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Esos permismos parentales vascos fantasma
He de confesar que ando un poco desconcertada con la propuesta de permisos parentales anunciada estos días por el Gobierno Vasco. Cada cierto tiempo reaparece en los medios y tengo la sensación de vivir en el día de la marmota. Y, ciertamente, algo de razón tengo. Tirando de hemeroteca veo que la medida viene anunciándose desde los primeros meses del año 2018, o sea, desde hace más de un año y medio.
Nos contaba hace tiempo el reconocido lingüista y científico cognitivo George Lakoff que tiene más efecto comunicar valores que reflejen el sentir dominante que propuestas políticas específicas. La manera más efectiva de hacerlo es utilizar marcos conceptuales que concitan amplios consensos, en este caso, los permisos parentales iguales, que repetidos una y otra vez se asientan en el cerebro. Esto es lo que debe estar ocurriéndome, que de tanto oírlo ya pienso que son una realidad. Una estrategia electoral inútil para que me anime a procrear, por cierto, pero útil para conquistar el corazón y la mente de la gente en un tiempo político transformado en una campaña publicitaria ininterrumpida.
Decía que sólo anunciándose. Porque hasta la fecha no parece que ni los sindicatos, ni el feminismo institucional, ni las organizaciones feministas, ni los partidos políticos con representación parlamentaria hayan tenido acceso a ninguna propuesta específica. Una que conoce los tiempos dilatados que requieren los procesos institucionales podría pensar que es un plazo razonable para proponer reformas normativas que quieren elaborarse participativamente, pero a la vista de la falta de información de las partes y que todos los sindicatos, excepto UGT, rechazaron la medida por su limitado alcance y por las formas del Gobierno hace tan solo unos días en la Mesa de Negociación Pública, concluyo que esta no es la razón, y sí, probablemente, la apuntada más arriba.
Sea como fuere, de momento, los permisos parentales en Euskadi son una medida fantasma cuyo contenido es confuso y cambiante. Quizá algo tenga que ver que el pasado abril el Real Decreto aprobado por el Gobierno de Pedro Sánchez, bajo la presión y la colaboración de Unidas Podemos, le comiera la tostada al Gobierno de Urkullu. Por primera vez un gobierno equiparaba progresivamente los permisos parentales hasta alcanzar las 16 semanas en 2021 y su regulación garantizaba su carácter intransferible y retribuido al 100%.
El Gobierno Vasco, que hasta la fecha había anunciado la equiparación también progresiva de los permisos parentales hasta las 16 semanas, pero solo para el funcionariado público, imbuido del principio competitivo de la época, redobló la apuesta. Hace unos días nos informó, vía prensa, que serían de 18 semanas a partir del 1 de septiembre de 2019 para el funcionariado público y de 16 semanas a partir de una fecha indefinida como es otoño de este mismo año para el resto de trabajadores. Y también que serían intransferibles y retribuidos al 100%. Bienvenida sea la aceleración de la puesta en práctica del ampliado derecho y, también, de la rectificación. Porque podemos estar de acuerdo en que el sector público se erija en modelo de referencia para el mercado, pero que las instituciones renuncien a regular y garantizar los mismos derechos a las y los trabajadores del segundo, que ya “gozan” de una menor protección, en términos generales, parece difícilmente justificable. Desde esa misma perspectiva, es incompresible que en la propuesta actual se insista en que el funcionariado disfrute de un derecho de mayor alcance, dos semanas más, que el resto de trabajadoras y trabajadoras vascas. Nadie lo ha sabido explicar, de momento. Tampoco la Viceconsejera de Políticas Sociales que, preguntada en una entrevista reciente al respecto, dice que si eso mejor preguntar al Departamento vasco responsable de Función Pública.
