En busca de un lugar mejor
Hace unos días los habitantes del poblado que se encuentra ubicado entre los municipios de Astigarraga y Hernani fueron desalojados de sus chabolas durante la madrugada. El río Urumea estaba a punto de desbordarse en la zona donde viven. Fueron realojados en los polideportivos de ambos municipios donde pudieron calentarse con caldo y mantas, para después de un día y medio volver a su 'hogar'. En las inundaciones de hace tres años estas familias no tuvieron tanta 'suerte' y sus pequeñas casas quedaron totalmente destruidas. Aun así, las volvieron a construir desde cero a unos metros y desde entonces es ahí, bajo el puente de la autovía del Urumea, donde viven.
La mayoría de las chabolas están construidas con los deshechos que otras familias tiraron durante aquellas inundaciones. Levantadas por sus propios habitantes, están hechas de madera y plástico y cuentan con lo básico. Muchas de las casas tienen electricidad gracias a los generadores y se calientan durante el invierno con calefactores de leña. A unos metros de las casas también tienen un grifo con agua potable, pero todavía, cuando la corriente lo permite, se suelen bañar en el río, donde las ratas bucean a su antojo.
La situación de estas personas que viven en este campamento ha ido a mejor en los últimos años. Andrea, una de las habitantes, cuenta que desde que el Ayuntamiento de Astigarraga les empadronó viven más tranquilos sin la sensación de que “te pueden echar en cualquier momento”. La chabola, en la que vive con sus hijas y su marido Daniel, se encuentra ubicada bajo el puente. Su hija menor, Jessica de 7 meses, duerme profundamente pese a los constantes ruidos de los coches que pasan. “Al principio lloraba, pero te terminas acostumbrando al ruido”, asegura.
A unos 400 metros se encuentran las chabolas que pertenecen al municipio de Hernani, el cual también se unió a este programa y empadronó a estas familias. Estas chabolas se encuentran fuera del resguardo del puente, pero mucho más cercanas al río. Allí, el día de Reyes se quemó la casa de Roxana, en donde vivía con su hija Camelia de 4 años y su marido, con toda su documentación dentro. Aun así, en tan solo dos días y con la ayuda de sus vecinos levantaron una nueva chabola.
Proyecto piloto
Gracias al proyecto piloto por el que se ha empadronado a los habitantes de este nuevo nucleo urbano del municipio y que puso en marcha el Ayuntamiento de Astigarraga, Camelia ha podido ir al médico, porque como muchos niños de su edad en esta época del año, tenía algo de gripe. Además, todos los menos de 14 años que viven en este campamento están escolarizados y sus padres se tienen que encargar de que vayan a la ‘ikastola’, sino quieren que se les eche de allí.
El diputado de Política Social de Gipuzkoa, Ander Rodríguez, explica que, ante esta realidad, el Ararteko realizó una serie de recomendaciones que la anterior Viceconsejería de Asuntos Sociales recogió y trasladó a los Ayuntamientos. El de Astigarraga fue el único en mostrarse dispuesto a desarrollar un proyecto como el que en estos momentos se está llevando a cabo. Rodríguez apunta que lo vieron como “una alternativa muy interesantes y mostraron su disposición a participar en el programa”.
Asimismo, el Ayuntamiento procedió a realizar un censo de las personas que se encontraban en este campamento y tras empadronarse, exigió a sus nuevos ciudadanos una serie de requisitos, de los que el diputado hace un balance “muy positivo de su cumplimiento”. En este sentido, apunta que ya que existe el 100% de escolarización hasta los 14 años, la participación del 100% en las actividades de formación laboral, mejora de la higiene, alfabetización de adultos al 70% o el acceso a una renta mínima.
Plan a 5 años
Esta iniciativa contempla que estas familias puedan vivir en viviendas normalizadas en 5 años. Y esa también es la intención de Andrea, buscar un lugar en donde sus hijas puedan crecer. “Ya estoy mirando pisos para alquilar en el periódico”, pero es “muy caro” cuenta, por ello contempla irse a vivir con otra de las familias del “vecindario”. Además, asegura que es “muy difícil encontrar trabajo”, porque “la gente no tiene confianza”.
El diputado de Política Social asegura que 5 años es un objetivo “realista”, porque “ya hay familias que se han encauzado y llevan una vida normalizada”. Además, en esos años estas personas tendrán que superar los riesgos de exclusión que no solo afectan al hecho de que estén residiendo en chabolas, sino a una situación de exclusión múltiple, esto es, laboral, social, educacional y sanitaria, y por el momento estos objetivos se están cumpliendo.