Desde que en 1993 Steven Spielberg llenara las salas de medio mundo recaudando más de 1.000 millones de dólares (ajustados a la inflación, serían más de 1.500 millones de euros actuales), son muchos los cinéfilos que podrían describir, a grandes rasgos, cómo eran los dinosaurios. Sin embargo, el tiempo no pasa en balde, y si las criaturas que retrató el director de Parque Jurásico en el cine habitaron la Tierra hace más de 200 millones de años, ya ha transcurrido un cuarto de siglo desde el estreno de aquella película con la que se inició la saga. Y, por imposible que parezca, en cinco lustros ha cambiado bastante la idea que los científicos tienen sobre los dinosaurios.
Quedan apenas dos semanas para el estreno de Jurassic World: El reino caído, la última entrega de la saga, dirigida por el español Juan Antonio Bayona, producida por el propio Spielberg y presentada hace tan solo unos días en Madrid). En estos momentos, el mismísimo científico que entonces aconsejó al estadounidense para llevar dinosaurios a la gran pantalla trata de dar un golpe de timón en la forma en la que vemos hoy a los dinosaurios.
Su nombre es Jack Horner, y ahora se propone educar algo más (y, sobre todo, mejor) sobre el verdadero aspecto de los dinosaurios. “Tenían, al menos, algunas zonas que podrían haber sido de colores vivos, muy parecidas a las de las aves, y no habría motivos para considerarlos distintos de las aves”, desvela el paleontólogo.
En su obsesión por “mostrar cómo eran realmente los dinosaurios”, Horner se ha aliado ahora con la tecnología. De hecho, el otrora asesor de Spielberg trabaja en el desarrollo de una exposición itinerante que llegaría a comienzos de 2019 y en la que los hologramas permitirían llevar por todo el mundo el aspecto real de los dinosaurios. O, al menos, una apariencia más cercana a la verdad que aquella que mostró Parque Jurásico hace 25 años. “Siempre trato de encontrar la mejor manera de transmitir la ciencia de la paleontología al público general”, explica el científico.
Fue gracias a Horner que Parque Jurásico pareciera realista y no una parodia del mundo jurásicoParque Jurásico. Por poner solo un ejemplo, el paleontólogo logró evitar que los velocirraptores de aquella primera entrega tuvieran una lengua bífida, como las de las serpientes, tal y como planteaba el equipo de Spielberg:
Sin embargo, Horner no pudo evitar que el comienzo de la rentable saga que llega ahora a su quinta entrega contuviera algunos que otros errores. Uno de ellos tenía que ver con ese temido dinosaurio que corría a toda velocidad para temor de protagonistas y espectadores. Aquellos velocirraptores de la gran pantalla serían mucho más grandes que los que corretearon por nuestro planeta hace millones de años: su tamaño real habría sido más parecido al de un pollo de nuestros días.
Ese y otros errores son los que Horner pretende subsanar ahora con hologramas. Para ello, trabaja con la compañía de entretenimiento Base Hologram, cuya tecnología ya ha sido utilizada para ofrecer conciertos protagonizados por Maria Callas o la estrella del rock Roy Orbison. La compañía pretende ahora, junto a Horner, llevar sus hologramas con la concepción actual de los dinosaurios (con esos colores vivos y, en según qué casos, con plumas en lugar de escamas) para dar lugar al debate entre la comunidad científica. “La controversia está bien porque hace que la gente hable”, plantea el vicepresidente de Base Hologram, Michael Swinney.
Sonidos, tamaños e incongruencias temporales
Otro de los proyectos de Horner, llamado Dino-Chicken, quiere demostrar de una vez por todas la relación entre las aves actuales y los dinosaurios que atemorizaron a millones de espectadores hace ahora 25 años. “Las aves en realidad son dinosaurios vivos que simplemente tienen un aspecto diferente”, explican desde el equipo del paleontólogo. “Este proyecto tiene como objetivo recrear un animal parecido a un dinosaurio y un ave”, detallan.
Aquella imagen de los dinosaurios que Spielberg hizo popular en 1993 podría no tener nada que ver con la realidad, como intenta mostrar ahora Horner. Sin ir más lejos, los supuestos sonidos emitidos por estas criaturas son solo especulaciones: mientras que los gruñidos de las especies que aparecieron en pantalla se crearon mezclando los sonidos de tigres, cocodrilos, elefantes y la respiración de una ballena, las más recientes investigaciones apuntan que el sonido de algunos dinosaurios podría ser grave y parecido al de un trombón.
Además y en líneas generales, todas esas cosas que Hollywood mostró sobre sus movimientos o la forma de alimentarse no son más que hipótesis que, por muy consultadas que estuvieran con palentólogos como Horner, no dejan de ser meras especulaciones. Y que los propios científicos cambien de opinión, desacreditando lo planteado por Spielberg, tiene sentido: al fin y al cabo, todo lo que sabemos (o creemos saber) de estas criaturas se extrae de sus restos en la Tierra, los fósiles.
De hecho, ni tan siquiera el género de los dinosaurios podría determinarse con absoluta certeza según sus restos. Tal y como plantea en un estudio Jordan Mallon, paleontólogo del Museo de Ciencias Naturales de Canadá, no se sabe a ciencia cierta si machos y hembras se diferenciaban fisionómicamente. Si bien se da por hecho que algunas variaciones óseas determinarían el sexo de las criaturas fosilizadas, no es algo que se pueda afirmar con rotundidad.
Lo que sí se sabe ya con certeza es que Spielberg no acertó con la estrella de su Parque Jurásico. Un estudio de Stephen L. Brusatte, del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, repasó años después del estreno de la película la evolución del Tyrannosaurus rex y estipuló que ni el tamaño ni la época en la que Spielberg situó a este gigante del parque eran correctos.
Aunque los antepasados de este rey sí habitaron la Tierra en el Jurásico, su tamaño no era ni mucho menos el del Tyrannosaurus rex: eran carnívoros de entre 1 y 9 metros. No sería hasta el Cretácico cuando la evolución les llevaría hasta los 13 metros de longitud y más de 5 toneladas. Así, para que todo hubiera encajado con la realidad, o el tiranosaurio tendría que haber sido mucho menos imponente, o la película debería haberse titulado Parque Cretácico, por raro que suene dos décadas y media después de su estreno.
Con cresta, plumas y algunos colores bastante diferentes a los que plasmó Spielberg en una de sus obras maestras, lo cierto es que los dinosaurios podrían ser totalmente distintos de aquellos que habitan en el imaginario colectivo gracias a su carrera cinematográfica. Ahora, el científico que dictaminó cómo debían verse en la gran pantalla quiere dar marcha atrás y usar hologramas para ello. Quién sabe si, en unas décadas, la imagen de estos animales tendrá algo que ver con la que ilusionó (y asustó) a niños y mayores en el ya lejano 1993.