¿Y quién soy yo para decirle a Javier Madrazo lo que tiene que hacer? Nadie. No soy nadie. Bueno, solo alguien que reflexiona desde la libertad (la que me permite mi ignorancia) y que tiene muy claro que hay un amplio sector de la ciudadanía muy interesado en la política como servicio público y muy, muy harto de lo que ha ocurrido y está sucediendo en España.
De ahí el éxito de Podemos; de ahí el éxito inesperado de algo nuevo que nace de abajo y que parece no tener ataduras ni pasado, pero que quiere regenerarlo todo. Por eso- y aquí me explico- le pido a Madrazo que lo deje.
El que fuera antaño portavoz de Gesto por la paz; quien ocupó el punto central de la cúpula de Izquierda Unida como coordinador general de Ezker Batua; quien durante dos legislaturas formó parte del Gobierno vasco en calidad de consejero no puede aducir ahora mero interés cuasi informativo sobre la nueva opción. ¡Vamos!, que su dilatada experiencia política le habrá enseñado a no caerse del guindo, pero suponer que los demás lo hacemos a diario es mucho suponer…
Puedo entender muy bien que a alguien que se reivindica de izquierdas le resulte interesante el proyecto que representa Podemos. Comprendo que lo analice y lo siga. Y es también fácilmente explicable que, llegado el momento de acudir a las urnas, vote esa opción. Pero lo que no me resulta tan evidente es que se pueda plantear como neutral y carente de cualquier significado la asistencia a las reuniones casi constituyentes de la formación por parte de personas que han sido muy significativas en la política (incluso institucional) muy reciente de este país.
El militante de IU, cualquier militante de IU que no haya tenido especiales y relevantes responsabilidades orgánicas en su formación utilizará su libertad para acudir a los llamados círculos de Podemos como la utiliza para otros compromisos sociales. Sin que nadie pueda afeárselo. Pero ese no es el caso de Javier Madrazo. Porque él sí que ha sido alguien en la política vasca. Y, para bien o para el mal, su historia, su trayectoria política está ahí.
Ni por mucho que se empeñe, podrá el exconsejero de Vivienda prescindir de su pasado. Y ese pasado le lleva a “contaminar” de historia (la suya) cualquier nuevo proyecto político en el que quiera inmiscuirse.
Madrazo ha declarado hace unos días que la sociedad ha marcado el rumbo hacia un nuevo ciclo político caracterizado por la necesidad de que los ciudadanos “tomen el timón de la política”. Pues bien, de eso se trata. Y resulta que el ciudadano Javier Madrazo ya ha manejado ese timón. Se supone que lo hizo lo mejor que supo y con la mayor honradez posible. Si. Pero ya lo hizo.
El ex coordinador general de Ezker Batua sabe –precisamente porque llevó el timón- con qué mareas hay que lidiar en la acción política y en qué condiciones se puede llegar a la costa (el recaló en alguna protegida). Por eso, sería bueno que no insistiera en estar en el centro de algo nuevo.
No es su vida privada. Es su vida política. La que conocemos y que se ha desarrollado en la escena pública. Estaría bien que se hiciera a un lado.
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