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Vasco, a los 30 y en casa

Un piso en alquiler

Iker Ramos San José

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Nada más entrar, se observa un globo rosa de helio, con forma de corazón, que da pistas de que es el hogar de una pareja. A la izquierda, un espejo en el recibidor y a la derecha, una puerta que da paso a una habitación llena de globos y maletas. Apenas dos pasos al frente está la sala junto con su pequeña terraza. En la funcional cocina se encuentra aún un bol lleno de cáscaras de pipas, que “siempre están por algún lado”. Al fondo de la casa hay dos habitaciones: una, con la plancha a medio hacer; la otra es el dormitorio de Ekain Duran y Desi Ruiz, una pareja de 20 y 21 años años que vive independizada en Basauri desde hace 3 meses.

64 metros cuadrados que no son ejemplo de la realidad de los 348.353 jóvenes de 18 a 34 años de Euskadi. De todos ellos, tan sólo el 36% estaba emancipado en 2019, según el informe de 'Juventud, emancipación y necesidad de vivienda en Euskadi' (ENDV), elaborado por el Gobierno vasco. Un dato que no es nuevo, ya que apenas ha variado desde 2015.

Ekain es un joven peluquero con su propio negocio, Duran Barber. Comenzó trabajando para otro barbero con 17 años y al llegar a la mayoría de edad abrió su propio salón. Ya se había independizado en una ocasión, pero debido a los cursos de formación en peluquería, que implicaban viajar, no estaba mucho en casa, por lo que volvió con sus padres. Poco más de dos años después, ha trasladado el negocio a un establecimiento más grande y se ha independizado con su novia. Desi es malagueña, vino a Basauri por él y vivió, por un tiempo, en casa de los padres de Ekain: “Tenía mi casa y mi trabajo, pero vine aquí y quería un poco de intimidad. No iba a estar siempre con sus padres”. 

***

Amin Kohanpour y David Cortés son dos jóvenes de 22 años que se conocieron mientras estudiaban en el colegio Trueba de Artxanda y actualmente viven juntos en Barakaldo. Amin emigró de Irán a los 16 años con su familia para evitar el servicio militar. Vivían juntos, pero los compromisos laborales de su padre le obligaron a reducir gastos. Amin tuvo que buscarse una habitación y la encontró en la casa de una familia ubicada justo en frente del colegio.

David, en cambio, no tiene una relación muy estrecha con sus padres y quiso independizarse pronto. Se topó con un trabajo que se amoldaba a sus demandas: cobrar más de 300 euros y continuar con sus estudios en bioquímica. “Lo encontré y el mismo día intenté buscar una habitación”, recuerda. Vivía con dos chicas, con las que no tenía mucha confianza, bajo un contrato de alquiler fraudulento que le suponía unos 200 euros al mes. Pronto se le presentó la oportunidad de vivir con su amigo en Barakaldo y, al tener el padrón allí, se ahorraba los extras que tenía que pagar al no estar empadronado en su lugar de residencia, por lo que le costaba lo mismo.

Ambos estuvieron buscando piso por un tiempo y se dieron cuenta de que los caseros desconfiaban del hecho de que fueran dos amigos jóvenes. “Tuvimos que decir que éramos pareja, porque un propietario presupone que dos amigos van a organizar fiestas y destrozarlo todo y no es así”, denuncia David. En su caso han conseguido instalarse en una casa con un par de metros cuadrados más, 66 en total.

El camino laboral

David también estuvo trabajando sin contrato en la panadería de un amigo antes de independizarse, allí tenía un buen sueldo y junto con los 300 euros del otro trabajo consiguió ahorrar lo suficiente como para comprarse un coche. Al de un tiempo lo vendió y utilizó el dinero para “sobrevivir” durante un mes en la primera casa, hasta que le pagaran en el trabajo con contrato indefinido. 

Amin, en cambio, no ha podido trabajar mucho por la dificultad del idioma. Estudió Bachillerato, aunque no consiguió obtener el título, precisamente por esas dificultades. También realizó un curso de tripulante de cabina, aunque no entró al mercado laboral, así que comenzó a servir en el restaurante Txakoli, en Artxanda, pero llegó la COVID-19 y no pudo seguir trabajando. No recibe ninguna ayuda económica, aunque podría solicitarla: “Me apoya mi familia hasta que encuentre trabajo”.

Según el informe ENDV, forman parte del 31,3% de la juventud emancipada menor de 25 años que vive con amigos. Sin embargo, se escapan del número estándar de convivientes que establece el mismo informe: tres personas. Ambos prefieren que siga siendo así. “Coincidimos en muchas cosas y no tenemos discusiones”, asegura Amin.

