La cifra es apabullante. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, son mas de 50 millones las personas que piden asilo. El alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, el portugués Antonio Guterres, advirtió el pasado junio que el coste de esas guerras interminables y los fallos en la prevención de conflictos están avivando movimientos de refugiados y desplazados internos como nunca antes se habían vivido.
Es de tal magnitud la situación, que Naciones Unidas ha declarado el máximo nivel de emergencia humanitaria en cuatro de esas crisis que alternativamente cobran protagonismo ante nosotros como son las de Siria, Sudán del Sur, Irak y Republica Centroafricana.
La organización Save the Children ha denunciado hace apenas dos días que más de 400.000 niños desplazados y “cientos de miles” de estudiantes perderán el inicio del nuevo curso escolar por el uso de 1.000 escuelas como refugio para las familias desplazadas por la violencia generada por Estado Islámico en el norte de Irak.
Por otra parte, el comisionado general de la Agencia de de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próxima, Pierre Krahenbul ha cifrado en 225.000 el número de palestinos desplazados en los refugios de la agencia en la Franja de Gaza.
Y así…, suma y sigue. Es cierto que la declaración de máximo nivel de emergencia humanitaria puede ayudar a que se asignen más recursos y de manera más rápida. Pero da la impresión de que siempre se va por detrás, de que nada es suficiente para paliar los efectos de esas huidas masivas de la violencia que se manifiestan en hambrunas, enfermedades y en las carencias de todo tipo que están sufriendo millones de personas.
Y lo peor es que no hablamos de crisis que deriven de desastres naturales. Lo peor es que en todos los casos citados, son crisis provocadas por el hombre; por los intereses de algunas personas con capacidad para armarse (nadie detiene el suministro de armas) y desestabilizar a todo un país o a toda una región.
Es muy loable que tengamos a la ONU trabajando por los refugiados, pero resulta igual de urgente que se haga real el compromiso de Naciones Unidas en trabajar por un mundo seguro para todos los que lo habitan.
De nada o muy poco servirán acciones humanitaria si no se ponen todos los medios políticos para acabar y sellar esas crisis de apariencia interminable. El propio consejero de políticas humanitarias Oxfam en Estados Unidos, Noah Gottschalk, ha insistido estos días en dejar muy claro que “las únicas” vías de solución son políticas.
Pero ¡claro!, ese tipo de manifestaciones las realizan personas involucradas en la ayuda humanitaria, en organizaciones no gubernamentales, en agencias del tercer sector… Lo que sería magnífico es que representantes de los gobiernos, del español por poner un ejemplo, se comprometieran en serio y de verdad para poner el remedio adecuado a tales crisis.
Lo que por ahora sabemos es que el equipo de Mariano Rajoy está interesado en conseguir que España entre a formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU para el bienio 2015-2016. Pues bueno, que nos cuenten qué harán si lo logran; que expliquen para qué quieren acceder al núcleo con más poder dentro de la organización y cuales son sus propuestas políticas (si las tienen) para un mundo menos indecente.
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