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La Ciudad de México reemplazará la estatua de Colón por la de una mujer indígena

Imagen de la estatua de Cristóbal Colón en la avenida Reforma, Ciudad de México.

Peio H. Riaño

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La Ciudad de México ha comunicado que la estatua de Cristóbal Colón que presidía el céntrico Paseo de la Reforma será desplazada al Parque América, en la alcaldía Miguel Hidalgo. En su lugar, van a colocar un monumento que rinda homenaje y reconocimiento a las mujeres de los pueblos originarios, tal y como ha señalado la alcaldesa, Claudia Sheinbaum.

La figura fue apeada del pedestal días antes del pasado 12 de octubre, para evitar nuevas vandalizaciones contra la imagen porque había convocada en la plaza una manifestación bajo el lema “lo vamos a derribar”. La razón oficial que se dio para la polémica retirada del símbolo fue la restauración de la pieza inaugurada en 1875 y realizada por el escultor francés Charles Cordier (1827-1905), copiando los bocetos del escultor original del proyecto, el catalán Manuel Vilar. 

Colón será sustituido en los próximos días por “Tlali”, que en estos momentos produce en su taller el escultor mexicano Pedro Reyes y que medirá 6,5 metros de altura. Tlali significa “tierra” en náhuatl y el artista explica que la tierra es una imagen femenina, pues, dice Reyes, todos venimos y volvemos a ella. “La tierra no es solo nuestro pasado, en el siglo XXI nuestra supervivencia depende del cuidado que tengamos de ella. Si alguien puede enseñar cómo se cuida este planeta son los pueblos originarios, es lo que debemos volver a ver”. 

La alcaldesa ha dicho que existen dos versiones sobre la llegada de los españoles a América en el siglo XV: la europea, que lo describe como un “descubrimiento” que libró al imperio azteca del régimen sanguinario en el que vivían. Y la mexicana, dijo, según la cual los españoles cometieron un genocidio en Tenochtitlan. “La reivindicación de la mujer indígena y lo que representa en nuestra historia también es justicia social, es reconocimiento de los pueblos originarios y lo que representan las mujeres, es el mejor homenaje que podemos hacer a las mujeres hoy en el Día Internacional de la Mujer Indígenas”.

Un símbolo cuestionado durante años

Este monumento se encargó para conmemorar los 400 años de la llegada a América, en 1892. El mismo motivo que puso en marcha las estatuas dedicadas a Colón en Barcelona y en Madrid. Este golpe simbólico en el centro neurálgico de México y sobre una escultura que ha sido objetivo de las críticas desde hace más de tres décadas es un cambio de criterio en la reivindicación de los símbolos nacionales contemporáneos.

El primer intento de derribo de esta estatua sucedió en una fecha de alto voltaje simbólico: el 12 de octubre de 1992, Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Ese día, el símbolo del “primer hombre moderno”, de ciencia, que descubre y civiliza, que implanta el relato hegemónico, no pasó a mejor vida. Los manifestantes se conformaron con mancharlo. Unas 25.000 personas partieron rumbo al Zócalo desde diversos puntos de la ciudad. Una vez en el lugar de encuentro, a los pies de la estatua, varias personas treparon por la figura de bronce y le colocaron una pancarta atada al cuello en la que se leía: “V centenario de la masacre indígena”. Rociaron el símbolo con pintura roja y amarilla, le escupieron y gritaron: “¡No queremos a Colón, ni siquiera en el panteón!”. Mientras, en Europa, una furia iconoclasta arrasaba con las estatuas de Lenin sin miramiento, en México los vecinos de la capital del país no se atrevieron a tanto. 

En 1994, con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en marcha, una multitud volvió a protestar el 12 de octubre en la plaza Reforma, en Ciudad de México. Esta vez, pasaron las sogas alrededor del bronce y las amarraron a un bus urbano de la Ruta 100 para derribarla. La Policía lo evitó en el último momento.

Desde entonces, cada 12 de octubre, a Colón lo protegía un batallón de fuerzas del orden para evitar que los manifestantes eliminaran “la muestra de la persistencia del colonialismo” en el país. En el año 2007, la efigie se cubrió con un plástico de color naranja para protegerla de la lluvia de pintura. 

El monumento fue inaugurado en 1875 pero el proyecto lo había iniciado el segundo y último emperador de México, Maximiliano I de Habsburgo, que fue derrocado en 1867 por el presidente Benito Juárez, responsable de la instauración de la República. Diez años después, Antonio Escandón (banquero y uno de los empresarios del ferrocarril de Veracruz a México) se encargó de retomar el proyecto y financiar el monumento de 14 metros de Colón. La idea del homenaje se le ocurrió al sobrino del millonario, Alejandro Arango y Escandón, político e intelectual conservador, formado en Madrid y miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia.

La escultura es de corte neoclásico y a los pies del pedestal tenía cuatro frailes sedentes (Pedro de Gante, Bartolomé de las Casas, Juan Pérez de Marchena y Diego de Deza). En la base, el escultor talló escenas del desembarco del almirante evangelizador de América, que además de estar sostenido por los cuatro clérigos, levanta su brazo y mira al cielo, en claro homenaje al catolicismo. Ahora, México ha dado un paso adelante para acabar con los homenajes públicos.

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