De momento lo que sabemos de aquella manera es lo siguiente. Que Euskadi, al igual que España, empieza a apostar parcialmente por el modelo que desarrolló Suecia allá por el año 70 del siglo pasado. Se trata de que las mujeres puedan ser autónomas económicamente a través del empleo, las instituciones públicas provean cuidados básicos de tal forma que no exija la interrupción de la actividad laboral de ninguna persona excepto en periodos de corta duración y en casos especiales, y que el cuidado que sí o sí tiene que resolverse dentro de los hogares se comparta igualitariamente entre mujeres y hombres. Para eso Suecia efectuó reformas estructurales de enorme calado tales como el desarrollo de un poderoso sistema público guiado por el derecho universal a la educación infantil de 0 a 3 años y a la atención a la dependencia, se racionalizaron los horarios, se redujeron y concentraron las horas de trabajo, se eliminaron todas las prestaciones para el cuidado que eran incompatibles con el empleo –por ejemplo, jornadas parciales y excedencias-, también todas las que desincentivaban el trabajo asalariado de las mujeres –tributación conjunta del matrimonio, pensión de viudedad vitalicia, etc.-, y se eliminó el permiso de maternidad para implantar los permisos parentales iguales para ambos progenitores, con el mantenimiento del puesto de trabajo, del salario y de todos los derechos laborales. Lo cierto es que pese a que las mujeres suecas tienen empleos más estables y los hombres se implican en el cuidado mucho más que en cualquier otro país, la economista feminista María Pazos nos recuerda que las mujeres siguen ocupándose principalmente del cuidado dentro de los hogares y su mercado laboral sigue estando caracterizado por una fuerte división sexual.
Siguiendo la estela sueca cincuenta años después, la estrategia vasca pasa por ampliar los derechos parentales que hoy tienen las mujeres a los hombres y que, efectivamente, han demostrado ser efectivos para aumentar la corresponsabilidad de estos en el cuidado de los primeros meses de vida de una criatura. Porque los hombres básicamente cuidan cuando los permisos son intransferibles y están bien pagados. Y no hay mejor manera que responsabilizarse del cuidado que practicando el cuidado. Pero, obviamente, observando la estrategia global sueca y sus limitaciones, nos queda mucho por hacer. Por eso conviene matizar algunas afirmaciones que se han venido haciendo desde las autoridades vascas.
Euskadi está marcando el camino en materia de permisos parentales al resto de Europa. Teniendo en cuenta que el modelo de referencia es el sueco y que los ponemos en marcha medio siglo después, la aseveración parece un exceso verbal. Y más teniendo en cuenta que la licencia parental retribuida sueca llega ¡hasta los 16 meses para ambos progenitores! Lo que sí podemos afirmar es que la apuesta sí pasa por salirnos ligeramente del modelo “madre cuidadora principal” distanciándonos de países como Italia, Alemania, Francia o Reino Unido que apuestan por permisos de maternidad largos y con empleo de las madres a tiempo parcial.
Luchará eficazmente contra las desigualdades salariales y la menor autonomía económica de las mujeres. Estas discriminaciones están vinculadas fundamentalmente con que las mujeres siguen siendo las responsables principales del cuidado de las personas a lo largo de su ciclo vital –en 2017, el 82,1% de las excedencias por cuidado familiar lo tomaron las mujeres-, trabajan menos tiempo en el trabajo remunerado –en 2017, el 75% de las jornadas a tiempo parcial son de mujeres-, lo hacen de manera interrumpida y en condiciones de mayor temporalidad –en 2017, el 50% de los contratos realizados a mujeres eran temporales-, y están infrarrepresentadas en los sectores y las ocupaciones mejor remuneradas y sobrerrepresentadas en las peor pagadas. Es decir, de no implementarse medidas que desincentiven que las mujeres salgan del mercado laboral y mejoren sus condiciones laborales, difícilmente los permisos parentales iguales por sí solos van a contribuir a cambiar la situación.
Fomentará la natalidad. Pues sencillamente no. La única manera contrastada a escala internacional de que las mujeres se animen a tener criaturas, de desearlo, es que esta decisión no las convierta en económicamente dependientes o las conduzca a la pobreza como ocurre ahora. Porque más allá de las primeras 16 semanas de permisos parentales la vida necesita seguir siendo cuidada y alguien tiene que hacerlo. Esto es especialmente urgente para las mujeres que encabezan hogares en solitario y que verán incrementadas las necesidades de cuidado.
En resumen, que si finalmente la medida de permisos parentales igualitarios enésimamente anunciada se hace realidad es una buena noticia. Pero, sin un desarrollo amplio de un sector público de cuidados universal con apoyos específicos para las familias monoparentales y una regulación del mercado laboral que nos asegure condiciones laborales dignas, las mujeres seguiremos declarándonos en huelga reproductiva indefinida y experimentando la desobediencia laboral y de cuidados.
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