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Euskadi endurece su plan de convivencia para señalar a la izquierda abertzale y a la “cultura política que ha amparado” el terrorismo

Un agente de la Ertzaintza, junto a una pintada de ETA

Iker Rioja Andueza

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El Gobierno vasco ha aprobado este martes, en su reunión semanal, la redacción definitiva de su nuevo plan de convivencia, denominado Udaberri 2024 y que busca asociar la primavera de su nombre con una sociedad más diversa, abierta y plural ahora que quedan días para que se cumplan diez años del final de la violencia de ETA. El borrador fue presentado en mayo y ha sido sometido desde entonces a un “proceso de contraste” con todos los partidos políticos vascos -salvo Vox-, asociaciones de víctimas y otros colectivos. Entiende la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, que “aquella primera versión ha sido validada y enriquecida” y, entre las novedades que incorpora, destaca la mayor exigencia a la izquierda abertzale por haber dado cobertura a ETA y también la denuncia de que los homenajes a los presos suponen un menosprecio a sus víctimas. Así se exigió desde determinados ámbitos como el PP al entender que la amalgama de aspectos que abordaba el plan, desde la orientación sexual al terrorismo, dejaba fuera de foco medio siglo de violencia en Euskadi.

Entre las partes modificadas de mayo a septiembre figura el señalamiento explícito a “quienes han tenido responsabilidad directa o indirecta en medio siglo de terrorismo y violencia”, según ha explicado Artolazabal a los medios de comunicación. “Primavera es también memoria, es también verdad, es también autocrítica sincera y real por parte de quienes han ejercido la violencia y las culturas políticas que han amparado ese ejercicio. El fin del invierno y un nuevo amanecer exigen un reconocimiento en términos éticos, políticos y democráticos: fue injusto”, ha afirmado la consejera siguiendo con la metáfora de las estaciones. Sobre los 'ongi etorri', la nueva redacción del plan es la que sigue: “[Se precisa] Una mirada crítica también ante los 'ongi etorri' públicos a expresos de ETA, ya que más allá de su dimensión humana, afectiva, personal y familiar, suponen 'de facto' una exaltación simbólica de la cultura política de la violencia y un agravio y revictimización de las víctimas”. “Hemos querido subrayar que la reflexión crítica sobre el pasado debe interpelar especialmente y en primera persona a quienes han ejercido, justificado o contextualizado el terrorismo de ETA y la violencia”, ha aseverado Artolazabal.

No obstante, el plan apunta también a rebrotes de violencia más recientes vinculados al ocio, a los altercados con la Policía o a los delitos de odio. “El diagnóstico de la sociedad vasca del 2021 ha de ser un diagnóstico en términos de realidad y esperanza. Nos quedan asignaturas pendientes y en curso, pero caminamos en la buena dirección. El fin de ETA abrió un nuevo tiempo, un nuevo escenario, un nuevo reto: la convivencia en la pluralidad y en la diversidad. […] Esta mirada esperanzada se torna en mirada preocupada ante diversas expresiones de violencia, intolerancia y sectarismo que todavía emergen en nuestro entorno. Pintadas, amenazas, agresiones físicas y verbales, ataques a la Ertzaintza, … Son expresiones de una cultura de la violencia que subyace todavía en determinados sectores y resulta incompatible con la convivencia democrática”, se puede leer en el documento. Y se añade: “Reafirmar la radical deslegitimación política y social de la cultura de la violencia como estrategia de acción política; preservar y reforzar el pluralismo como elemento constitutivo del ADN político vasco; y velar por la protección efectiva de los derechos de todos y todas -especialmente de las víctimas y los sectores más vulnerables- constituyen las mejores garantías para ese futuro esperanzador en términos de convivencia y contrato social entre diferentes al que aspiramos”.

En general, Udaberri 2024 sitúa a la víctima como protagonista “insustituible” de las políticas en esta materia de memoria y convivencia. “[Se persigue] Una memoria construida, en primer lugar, sobre el conocimiento fehaciente de los hechos. Una memoria que cuente los hechos, todos los hechos; qué pasó, por qué pasó, quiénes fueron los responsables, quiénes las víctimas. Una memoria construida sobre la base de la disciplina histórica, el rigor y método histórico-científico. Historia al servicio de la construcción social de la memoria, memoria al servicio de la verdad”, se indica. Eso sí, hay una percepción compartida de que inculcar en la juventud los valores de convivencia y respeto cívico será lo que consolide una sociedad justa. Así lo explica la redacción definitiva del plan: “[Tenemos] Una juventud que no ha vivido directamente -o que no es consciente de haberla vivido- la experiencia traumática de la violencia y sus efectos, y, por ello, sin memoria personal propia y con mayor predisposición a amortizar el pasado. Y una juventud, al mismo tiempo, sujeto y actor del modelo de convivencia futura. Empoderar a la juventud como protagonista del futuro de la convivencia, desarrollar el binomio convivencia-juventud -más allá incluso del sistema educativo-: éste es uno de los principales objetivos del presente plan. La reflexión y el debate sobre la convivencia no puede ni debe ser monopolio de las generaciones del ciclo de la violencia”.

Adjunto al plan, aparecen 70 objetivos más concretos en materia de convivencia, la mayoría de ellos ya conocidos. Se abre la puerta a modificar la ley vasca de víctimas del terrorismo, se insiste en la necesidad de reconocer también a los afectados por la violencia policial, a ahondar en un modelo penitenciario de reinserción ahora que el 1 de octubre asumirá las competencias de Prisiones y el desarrollo de dos memoriales propios, además del museo de Gernika, dedicado al bombardeo de 1937. Son los de la sede del Instituto de la Memoria (Gogora) en Bilbao y el del tiroteo de la Policía Armada acaecido el 3 de marzo de 1976 en la iglesia de San Francisco de Vitoria. La aprobación del plan ha coincidido con el día internacional de la paz. Artolazabal ha destacado que ETA ha sido el principal factor de vulneración de derechos humanos “durante cinco décadas” pero ha insistido en que deben activarse también otras agendas de “diversidad” para atender los retos de una sociedad occidental del siglo XXI. La diversidad “no como un imperativo” sino “como un activo” en todos los órdenes, el sexual, el racial, el religioso y hasta el de la diferencia de edad, ha subrayado.

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