“La Policía francesa dificulta cada vez más el tránsito de migrantes y eligen vías más siniestras”
A las 5.00 horas de este martes, cuatro migrantes fueron arrollados por un tren que se dirigía desde Baiona a Burdeos a su paso por la localidad de Ziburu. Tres de ellos fallecieron en el acto y el cuarto se encuentra “grave”, aunque “su vida no corre peligro”. “Duele e impacta saber que tres jóvenes que tenían toda la vida por delante y que han venido a buscársela la han perdido de un golpe”, reconoce Ion Aranguren, miembro de Irungo Harrera Sarea, red ciudadana que trabaja para “hacer que los migrantes sufran menos en su ruta” informándoles sobre los derechos que tienen y el dispositivo que hay en la localidad fronteriza.
“Son seis personas muertas en seis meses. Es cierto que en los tres últimos años no hemos tenido que lamentar ninguna desgracia de este tipo, pero toca”. Seis personas que han perdido la vida en la frontera entre el territorio español y el francés durante 2021, ya que en abril un joven migrante se suicidó a orillas del Bidasoa y en mayo y agosto dos personas que intentaban cruzar la frontera a nado se ahogaron. Como los tres primeros, Aranguren asegura que los migrantes fallecidos este martes estaban en tránsito, ya que tres de los cinco migrantes cuya documentación ha sido hallada en el lugar de los hechos tenían una orden de expulsión del territorio español, tal y como ha confirmado el fiscal de Baiona, Jêrome Bourrier.
Para Aranguren, la Policía francesa “dificulta cada vez más y más el tránsito de estas personas, agrandando su sufrimiento”. Por ello, tras encontrarse con controles policiales en los puentes fronterizos, los migrantes buscan “vías cada vez más siniestras como el río Bidasoa, por donde nunca cruzaría alguien que lo conoce y sabe que es traicionero”. “La primera opción es montarte en un autobús y cruzar la frontera por la carretera. Cuando esa te la impiden, pruebas andando por el puente de aquí o por el de allá. Cuando te cortan el puente piensas en probar pasándolo de noche a ver si no te ven. Según van cortando los caminos, van haciendo caminos más difíciles”, explica.
Los fallecidos en el Bidasoa ahora son noticia porque son pocos, pero dejarán de serlo como pasen de los 20 o 30
Si bien el alcalde de Ziburu, Eneko Aldana, ha expresado su consternación con lo ocurrido e Irungo Harrera Sarea es conocedora de la contrariedad de los ayuntamientos de las localidades cercanas a la muga de los controles migratorios de las policías francesas, no es esa la postura de las instituciones estatales. Así, Aranguren cree que para solucionar este problema deberían cambiar las políticas migratorias europeas. “Que Europa vuelva a ser una tierra de asilo y acogida para quien huye de su país porque su vida está en riesgo” y que “se señalicen rutas seguras de tránsito, que no tengan que pasar el Atlántico o el Mediterráneo en una balsa de plástico de mala muerte”, defiende. “No hay que olvidar todas las personas que han fallecido en la ruta del Atlántico en lo que llevamos de 2021 –casi un millar de migrantes–, que ya han dejado de ser noticia. Los fallecidos en el Bidasoa ahora son noticia porque son pocos, pero dejarán de serlo como pasen de los 20 o 30”, recuerda.
También cree que debería dedicarse el dinero que se destina a Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, a la inclusión de las personas migrantes. “Hace unos meses en los países escandinavos se dieron cuenta de que necesitaban más personas migrantes porque no podían atender las necesidades del país, sobre todo de las personas mayores. En España y Francia pasa lo mismo, la población está envejecida y no hay mano de obra para que la gente que se jubile pueda seguir viviendo. Es una hipocresía no facilitar la inclusión de las personas migrantes en la sociedad pero aprovecharse de ellas hasta la última gota de sangre”, zanja.
Los migrantes que se encuentran en tránsito en Irún pueden acudir a un albergue gestionado por la Cruz Roja. Sin embargo, “prácticamente cada día uno o dos migrantes se quedan en la calle aun habiendo sitio libre” por no cumplir los requisitos, lo que “favorece” su desesperación y provoca que intenten cruzar la frontera por lugares menos transitados porque “creen que han llegado a Europa y se dan cuenta de que no, de que para llegar tienen que pasar el río”. Oficialmente, ni Irungo Harrera Sarea ni tampoco el Ayuntamiento de Irún han podido acceder al criterio por el que una persona migrante no puede pasar la noche en él, pero sí conocen algún detalle por los testimonios que les han ofrecido los propios migrantes rechazados: “más o menos, los requisitos son que no lleven más de un año en el Estado español y que no pueden pasar más de tres noches”. “Esta última noche dos personas que han dormido en la calle llegaron hace cinco meses a Canarias y no entendemos por qué no les han dejado dormir en el albergue habiendo sitio”, denuncia.
Es una hipocresía no facilitar la inclusión de las personas migrantes en la sociedad pero aprovecharse de ellas hasta la última gota de sangre
Un “respiro” a 40 kilómetros de la frontera
No obstante, esa “desesperación” que los migrantes sufren al quedarse en la calle en Irún desaparece cuando llegan a Baiona. Allí, a tan solo 40 kilómetros de la frontera, las personas en tránsito “respiran tranquilas” porque el albergue gestionado por el Ayuntamiento no pone limitaciones a los migrantes. “El Ayuntamiento de Baiona abrió el albergue para no tener que ver la ciudad llena de migrantes por todas las esquinas y, por otro lado, por un sentido humanitario. Creo que es una combinación de ambas y significa tranquilidad para los migrantes”, señala Aranguren.
Este verano, Irungo Harrera Sarea ha contabilizado el paso de alrededor de 300 migrantes en tránsito al mes, lo que supone un flujo “habitual”. Aun así, Aranguren destaca que otras tantas personas habrán pasado la frontera, seguramente, sin que la red ciudadana haya podido saberlo porque no sabían de su existencia o porque “ya tenían hablado con alguien cómo cruzar”, ya que cuando han contrastado los datos con los que ofrece el albergue de Baiona “allí llegan el doble de personas”.
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