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Género y guerra

Mujeres afganas participan en una manifestación en Kabul pidiendo a los talibanes que garanticen sus derechos

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El martes es 8 de marzo, un día marcado por un movimiento de emancipación único en la historia de la Humanidad. Un movimiento de emancipación sin jerarquías, sin castas, sin carnet, un movimiento de disidencias armonizadas. 

Pero este 8 de marzo, en lo inmediato, se mueve dentro de un bombardeo incesante de noticias de la guerra en los noticiarios, en las cabeceras de los diarios y en las conversaciones vecinales. Y es que hay una guerra que nos toca de cerca, no es como las otras guerras que se viven en el mundo, pero que casi no nos alcanzan, que podemos elegir dar asilo o no darlo, horrorizarnos un día y olvidarnos al siguiente. Esta guerra en cualquier momento puede empezar a ser nuestra guerra y eso hace que no podamos sacarla de nuestras cabezas. 

Y en medio de este caos, y del miedo, el feminismo tiene que salir a la calle, y tomar las portadas y las conversaciones, porque la guerra que nos ocupa el corazón estos días es una guerra de las de siempre, una guerra por los recursos, la dominación y el poder, y es como todas las guerras racista y sexista. Por eso, el feminismo tiene que hacerse presente, porque mientras las sociedades del mundo no abracen la igualdad plena entre las personas no habrá cambios verdaderos, y nos seguirán quitando el sueño, y la vida, y no nos dejarán construir la paz verdadera de la que hablábamos la semana pasada.

Llevaba tiempo pensando en este artículo, para este día, y había pensado dedicarlo a nuestras hermanas afganas, luego, con los acontecimientos que cerraron febrero tuve dudas, pero finalmente he retomado mi idea original porque quiero la paz para Ucrania, y para el mundo obviamente, pero sobre todo quiero la paz entre las personas, y la paz de las personas con el mundo, y que el mundo se haga feminista para que dejemos de vivir en la violencia normalizada.   

Las mujeres afganas viven en guerra, en su país, en sus calles, dentro de sus casas, y es muy posible que vivan en guerra dentro de sí mismas. Las mujeres afganas que son hijas, esposas y madres de hombres que no las respetan, que les niegan sus derechos y sus capacidades, pero seguro que los aman y se preguntan porque si ellas desean todo lo mejor para esos hombres, esos hombres no desean todo lo mejor para ellas. 

Las últimas noticias que tengo de Afganistán son del 16 de enero de este año, cuando marcharon hasta la Universidad de Kabul para pedir a los talibanes que les devuelvan sus sueños, su derecho a una educación superior, su derecho a elegir su propio futuro autónomo y digno. Hicieron esa marcha en reivindicación de la vida de Zainab Abdullahi que murió cuando su automóvil fue tiroteado en un puesto de control. Murió en brazos de su hermana Fátima. Gritaron pidiendo saber qué ha sido de Alia Azizi, directora de la prisión de mujeres de Herat, ambas mujeres eran hazaras, un grupo étnico minoritario que ha sido blanco de los talibanes. Ya ven que el racismo es también otro componente del triángulo del odio en todas las guerras.

Pedian saber qué pasó con las mujeres manifestantes de Mazar-e-Sharif, la cuarta ciudad más grande de Afganistán, a las que parece que han sometido a tortura. 

Por eso y por más, las mujeres afganas salieron a la calle, con riesgo para sus vidas. Como ustedes ya saben el gobierno talibán ha retirado a las mujeres de los empleos públicos y ninguna mujer puede recibir educación después de la escuela primaria. Este 16 de enero, las mujeres afganas pidieron que el mundo no permanezca en silencio ante las injusticias que viven, que vivimos.  Ya lo dijo Audre Lorde “No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas”. 

Yo iría más allá, ninguna persona será libre mientras sigamos siendo esclavas de nuestra ceguera que normaliza la explotación de las otras vidas, y la negación de su dignidad. Kimberlé Crenshaw acuñó en 1989 el término 'interseccionalidad' para explicar que los modelos de opresión basados en raza, origen, género, orientación sexual, etc. no actúan independientemente unos de otros, sino que co-existen e incluso se retroalimentan. Por eso no podemos afrontar las problemas de uno en uno, debemos crear todo un mundo nuevo, mientras nos oponemos al viejo mundo de la violencia y la dominación, de las personas entre las personas, de las personas hacia los otros animales y hacia toda la naturaleza. Sé que pido mucho, pero es que lo quiero todo. 

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