Hemos visto pisos muy mal cuidados, pisos muy antiguos por los que pedían 700 euros

Ekain joven independizado

En Basauri, Ekain lleva trabajando como barbero tres años. Se formó desde muy joven porque tenía claro su objetivo y sacrificó parte de su vida adolescente, ya que dejó de salir de fiesta los fines de semana y estuvo trabajando todos los días en la barbería. “Al que algo quiere algo le cuesta”, afirma con rotundidad.

Su pareja, en cambio, al venir de otra provincia tan lejana, llegó sin trabajo y tuvo que buscárselo. Empezó en noviembre en Toy’s R Us y estuvo tres meses allí, mientras vivía con sus suegros: “Todo lo que gané lo ahorré para el piso”. Actualmente, trabaja en McDonald’s y de los 500 euros de su sueldo, destina 350 al pago del arrendamiento. A diferencia de Amin, ninguno de ellos recibe dinero de sus padres y todo lo que tienen lo han conseguido por su cuenta. En su caso pagan 600 euros de alquiler, a los que hay que añadirles otro tanto en luz, agua y comida: “Al mes, en total, nos sale por unos 900 euros”.

Pertenecen al grupo mayoritario, el 55,7%, de la juventud emancipada que vive con su pareja, pero son un raro caso en su franja de edad, según el informe ENDV. Entre los 18 y los 24 años apenas uno de cada diez vive por su cuenta, mientras que los datos incrementan según aumentan los años. De los 25 a los 29 años sólo tres de cada diez están independizados y entre los 30 y los 34 años lo están siete de cada diez.

Euskadi, por debajo de la media europea

En España la tasa de jóvenes que han podido emanciparse en el primer semestre de 2020 es la más baja desde 2002, según el Observatorio de Emancipación Juvenil. La pandemia ha tenido mucho que ver, ya que ha afectado a una estructura laboral ya maltrecha. La tardía incorporación al mercado laboral, los empleos de poca calidad y la alarmante dificultad para independizarse son algunas de las razones para que la media de emancipación española se sitúe en los 29,8 años. En resumen: una juventud empobrecida. En Euskadi la media es muy simila,r aunque algo inferior: 29,6 años en 2017, según el Gobierno vasco.

Con todo lo que trabajo y lo que pago de alquiler me quedan 100 euros para el mes siguiente

David joven independizado

En Europa, en cambio, la media se sitúa en 24,6 años, según datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat). Por ejemplo, en Suecia, que lidera la estadística, la cifra se sitúa por debajo de la mayoría de edad, en los 16,1 años, con más de diez de diferencia con España. “La generación que viene está más pendiente de disfrutar de la juventud que de buscarse la vida”, reflexiona Ekain. Aunque achaca la dificultad de emancipación, principalmente, a algo que está viviendo en sus propias carnes: los elevados precios del alquiler. La pareja reconoce que les ha resultado difícil encontrar algo 'bueno, bonito y barato'. “Hemos visto pisos muy mal cuidados y muy antiguos por los que pedían 700 euros”, recuerda Ekain.

Actualmente, como en los casos de Ekain y Desi (600 euros) y Amin y David (700 euros), la mayoría de quienes viven de alquiler paga rentas que oscilan entre los 451 y 750 euros mensuales, según el informe ENDV. Aunque hay un 15,9% que paga aún más de 750 euros, la media se sitúa en 615 euros al mes.

Un quiero y no puedo

A David la independización le supone más de un 90% de sus ingresos: “Con todo lo que trabajo y lo que pago de alquiler me quedan 100 euros para el mes siguiente”. La precariedad laboral y los elevados precios del alquiler son dos de las principales razones por las que los jóvenes vascos se aferran a los hogares de sus padres, según datos del ENDV. Además, el mismo informe señala que casi cuatro de cada diez jóvenes emancipados, bajo régimen de alquiler, se encuentran en situación de sobreesfuerzo económico, al dedicar más del 40% de sus ingresos al pago de la renta.

Manuel Cerón es un joven de 21 años de Etxebarri que está trabajando en el hotel Casual Gurea, aunque se encuentra en Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) hasta junio. Actualmente está haciendo un curso para ser técnico en emergencias sanitarias y, de no ser por la pandemia, se hubiera independizado. Igualmente identifica la ausencia de empleo estable como uno de los factores determinantes: “Llevo casi tres años en un hotel y eso es lo que me da una pequeña ventaja sobre el resto”.

Ahora está esperando a que todo vuelva a la normalidad para ejecutar el plan que tenía antes de la COVID-19: “Espero estar independizado en dos o tres años”. Un deseo extrapolable a todos los jóvenes, ya que en 2017, de acuerdo con el informe ENDV, las personas de entre 18 y 34 años consideraban, de media, los 23,9 años como la edad ideal para emanciparse. Un dato que refleja que los jóvenes vascos se independizan seis años más tarde de lo que desearían.

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