Pintar el suelo con una obra de Okuda: el plan para convertir una calle llena de pubs en una meca de ‘instagramers’
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“Instagrameable”. Marcos Serra no duda al elegir el adjetivo para definir con una palabra el proyecto que, como alcalde de Sant Antoni de Portmany, acaba de encargar al artista Okuda: pintar una obra sobre las baldosas de una calle. Pero no de una calle cualquiera. En el Carrer Santa Agnès han ocurrido muchos de los excesos que convirtieron a este pueblo del poniente ibicenco en el paradigma del turismo basura. Es el eje del West End, un barrio que antes de la llegada de los turoperadores británicos estaba lleno de vida. Comercios y restaurantes, algún bar nocturno, cuando entró con fuerza el turismo. En ese momento, años sesenta, setenta, todavía quedaban algunas familias, alguna casa con huerta. Entonces el barrio se llamaba sa Raval, un nombre que hoy sólo resiste en la cabeza de algún anciano que ya hace mucho tiempo que se marchó de allí. En los ochenta, cuando la Administración Thatcher desvió a sus odiados chavs a Sant Antoni, todo cambió.
Sol, playa, fast food, todo incluido, barras de striptease, alcohol, drogas. Locales alquilando sus locales al capital anglosajón. Dinero fácil, degradación. Ruido, suciedad, reyertas, edificios a medio construir, feísmo urbanístico, calles desangeladas cuando el último worker regresa a su suburbio de Sheffield, Leeds o Liverpool. Y, excepto en el período 2015-2019, gobiernos municipales del PP. El combo es el mismo desde que en los años ochenta sa Raval se convirtió definitivamente en el West End. El modelo turístico de todo el pueblo, y la forma de habitarlo, quedó condicionado, pese a los esfuerzos de algunos empresarios por reformar y reorientar sus negocios.
En los últimos veranos algo ha cambiado en Sant Antoni. El turismo basura pivota en otro eje, el paseo marítimo. El casco urbano –cada vez menos masificado, cada vez más pubs con el cartel de se vende enganchado en la persiana– se presenta, entonces, como un lienzo en blanco pidiendo reconversión. Por eso, para descolgarse el sambenito de pueblo sin ley, el ayuntamiento lanza “una propuesta cultural que atraerá un perfil de visitante diferente”, dice su alcalde: “Ojalá tenga mucha repercusión. Si tiene aceptación y reconocimiento esperamos que más empresarios se atrevan a abrir negocios diferentes”.
371.000 euros públicos por una alfombra multicolor
El neologismo que utiliza Marcos Serra (todavía) no lo ha recogido la RAE, pero se explica por sí solo. En caso de duda, se puede consultar el Cambridge English Dictionary y traducir el significado de la voz instagrammable: “Suficientemente atractivo o interesante para ser fotografiado y publicado en la red social Instagram”.
La puerta tridimensional para pasar de los guiris a los influencers empezará a crearse a principios de 2025. IAM Okuda SL cobrará 371.000 euros por trazar una alfombra multicolor de algo más de mil metros cuadrados. Más de una cuarta parte del presupuesto, 100.000 euros, corresponden al caché del muralista cántabro que tiene su cuartel general en el madrileño barrio de Usera. La empresa que gestiona sus proyectos gastará el resto del dinero en adquirir la pintura y demás materiales, en pulir el suelo antes de comenzar con las imprimaciones, en vallar y vigilar la zona durante los cincuenta días que durará el trabajo, en producir vídeos y fotografías del proceso creativo y en colocar y decorar unos toldos que darán sombra al Carrer Santa Agnès.
IAM Okuda SL cobrará 371.000 euros por trazar una alfombra multicolor de algo más de mil metros cuadrados. Más de una cuarta parte del presupuesto, 100.000 euros, corresponden al caché del muralista cántabro que tiene su cuartel general en el madrileño barrio de Usera
La inversión pública en este proyecto es fuerte; equivale, más o menos, al 10% de lo que costaría construir un auditorio con capacidad para trescientos espectadores. Sant Antoni, a pesar de ser un municipio que roza los 30.000 habitantes, no tiene ninguna infraestructura pública de ese tamaño para organizar eventos y actividades culturales. Algo inaudito en Eivissa y, también, en Balears. Con una población parecida, Maó, Ciutadella, Inca o Manacor disponen de teatros, museos, espacios multidisciplinares perfectamente equipados. Compararse levanta ampollas en los grupos municipales que ejercen la oposición municipal en franca minoría: contando a la edil que tiene VOX, suman apenas nueve de los veintiún concejales del pleno.
