dos años después, un Trastorno de Ansiedad Generalizado (TAG) convertía su vida en una tortura.

Los síntomas descritos por Ane son solo algunos de los que viven todos los días 2 millones de jóvenes en España, según el estudio de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) publicado en 2018. Sin embargo, debido a la falta de información, otros muchos lo hacen en la ignorancia más absoluta.

Todo el mundo tiene ansiedad, pero es como la sal, un poquito está bien, pero tener mucha o poca es malo

Gladia Afonso persona con TAG e hipocondría

Los más afectados, los jóvenes de entre 15 y 29 años. Jara Mendia, psicóloga clínica e investigadora predoctoral en salud mental y variables emocionales de la Universidad Pública del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, lo asocia a los cambios constantes que se producen en esa etapa. Durante la transición a la juventud se adquieren nuevas responsabilidades, tienen más expectativas vitales y se vuelven más autónomos, pero son incapaces de emanciparse y ser independientes económicamente. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 75% de los casos de trastornos mentales ocurren antes de cumplir los 25 años, en especial en las mujeres.

La pandemia ha provocado un gran aumento en el número de casos de enfermedades de salud mental. “Muchos de ellos a causa de recaídas, y otros ya existentes, se han agravado”, apunta la psicóloga Jara Mendia. “La recuperación es un proceso muy largo y costoso, y sentir que retrocedes es una de las peores sensaciones”, refuerza Ane.

Dos trastornos desconocidos en auge

Mendia asegura que los trastornos de ansiedad y depresión son las enfermedades de salud mental que más están creciendo en los últimos años. Dos diferentes, pero íntimamente relacionadas. Tanto que el 70% de los españoles con trastornos depresivos presentan ansiedad en distintos grados y un porcentaje todavía mayor de personas que sufren trastornos de ansiedad terminan por presentar también sintomatología depresiva, según la Clínica de la Ansiedad Psicólogos de Madrid y Barcelona. 

La Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) define la ansiedad como “una emoción natural que comprende las reacciones que tienen los seres humanos ante la amenaza de un resultado negativo o incierto”, es decir, no es una enfermedad sino la capacidad humana de responder ante una situación de peligro para protegerse. El problema aparece cuando se produce ante situaciones que no tendrían por qué percibirse como peligrosas, momento en el que se convierte en una enfermedad. En cambio, la depresión es una enfermedad mental que proviene del sistema nervioso, pero cuya causa concreta se desconoce. Impide funcionar con las capacidades habituales y, normalmente, causa tristeza, falta de energía, pérdida de interés, insomnio, falta de concentración…

La ansiedad es el miedo a vivir

Ane Etxebarria estudiante recuperada de Trastorno de Ansiedad General (TAG)

Más allá de las definiciones clínicas, más frías, están las vivencias de las personas afectadas, ¿cómo describe la ansiedad una persona que la sufre? “La ansiedad es el miedo a vivir”, afirma Ane rotundamente. Esa tensión constante del trastorno de ansiedad, en su caso, derivó en una depresión, un sentimiento de profunda tristeza que le dejó “sin ganas de vivir”.

“Todo el mundo tiene ansiedad, pero es como la sal, un poquito está bien, pero tener mucha o poca es malo”. Así lo explica Gladia Afonso, de 20 años, diagnosticada con Trastorno Generalizado de Ansiedad desde los nueve años. Existen personas ansiosas o nerviosas, personas que sufren ataques esporádicos y personas con un trastorno de ansiedad, pero únicamente estas últimas son ‘personas con ansiedad’. Para Ane, “solo eres consciente de que tienes un problema cuando la ansiedad te paraliza la vida”. Y añade: “Es en ese momento cuando tienes que pedir ayuda, y si puede ser, un poco antes”.

Un punto de inflexión

Gladia suma además la hipocondría, una condición que le hace preocuparse constantemente y de forma obsesiva por la salud, un miedo y preocupación irracional a padecer enfermedades graves. Aspecto que en ella ha agudizado las preocupaciones por la pandemia de la COVID-19. Superó su primer contacto con la ansiedad con ayuda psicológica cuando era una niña y aunque fue sufriendo episodios esporádicos en su adolescencia, no le impidieron continuar con su vida. Sin embargo, la llegada de la pandemia lo cambió todo. La enfermedad volvió. Fue el momento en el que pidió ayuda.   

La crisis sanitaria también ha provocado la aparición de nuevos casos en personas que nunca habían tenido ningún síntoma. Eso le ha ocurrido a Nagore Domínguez. Toda su vida había sido ajena a este tipo de problemas hasta que la pandemia le hizo darse cuenta de la realidad en la que vivía. Realmente, su punto de inflexión no llegó hasta después del confinamiento. En verano, cuando las restricciones se relajaron, una mala semana le hizo explotar. Sin embargo, como muchos en su situación, no le dio importancia hasta que la vuelta a la rutina se le hizo insoportable. Fue el momento en el que pidió ayuda.

Origen multifactorial

No existe una explicación concreta que dé origen a las enfermedades mentales la causa es multifactorial. Jara Mendia, psicóloga clínica, menciona la interacción entre factores genéticos, psicológicos, culturales, familiares… “Le puede pasar a cualquiera, solo hay que hacer el clic”, asegura Ane. 

 La OMS ya aventuró en 2005 que las enfermedades mentales serían la segunda causa de discapacidad en el mundo para 2020, factor que se ha visto multiplicado por la crisis sanitaria. La COVID-19, la pandemia y las nuevas restricciones sí son algunos de los factores que han influido en ese ‘clic’ de muchas personas. Esta nueva realidad ha provocado que los psicólogos hablen de una cuarta ola, la de la salud mental. Para Mendia, la capacidad de hacer frente a este problema pasa por reforzar la salud pública con más psicólogos.

