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En la obra, solo el 1% es mujer: “Muchos hombres son hostiles porque creen que les quitamos su trabajo”

Una mujer trabajadora de la construcción en un andamio

Maialen Ferreira

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Solo un 1% de los trabajadores a pie de obra en Euskadi y un 8% de los trabajadores en la construcción son mujeres. El suyo se trata del sector más masculinizado y en el que se aprecia menor evolución o tendencia hacia una presencia más equilibrada entre mujeres y hombres, según arroja el estudio 'La ausencia de las mujeres en el sector de la construcción en los trabajos a pie de obra' realizado por la arquitecta Ane Alonso. En la investigación, han participado trabajadoras del sector, entre ellas una fontanera autónoma de 57 años, una peona en prácticas de 23, una carpintera que trabaja por cuenta ajena de 44 años, una pintora autónoma de 19 años y una albañil trabajadora por cuenta ajena de 39 y un albañil hombre, para conocer su punto de vista y comprobar si contrarrestaba con el de las mujeres.

“Creen que por ser mujeres tenemos cualidades para otras cosas, pero no para esto”, asegura la fontanera. “Hay mujeres que realmente se creen que no valemos para la obra, y hombres también”, reconoce la carpintera. Por su parte, el trabajador coincide con que las mujeres trabajan “con más ganas” que algunos de ellos. “Aguantáis mucho más vosotras que nosotros. Depende más del tipo de contratación (autónomo o no) que del trabajo en sí. Las mujeres con las que he trabajado tienen hasta más gusto que los hombres para un acabado. Con las que he coincidido, han trabajado con más ganas y han intentado dejarlo más curiosos que otros compañeros. Las mujeres sois más detallistas, supongo que porque os lo han inculcado desde pequeñas. El trabajo en la obra es muy bruto, muy basto, y hace falta trabajadores con gusto. Ese puntito de las mujeres nos vendría muy bien”, respondía un albañil a las preguntas de la investigadora.

Entre las razones por las que se cree que las mujeres no acceden a estos puestos de trabajo, está la fuerza y la destreza física, algo con lo que no coinciden las mujeres que han participado en el estudio. “Está muy sobrevalorada la fuerza de los tíos e infravalorada la de las tías. Y para nada, hay tíos con mucha menos fuerza que yo, y que necesitan ayuda. A mí todavía cuando hay que coger algo de peso vienen a ver si puedo. ¡A ver, tío, que si puedo! Que se dé por hecho que por ser tía no voy a poder me molesta y yo que soy muy orgullosa… Además ahora según la normativa muchas cosas hay que hacerlas entre dos personas”, asegura la carpintera, mientras que la peona señala que no cree que tener fuerza dependa de ser hombre o mujer. “Sin más, es un tema biológico tuyo pero independiente a tus genitales. A mí me echaba para atrás el pensar que no tenía fuerza física pero sé que realmente no tiene relevancia, porque hay cosas para las que yo tengo más cabeza, no me hace falta hacer la bestia”, aclara.

Parece que a nadie le llama la atención que siga habiendo un sector laboral en el que las mujeres son excluidas

Ane Alonso Arquitecta e investigadora

Otra de las cuestiones analizadas es el machismo al que se enfrentan cada día en su jornada laboral por estar rodeadas de hombres o ser la única mujer en la plantilla. “Muchas veces oyes cosas machistas, comentarios muy despectivos hacia las mujeres en general. No soy de dejar pasar pero tampoco puedo estar dejando de currar para contestar a todas las burradas. Procuro dejarles algún ”regalito“ para que recapaciten un poco. A veces únicamente me acerco para recordarles que estoy allí. Muchos de ellos son manifiestamente hostiles, piensan que estas quitando el trabajo a un hombre, que es muchísimo peor que quitarle el trabajo a una mujer. En la construcción el puesto de trabajo es masculino, por tanto una mujer se lo está quitando a un hombre. Al revés, de hombres que le quitan el trabajo a una mujer no se lo plantean”, confiesa la fontanera, algo con lo que el albañil entrevistado no coincide, ya que, según asegura en su sector hay muchas “broma y vacile”, aunque reconoce sentir “vergüenza” cuando una mujer llega al trabajo y es consciente de sus comportamientos.