“Sería más conveniente invertir en construir un centro cultural”
“Estamos a favor de la cultura y el arte y de invertir en ello, pero nos parece una cantidad desproporcionada. No sé si Okuda estaría de acuerdo si supiera que su obra va a ser pisada por el tipo de turistas que frecuentan la zona. Cada día los servicios de limpieza pasan horas limpiando restos de alcohol, comida, orina y vómito. Sería más conveniente invertir en construir un centro cultural, que es una vergüenza que no tengamos ninguno en todo el municipio”, explica Angie Rosselló, la portavoz de Unides Podem. Antonio Lorenzo, su homólogo socialista, es igual de gráfico: “Una cosa es que encarguen a un artista del nivel de Okuda un mural y otra que quieran pintar una calle así sin que haya cambiado antes el tipo de turista que la visita. Se va a llenar automáticamente de mierda. Deberían priorizar otras cosas, pero construir un centro cultural con auditorio nunca ha sido importante para el PP. Es una cacicada del alcalde”.
Una cosa es que encarguen a un artista del nivel de Okuda un mural y otra que quieran pintar una calle así sin que haya cambiado antes el tipo de turista que la visita. Se va a llenar automáticamente de mierda. Deberían priorizar otras cosas, pero construir un centro cultural con auditorio nunca ha sido importante para el PP. Es una cacicada del alcalde
A Marcos Serra no le importan las críticas (“Ahora mismo hay mucha oferta de ocio nocturno y la idea es que haya más oferta de ocio diurno, restaurantes y comercios. No lo cambiaremos en una o dos legislaturas, pero hay que poner la primera piedra. Dicen que si quieres resultados diferentes tienes que actuar diferente. La idea es que no sea una zona degradada sino que tenga más vida”) y anuncia que volverá a repartir ayudas –un millón dividido en fracciones de 80.000 euros– entre los empresarios del West End que reconviertan pubs y discotecas en restaurantes y comercios.
Los fondos vienen de Bruselas, como los que está destinando el Ayuntamiento para otorgar ayudas que embellezcan fachadas. Son parte del plan Next Generation creado, en principio, para impulsar las economías europeas tras la Covid-19. Igual que otro millón, gastado en comprar, y derribar, Can Tunís, una antigua casa para aprovechar la parcela y construir una galería de arte junto al mural pedestre de Okuda. Será pública. El municipio sin auditorio –ni centro cultural– tendrá tres salas de exposiciones a apenas quince minutos de distancia a pie entre cada una de ellas. Ya existen dos. Una reutiliza el interior de un molino. La otra, las estancias de un faro en desuso.
Junto a este espacio cultural, frente a la puesta de sol, una de las más embriagadoras del Mediterráneo, el ayuntamiento quiere colocar la escultura de un tirachinas gigante. Los ingenieros municipales están redactando el proyecto de instalación. Cuando la Demarcación de Costas lo apruebe, el PP, que gobierna con mayoría absoluta, invertirá 80 mil euros públicos en pagar una escultura creada por el escultor Enrique Saavedra López-Chicheri. Como en el caso de la pintura de Okuda, al tratarse de una obra artística, la ley permite contratar sin convocar un concurso. No es necesario valorar varias propuestas antes de desembolsar el dinero público.
El alcalde justifica la inversión: “El precio de la pintura ha subido”
–Alcalde, el proyecto del mural ya quisieron sacarlo adelante el pasado mandato, pero como gobernaban en coalición y a su socio, Joan Torres, concejal de El PI, no le gustaba no pudieron encargarlo. Entonces se hablaba de 220.000 euros. ¿Por qué se ha encarecido tanto el precio?
–Porque ahora el artista asume todos esos servicios complementarios que antes hubieran correspondido al ayuntamiento. Nos han recomendado hacerlo así para que no se viera como una fragmentación de contrato. Okuda se encargará de contratar directamente los servicios que necesite, imagino que lo hará con empresas locales. Además, el precio de la pintura ha subido.
–¿Sabe cuánto costará mantener la obra?
–Les he insistido mucho en la calidad de la pintura. No puede saltar a las primeras de cambio. Si una fachada, que no se pisa, tiene desgaste, imagínate con un suelo por el que pasa tanta gente. Habrá que tener un cuidado especial. Durante el primer año, es obligación de Okuda encargarse del mantenimiento. Después lo hará el ayuntamiento. Tendremos que estudiar lo que nos costará.
–¿No es una inversión muy arriesgada?
–Soy consciente de que es una decisión arriesgada, pero haremos una ordenanza para mantener esta obra artística. No se permitirá el tráfico rodado en esa calle.
Soy consciente de que es una decisión arriesgada, pero haremos una ordenanza para mantener esta obra artística. No se permitirá el tráfico rodado en esa calle
–Si quieren convertir a Sant Antoni en un destino cultural, ¿por qué no han empezado por construir una instalación tan básica como un auditorio?
–Me encantaría haberlo hecho todo el primer año de la legislatura. El Consell Insular está trabajando para comprar el Cine Torres [un edificio centenario que necesitaría una reforma millonaria por su mal estado de conservación porque lleva cerrado más de veinte años] para cedérnoslo. Estamos esperando a ver si se puede comprar o, si no ocurre, olvidarnos de este cine y buscar un terreno para construir un nuevo auditorio. Antes de que termine el año deberíamos tener algo claro.