Eres consciente de que tienes un problema cuando la ansiedad te paraliza la vida

Ane Etxebarria estudiante recuperada de un Trastorno de Ansiedad General (TAG)

La imposibilidad o dificultad para socializar, para salir o desconectar son muchos de los motivos que han afectado al aumento del número de casos. Sin embargo, José Pizarro, investigador posdoctoral en el grupo de Psicología Social ‘Cultura, Cognición y Emoción’ de la UPV/EHU, no apunta a la reducción de las libertades como el motivo principal, sino al miedo de contagiarse y morir o que lo hagan los de nuestro alrededor. El miedo de Gladia a contraer la enfermedad o transmitírsela a sus familiares le ha impedido, en los últimos meses, disfrutar de su rutina. Un reciente estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ha demostrado que el 23’4% de la población española ha temido morir debido a la COVID-19, lo que confirma que este temor no afecta únicamente a las personas con trastornos mentales, pero sí que agrava los síntomas de la enfermedad. 

Avalancha (des)informativa

“En muchas ocasiones lo único que hace la información es generar desconocimiento”, señala José Pizarro. El constante diluvio de información sobre muertes, contagios, camas ocupadas y, en definitiva, el colapso sanitario no ayuda a mantener una buena salud mental. Nagore reconoce que el hecho de estar leyendo continuamente noticias negativas, relacionadas con el virus y la muerte, le han afectado. Gladia coincide en que para alguien como ella la información no es poder. “Cuanta más tienes, peor”, confiesa. La propia OMS recomienda limitar la exposición a las noticias, sobre todo las que causan tensión y reducir el consumo a una o dos veces al día para mantener la salud mental. 

Aunque la información sobre enfermedades abunda, no es el caso de las mentales. Desde los medios se centran en las físicas y cuando hablan de ellas no lo hacen con rigor. “Muchas veces asocian el tener un diagnóstico de un problema de salud mental a ser una persona agresiva”, critica Jara Mendia. “Teniendo en cuenta que los medios de comunicación ayudan a construir la realidad, deberían ayudar a eliminar el estigma”, reclama la psicóloga. Cada vez se habla más de bienestar mental y podemos ver un cambio generacional en el acercamiento a estos temas, hasta hace poco, tabúes. 

El 83% de las personas que sufren de enfermedad mental apuntan al estigma social como una de las causas que dificulta su recuperación, según asegura la OMS

Además, Mendia recuerda la importancia de informarse sobre los problemas de salud mental para evitar estigmatizar a las personas que los sufren. “Yo no elijo ver las cosas así, yo no elijo estar todo el día preocupada por minucias. Igual que no puedes decirle a una persona esquizofrénica que deje de oír voces, no puedes decirle a una persona con ansiedad que deje de preocuparse”, recuerda Gladia. En la misma línea, asegura que, aunque es muy común verlo como una exageración desde fuera, e incluso desde dentro, hay que evitarlo: “No puedes quitarle importancia”. El 83% de las personas que sufren de enfermedad mental apuntan al estigma social como una de las causas que dificulta su recuperación, según asegura la OMS. 

 “En mis primeros ataques de ansiedad no sabía qué me pasaba, yo sentía que me moría”, confiesa Ane. Y añade: “La ansiedad o la depresión no te lleva a la tumba, pero te hace sentir muerto”. Aunque los casos más graves o prolongados de ansiedad o depresión sí pueden conducir a la muerte. Según el último estudio de UNICEF España, sobre la salud mental e infancia en el escenario de la COVID-19, el suicidio es la segunda causa de mortalidad entre jóvenes de entre 15 y 29 años. De hecho, en Japón en el mes de octubre se suicidaron más personas de las que murieron de coronavirus, 2.153 personas frente 2.087. Pero no es necesario irse hasta Japón para encontrar datos alarmantes sobre la tasa de suicidios. Los últimos informes de Osakidetza aseguran que cada dos días se suicida una persona en Euskadi, y el 9% de los hombres y el 17% de las mujeres presentan síntomas de ansiedad o depresión. 

 La falta de información es, sin lugar a dudas, uno de los mayores hándicaps de la salud mental, pero no todo lo que ha causado el coronavirus es negativo. José Pizarro cree que, como consecuencia del gran aumento de casos de enfermedades mentales, se está empezando a dar mayor importancia al cuidado de la salud mental. Además, añade que la demanda de la sociedad va a provocar que la ratio de psicólogos por persona aumente y mejore el sistema sanitario, algo que hará la vida más fácil a personas como Ane.

 Hoy hace dos años del día en que me senté en el sofá a hablar con mis padres para contarles cómo había ido mi primera cita con la psicóloga. Hoy hace dos años que me da herramientas para a aprender a gestionar mis emociones. Los clichés me habían engañado. Hoy hace dos años que entendí que sería un camino largo y duro, pero había salida. Hoy hace dos años que mi familia y amigos me ayudan a sobrellevar mis días negros y me acompañan en los buenos. Ellos han sido una pieza imprescindible en este puzle, un apoyo constante en el que refugiarme.

 Hoy hace un año que Ane Etxebarria, con la ayuda de su familia, de la terapia y de la medicación, disfruta de las pequeñas cosas, de conducir, de ir a la universidad o de pasar tiempo con amigos. Aunque sigue teniendo días malos, ¿quién no los tiene? Hoy hace un año que está recuperada.

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