La investigadora y arquitecta Ane Alonso ha presentado este lunes su trabajo acompañada de la directora de Emakunde, Miren Elgarresta, quien ha hecho hincapié en la persistencia en la sociedad de “roles y estereotipos de género que generan brechas importantes en distintos sectores, en algunos de manera extrema como en el caso de los trabajos a pie de obra en el sector de la construcción”. La suma de esos estereotipos como fuerza, suciedad, riesgos, imagen o capacidades, entre otros, según ha explicado Elgarresta, “genera una situación en la que las mujeres que superando esos obstáculos se atreven a ingresar en el sector, se ven condenadas a esforzarse el doble que en otras profesiones y que los hombres, para poder mantenerse en el sector”.

Hay mujeres que realmente se creen que no valemos para la obra, y hombres también

Carpintera

Según relata la autora de la investigación, el relato de las trabajadoras entrevistadas pone sobre la mesa una discriminación por sexo “injustificable que en ocasiones raya lo increíble”. “En pleno siglo XXI, todavía hay personas que les cuesta creer que puede haber mujeres trabajando en un oficio tradicionalmente desarrollado por hombres. Y que con una falta del más mínimo respeto se atreven a preguntar por su sexo a una persona, con una muestra de incredulidad similar a sí hubiesen visto un extraterrestre: ”¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Eres chica?“ contaba la carpintera. Nos encontramos ante un ejemplo de discriminación sin disimulo ni el más mínimo respeto hacia la persona preguntada, que como es lógico se siente violentada”, explica la investigadora.

Otro ejemplo de discriminación por sexo sin tapujos ni disimulos, lo relata la peona en relación a las primeras prácticas del módulo de carpintería: “Nos dijeron, a mi compañera y a mí, que dábamos mala imagen para la empresa y que nos fuésemos”, detalla la trabajadora. A lo que la autora de la investigación concluye que “cuesta creer, que en un Estado, cuya Constitución recoge en el que artículo 14 que no puede prevalecer la discriminación por razón de sexo (entre otras), una empresa argumente que la presencia de mujeres da mala imagen y que sea motivo para el despido”, critica.

“¿Una tía? ¿Aquí?”, le dijeron a otra trabajadora que se dedicaba a empapelar para pintar. “Sí creo que he tenido más dificultades por ser mujer, desde mi casa, hasta la obra. Tienes que demostrar que sabes hacer bien tu trabajo para que te acepten. He tenido que esforzarme más, demostrar más, para de alguna manera convencer. Las mujeres somos más listas, yo llevo todas mis herramientas, todo bien organizado, y así he podido convencer a mi marido y al resto, de que valgo para esto. Yo siempre estoy pensando cómo facilitarme el trabajo, como llevar el peso para no lesionarme, entonces me busco la vida, me compre un carrito… Somos más eficientes y productivas. La maternidad y la necesidad de conciliar nos obligan a ser más eficientes, más efectivas, y a distinguir lo que es importante de lo que no”, confiesa.

Como mujer tienes que demostrar que sabes hacer bien tu trabajo para que te acepten. He tenido que esforzarme más, demostrar más, para de alguna manera convencer

Empapeladora

En sus conclusiones, Alonso indica que lo que más le llama la atención, es que a nadie le llame la atención que haya tan pocas mujeres en la construcción y que nadie parezca interesarse en cambiar esa situación. “Una de las primeras conclusiones a las que llego es que el objeto de estudio, no solo los motivos sino el hecho en sí, es una problemática invisibilizada. A pesar de lo escandaloso de la cuota de segregación en el sector de la construcción en general (8%), pero especialmente en los trabajos a pie de obra (1%), no hay una conciencia colectiva, ni en el sector ni en la sociedad, de que haya un problema, y por tanto no hay demandas de mejora o de intervención para revertir progresivamente el desequilibrio existente. Parece que a nadie le llama la atención que siga habiendo un sector laboral en el que las mujeres son excluidas. Es una realidad que está absolutamente normalizada y en consecuencia no se actúa para tratar equilibrar la situación. No se considera un problema, y no está en ninguna agenda política, ni del feminismo ni mucho menos del sector de la construcción”, critica, para después aconsejar “visibilizarlo, ponerlo sobre la mesa y concienciarse de que hay un problema es el primer paso necesario para abordar su superación”.

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