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EEUU, un país armado y muy violento

(EFE)

Iñigo Sáenz de Ugarte

Las cifras

EEUU es un país violento. Dicho de otra manera, es el país occidental más violento del mundo. En 2009 murieron 31.347 personas por disparos de arma de fuego (10,2 muertes por 100.000 habitantes). En términos relativos, hay varios países del mundo, en especial latinoamericanos, que superan esa cifra.

En los últimos 30 años, se han producido al menos 61 matanzas, según este recuento hecho por Mother Jones basándose en el criterio del FBI a la hora de investigar estos hechos (con un número mínimo de cuatro víctimas mortales). Dos cosas llaman la atención de estos incidentes: se produjeron a lo largo de todo el país, con excepción de los estados menos poblados. Eso quiere decir que ocurrieron tanto en estados con legislaciones muy estrictas de control de armas como en otros sitios donde comprar un arma es un simple trámite.

El otro dato: tres de cada cuatro de las 139 armas en posesión de los asesinos habían sido compradas legalmente. Eso incluía armas de asalto y semiautomáticas. En el primer caso, son lo que se considera habitualmente armas de guerra. En algunos casos, los autores de los crímenes tenían munición de sobra o utilizaban cargadores especiales que les daban una estremecedora potencia de fuego.

Una estimación habitual es que en EEUU existen 270 millones de armas en manos privadas. El número real se desconoce porque muchas se poseen de forma ilegal. Si esa cifra es cierta, EEUU es el país que encabeza el ránking mundial tanto en términos absolutos como relativos a su población.

Hay estadísticas que indican que el número de hogares con armas ha descendido claramente en los últimos 40 años. Por otro lado, los sondeos de Gallup no revelan grandes cambios de tendencia desde principios de los 90 e indican que un 47% de los norteamericanos tienen un arma en casa.

Una cuestión cultural

La posesión de armas es un rasgo de identidad cultural en muchas zonas de EEUU, en especial en el sur y oeste del país. Por muchas razones que se den en relación a la posibilidad de autodefensa, por encima de todo existe un orgullo de que cada ciudadano pueda disponer de su propia arma. Es una forma de sentirse parte de una tradición histórica que se remonta a la creación de la nación y a la época en que se aprobó la Segunda Enmienda de la Constitución en 1791: “Por ser necesaria una milicia organizada para la seguridad de un Estado libre, no se vulnerará el derecho de la gente a guardar y portar armas”.

¿Cuál es el efecto inmediato de una matanza como la de Connecticut?

El aumento de la venta de armas. Después de que un hombre armado con una pistola Glock matara a cuatro personas en un centro comercial de Arizona, las ventas de esa pistola aumentaron en el Estado un 60% en un solo día con respecto al mismo día del año anterior. Lo mismo ocurrió en Ohio (65%), California (16%) o Nueva York (33%). La media nacional fue mucho menor: un 5%.

La Glock, fabricada en Austria, no es precisamente un producto barato. Puede costar unos 500 dólares más IVA.

La reacción natural de muchos de esos compradores es temer un aumento de las restricciones en la venta de armas o incluso la prohibición de algunos modelos. Es algo que nunca ocurre.

El problema político

Cuando Barack Obama fue elegido presidente, también se incrementó la venta de armas. Esos temores estaban infundados. En su primer mandato, Obama se mantuvo alejado del debate sobre el control de armas como si fuera la peste negra. El anterior presidente demócrata, Bill Clinton, mostró una actitud más decidida. En su mandato se aprobó la restricción de la venta de fusiles de asalto, que no fue renovada por la Administración de Bush.

Muchos demócratas creen que el apoyo de Al Gore a un mayor control en la venta le costó la presidencia en el año 2000. No hay manera de demostrar eso, pero lo cierto es que la diferencia de votos fue tan escasa que tampoco se puede desmentir.

Tras la matanza de Aurora, en Colorado, el portavoz de Obama dijo que había que tomar “medidas basadas en el sentido común” que protejan el derecho consagrado en la Segunda Enmienda con la necesidad de que las personas sin derecho legal a ello puedan adquirir armas. Es la clase de declaración que se hace cuando no se piensa hacer nada al respecto. Y eso es lo que ocurrió.

El apoyo a las armas no es generalizado en todo el país, pero sí es muy amplio en estados de los que un candidato a la presidencia no puede prescindir. Es posible que un demócrata como Obama no tenga muchas posibilidades de ganar en la mayoría de los estados del sur, pero no es así en lugares donde existe esa cultura de las armas y que son impresindibles en unas elecciones, como Virginia o Colorado, donde Obama de hecho ganó en noviembre.

Y además un aumento del control no resultaría muy popular en las zonas rurales de estados como Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, absolutamente básicos para un demócrata.

En definitiva, Obama no habría ganado más votos de los que obtuvo si hubiera adoptado una posición más estricta en el tema, y lo más probable es que habría perdido algunos en lugares donde no podía permitirse ninguna fuga de votos.

La NRA

La Asociación Nacional del Rifle (NRA en sus siglas en inglés) es uno de los grupos de presión más poderoso de EEUU. Para muchos, es el lobby por definición. En el ciclo electoral de 2012, canalizó donaciones por valor de 719.696 dólares a candidatos al Congreso, la mayoría con destino a políticos republicanos. La cantidad no es espectacular, pero la NRA siempre es un adversario temible. Si algún candidato al Congreso adoptara una posición más firme contra las armas, despertaría la atención de la NRA que se ocuparía de dejar su sello en esa campaña.

Sólo los votantes extremadamente conservadores prestan atención a los mensajes algo histéricos de este lobby. Lo que es relevantes es el dinero que pueden aportar a una campaña concreta.

En términos nacionales, su influencia es menor. Sus dirigentes no han cesado de alertar que la reelección de Obama pondría en peligro derechos sacrosantos, y eso no ha tenido mucha influencia, pero precisamente porque nadie cree que el presidente vaya a interesarse en el tema.

Un problema de salud mental

Muchos de los autores de estos crímenes indiscriminados presentan obvios signos de problemas mentales. Al igual que en muchas sociedades, es un asunto del que se habla poco en EEUU y que recibe muchos menos fondos públicos de los necesarios. En el caso de los colegios, la única prevención posible es que profesores y padres adopten una actitud más abierta a la hora de descubrir a alguien que necesita ayuda. ¿Pero cómo distinguir a un joven inadaptado de un asesino en potencia?

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