Más de 400.000 seguidores en Instagram
Más de cuatrocientas mil personas siguen a Óscar San Miguel Erice en Instagram. En sus stories destacadas hay una pestaña dedicada a los luminosos triángulos que ha pintado aquí y allá. Al clicar, Murales, se llama la story destacada, aparece una foto del último que ha inaugurado. Pescadores de recuerdos, Puerto de Cádiz. Bajando por su feed, el mapa se expande. Ámsterdam, Madrid, Ciudad de Panamá, São Paulo, Tampa, Barcelona, Michigan, Málaga, Los Ángeles; colegios, museos, coches, fábricas, instalaciones artísticas, facultades universitarias, cúpulas de iglesias desacralizadas, muros bajos y muros de inmuebles de muchas plantas. “Transformar la ciudad es lo que más me pone”, dijo Okuda en un reportaje publicado en Somos Madrid. Para hablar de la intervención en el West End de Sant Antoni, las personas que gestionan sus apariciones en medios prefieren esperar a la rueda de prensa (que todavía tiene fecha) con la que se presentará el proyecto.
Ámsterdam, Madrid, Ciudad de Panamá, São Paulo, Tampa, Barcelona, Michigan, Málaga, Los Ángeles; colegios, museos, coches, fábricas, instalaciones artísticas, facultades universitarias, cúpulas de iglesias desacralizadas, muros bajos y muros de inmuebles de muchas plantas. “Transformar la ciudad es lo que más me pone”, dijo Okuda en un reportaje publicado en Somos Madrid
“El caso de Ajo fue muy controvertido”, dice el alcalde Serra, “y hubo manifestaciones en contra. Cuando eres político y quieres apostar por el arte, lo asumes porque sabes que suele ocurrir. No todo el mundo lo entiende. Ya han pasado cuatro años y, según nos dicen, [en el municipio de Bareyo] están contentos porque el mantenimiento ha sido mínimo. Aunque esté al lado del mar, el salitre no le está afectando. A pesar de que muchos vecinos estaban en contra, ahora parece que han cambiado de opinión”.
Por aquel trabajo en el faro más icónico de su tierra natal, Okuda facturó 80.000 euros. Lo impulsaron el Gobierno de Cantabria (época Revilla) y la Autoridad Portuaria de Santander. El impacto turístico que ha causado su obra en el Cabo de Ajo es innegable; puede cuantificarse. Bareyo quería turismo y lo tuvo con creces. Sólo en 2021, visitaron más de 207.000 personas este municipio que no llega a los 2.000 habitantes. Había pasado apenas un año desde que el artista hubiera decorado los catorce metros de altura del faro con geometrías que componen las formas de los animales que tienen su casa en el punto más septentrional de Cantabria. El entorno del faro está protegido por su importancia medioambiental. Es un santuario para aves y cetáceos.
La Rua Rosa de Lisboa
Para el alcalde popular de Sant Antoni, el faro de Ajo es la luz que conduce hacia esos museos a cielo abierto que cita como ejemplos a seguir. Uno es la Rua Rosa de Lisboa. El otro, los walls de Wynwood, Miami.
La calle lisboeta se llama realmente Rua Nova do Carvalho. Situada en el corazón del Cais do Sodré fue durante siglos el burdel más frecuentado por la ciudad por su cercanía con el puerto. De la prostitución callejera al escenario turístico saltó gracias a la pintura rosa que la decora desde 2013. Cafeterías hípsters, restaurantes vegetarianos, marcha nocturna, alquileres vacacionales, expulsión de los residentes de toda la vida, centros culturales gestionados por vecinos que quieren revertir la situación. La Rua Rosa se convirtió en uno de los mascarones de proa de una de las capitales de moda en Europa. El botón que muestra cómo el crecimiento económico que trae el turismo comporta, también, peor calidad de vida para los residentes.
Las paredes de Wynwood empezaron a pintarse en 2003. Nina Arias y Mark Coetzee, dos conservadores de arte, atrajeron a jóvenes creadores para que le dieran color a un barrio, histórico, en el que la delincuencia se había cronificado. Aparecieron –aprovechando las diáfanas naves de la industria abandonada– galerías, estudios, ateliers, museos, ferias. En 2013, un cuarto de millón de turistas visitaban Wynwood para sacarse selfies ante la pintura de los muros. El año pasado fueron 13 millones. Cada doce meses, el turismo genera un flujo de casi 600 millones de dólares en el barrio; alquilar una habitación puede costar más de 3 mil dólares al mes. Los portorriqueños que jugaban al dominó o a las cartas sentados frente a las puertas de sus casas han desaparecido. Desde hace rato, los turistas son los únicos que janguean allí. La transformación de Wynwood se estudia en las universidades como paradigma de los procesos gentrificadores –o la avaricia– que despierta el arte urbano.
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