Familias entre escombros e indemnizaciones insuficientes: la vida en Marruecos un año después del terremoto
Un trueno rompe con la solemnidad del silencio dentro de la casa de Fátima. Se echa las manos a la cabeza. Chasquea con la lengua. Entre los espacios del tejado, cubiertos por ramas de árboles y hojas secas, se cuelan las gotas que caen del cielo encapotado de Tafeghaghte, en el Alto Atlas marroquí. Llueve fuerte. La mujer avanza por el interior de su cabaña y levanta la cabeza mientras vigila cada hueco: encima de las neveras, entre los utensilios de cocina y bajo el vacío que separa el zaguán de un dormitorio improvisado y provisto de mantas que simulan una cama. De pronto, deja de llover: “Alhamdulillah” (“Gracias a Dios”, en árabe), suspira. Huele a lluvia y los pájaros pían. Reina el silencio.
Hace un año, Tafeghaghte tembló en el peor terremoto de la historia reciente de Marruecos y del norte de África. Desde entonces, Fátima, que vive en una de las localidades que registró el mayor número de muertos de la región de Al Houz, espera la reedificación de su casa que colapsó por completo durante el seísmo. “Solo hay dos personas trabajando en la reconstrucción. De 140 familias, dos viven en su nueva casa”, cuenta. En la oscuridad del cobertizo improvisado, la mujer, de 51 años, señala dos ventanas en suelo, sin montar y sin cristal. “Aún no las han podido colocar”, explica. Sobre la puerta de su futura casa, que todavía no ha podido comprar, dice: “Si hace falta, dejo caer una tela. No voy a esperar más. Estoy cansada”.
La mujer, su marido y su hija de 23 años son una de las familias que viven entre los escombros, edificios por apuntalar y nuevas construcciones en Tafeghaghte. Mientras, en la entrada de la localidad, se levanta un mar de tiendas de campañas plastificadas y la antigua escuela ahora sirve como refugio frente a las lluvias y como sombra para el calor. “El invierno ha sido muy frío, pero por lo menos podíamos taparnos con mantas y abrigo. El calor ha sido mucho peor. Insoportable”, cuenta Fátima mientras señala una de las lonas que cubre su casa en el último año.
Durante la noche del 8 de septiembre de 2023, el temblor de magnitud 6,8 en la escala de Richter resultó en la muerte de más de 2.900 personas y alrededor de 5.530 heridos, según datos del Ministerio del Interior de Marruecos. El epicentro del terremoto se ubicó a 75 kilómetros al sureste de Marrakech y a una profundidad de 18,5 kilómetros.
Como Fátima, varios vecinos demandan que el proceso de reconstrucción y redistribución es lento y que continúan los problemas en las zonas afectadas. Aun así, según los datos oficiales distribuidos al término de la 11ª reunión de la Comisión interministerial del despliegue del programa de reconstrucción y urbanización de las áreas afectadas por el terremoto de Al Haouz, se han concedido 55.142 autorizaciones de reconstrucción y se han rehabilitado un total de 40.632 viviendas afectadas. Según la misma fuente gubernamental, las intervenciones en el terreno para el desescombro de los edificios públicos y viviendas destruidas han afectado a un total de 46.352 construcciones, sobre las que se están subsanando con precaución los casos más difíciles.
Compensación insuficiente
Unos kilómetros al sur, en Amizmiz, el ambiente es muy diferente. La ciudad está en plena ebullición y una decena de coches se agolpan en la entrada del mercado local. Donde antes había montañas de escombros, relucen de nuevo las callejuelas por donde se abren paso los vecinos y viandantes. El paisaje ha cambiado de color y, a diferencia de hace un año, ahora se levantan centenares de edificios color cemento.
“Una gran parte de las familias damnificadas ha recibido la compensación monetaria para reconstruir sus hogares. Aun así, no es suficiente”, cuenta uno de sus vecinos que prefiere no publicar su nombre. Además, añade que en la ciudad “es más difícil controlar el reparto del dinero” y que, a diferencia de las pequeñas aldeas, “no hay tanto espacio para la reconstrucción”. Según los mismos datos oficiales, 57.805 familias, es decir, el 97% del total de afectados, han recibido la compensación de 20.000 dirhams marroquíes (alrededor de 2.000 euros) para la reconstrucción y rehabilitación de sus viviendas. Por otro lado, algo más de 20.000 familias han recibido el segundo pago, alrededor de 8.800, el tercero y casi 1.000, el cuarto y último.
Algunos aseguran no haber recibido todavía la compensación suficiente para empezar las obras de sus casas, pero prefieren abandonar las tiendas de campaña a pesar de la inestabilidad de los edificios afectados. “Puede ser peligroso, pero es mejor que seguir viviendo en los campamentos”, añade el mismo vecino de Amizmiz.
En otra de las localidades afectadas, Ouirgane, un vecino llamado Abdelkebir explica que los planes de rehabilitación están más avanzados en las zonas afectadas que están en primera línea, es decir, aquellas que son más accesibles y por donde pasan las principales carreteras que unen Marrakech con diferentes puntos de la región de Al Haouz.
Tanto es así que, en las zonas más turísticas de la zona como Imlil, uno de los puntos de salida para los senderistas que ascienden al pico más alto del país, el Toubkal, la vida ha vuelto a la normalidad y los edificios agrietados están cubiertos de nuevas capas de cemento o han sido derruidos para volver a levantarse con cimientos más resistentes y renovados. Durante los cinco primeros meses de 2024, Marruecos acogió a más de 5,9 millones de visitantes, alrededor de 770.000 más que durante el mismo periodo de 2023, según datos del Ministerio de Turismo de Marruecos.
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