Manel Alías, periodista: “Putin se está erigiendo como modelo para países con líderes autoritarios dentro de la UE”
Tras siete años cubriendo la actualidad política en Moscú, Manel Alías (Berga, 1977), el primer corresponsal de TV3 y Catalunya Ràdio en la capital rusa, ha vuelto a Barcelona. Lo hace con un libro bajo el brazo: Rússia, l'escenari més gran del món (Ara Llibres, 2021), en el que narra historias peculiares que se quedaron fuera de las crónicas informativas, pero que ayudan a entender al país en toda su complejidad. Entre ellas está la de un DJ que hacía olvidar con su música la muerte segura que asediaba a los liquidadores de Chernóbil y la de una trabajadora del hogar que se ha convertido en alcaldesa por sorpresa en una pequeña población.
El periodista habla con elDiario.es acerca de las dificultades de informar sobre un régimen opaco en un territorio tan vasto, las crecientes tensiones entre Rusia y la OTAN, y el futuro de Vladímir Putin.
Su vuelta a Barcelona ha sido accidentada, justo antes de volver dio positivo en COVID y tuvo que retrasarla. ¿Cómo se ha vivido allí la pandemia?
Ahora la situación en Rusia es la peor desde que empezó la pandemia. Por muchos motivos; hay muy poca gente vacunada y el resto no quiere vacunarse. Además, no es como en otros lugares donde no había dosis. Allí hay. Esto dice mucho sobre cómo los rusos se creen al poder, porque las instrucciones son claras: “Vacúnate, vacúnate”. Y en cambio la gente no se cree ni la vacuna rusa ni cree a sus dirigentes, aunque ganen las elecciones por mayoría absoluta según su sistema. Además, no siguen tampoco las recomendaciones más básicas, como llevar mascarilla en el metro, aunque estén muriendo ahora 1.200 personas al día por COVID-19 en Rusia.
No llegó a cubrir la crisis de los migrantes de Bielorrusia, que en otras circunstancias sí le hubiera tocado.
Sí. No lo cubrí porque estaba de baja y cuando estalló, de hecho, ya debería haber vuelto a Barcelona. Cuando empecé a ser corresponsal en Rusia y en la región, una de las primeras coberturas que hice fue Bielorrusia. Las elecciones presidenciales en las que Lukashenko ganó, que no fueron unas elecciones libres ni mucho menos. Hubo mucha represión después de las protestas, y desde entonces me vetaron la entrada al país. Hubo una candidatura alternativa que ganó mucha fuerza y para enmascarar los resultados tuvieron que ser mucho más brutales de lo que son habitualmente. En estas zonas, Lukashenko gana las elecciones sin dejar que nadie que represente una amenaza real o que tenga un discurso muy alternativo se presente. Esta vez, como eran mujeres pensó que harían el ridículo y, en cambio, la gente les dio mucho apoyo. Y respecto a la crisis de la frontera, creo que demuestra muy claramente de qué tipo de régimen dictatorial estamos hablando. Llegan a utilizar incluso vidas humanas como mercadeo para crear problemas en la Unión Europea.
También hay quien dice que Rusia aprovechó que todo estaba centrado en Bielorrusia para volver a aumentar el despliegue de tropas en la frontera con Ucrania. ¿Se avecina un conflicto?
Una de las cosas que me ha enseñado mi etapa allí es que hay que ser muy prudente con los pronósticos que se hacen sobre Rusia, porque estamos hablando de un sitio donde las decisiones se toman muy rápidamente porque dependen de una sola persona. Creo que con Ucrania vamos a seguir con la situación que tenemos ahora durante mucho tiempo, que es un conflicto latente que nunca va a pasar a ser un gran conflicto. No creo que veamos una gran guerra, aunque movilicen tropas. Es más un juego de tener a la gente ocupada discutiendo sobre Ucrania sin avanzar ni hacia la paz, ni hacia una guerra abierta, ni hacia una integración de territorio como sí hicieron con Crimea. Al Kremlin ya le gusta esta situación y no tiene ninguna prisa para que mejore. En cambio Ucrania sí tiene más prisa para que haya solución, y no tiene la fuerza para moverla, ni forma parte de la OTAN y por tanto no le pueden ayudar militarmente.
Y Putin tenemos todavía para rato.
Tal como está ahora, en Rusia tenemos a Putin por tanto tiempo como él quiera. De momento, no hay alternativas políticas viables: que la gente pueda votar a otro partido y que gane, porque ya no les dejan presentar si son partidos de verdad, de oposición y tal. Y por la vía de las protestas y de la movilización, ahora mismo es imposible también que haya una gran protesta que pudiera llegar a desestabilizar al presidente Putin. En Bielorrusia ha habido protestas masivas de muchísima gente e incluso la brutalidad del régimen ha sido más fuerte que esta masa de gente. En Rusia no hay tanta gente dispuesta a protestar, porque saben que la respuesta es o prisión o exilio. Y además el régimen es aún más poderoso que el de Lukashenko.
Y además usted dice que los otros partidos que se presentan son todavía más conservadores que el de Putin.
La representación política que hay ahora oficialmente en la Duma, en el Parlamento, está muy controlada por el poder: son marionetas del partido y del propio Putin. Simulan que un partido es liberal, simulan que un partido es comunista... Intentan dibujar un espectro variado, pero en realidad obedecen a todos los dictados del Kremlin, por tanto no hay diferencia. Algunos son incluso mucho más conservadores que el poder que existe ahora mismo, por lo que a la gente le quedan cuatro opciones. Pueden votar a Putin por el bien de todos porque es el menos malo, aunque no les guste. La otra es que estuvieran realmente convencidos de Putin y lo votaran; pero Putin nunca ganaría por esos márgenes que gana del 75 o 80; le votaría en un 20 o un 30 por ciento. Las otras opciones son no votar o votar a uno de los otros para intentar hacerle daño, para que pierda algún diputado, pero no hay más.
Como periodista, ¿cómo se enfrenta a cubrir el país teniendo en cuenta la opacidad del Kremlin?
En cuanto a acceder a fuentes oficiales, es muy complicado, casi imposible. Y aunque consiguiera acceder a ellos y que me respondan, la respuesta sería una respuesta propagandística. Hay que buscar otras vías de calibrar la realidad y de contrastar las informaciones. Es mi trabajo como periodista: observar bien la realidad; para esto yo he tenido tanto mis ojos y oídos, como los de mis amigos rusos y los de mi familia en Rusia. Y también es verdad que, a pesar de que todos los grandes medios de comunicación están controlados por el Kremlin, hay pequeños medios independientes que hacen muy buen trabajo y que son muy útiles para los corresponsales extranjeros.
Rusia cada vez mira menos hacia Occidente y más hacia dentro y hacia China; le ha ido perfecto lo ocurrido en Afganistán para posicionarse allí, también por el posible volumen de comercio que se abra una vez se reestructure el país.
Por un lado está esta opacidad del Gobierno y por otro, como bien dice en el título del libro, lo amplio que es el territorio. Primero se cubre lo que pasa en Moscú. ¿Y después?
Esto te añade mucha dificultad como periodista, pero también te lo hace mucho más interesante. Yo me he intentado mover mucho y muchas veces por historias que no han aparecido en la tele o en la radio, pero he llegado a hacer viajes de 24 horas sin salir del país. He hecho vuelos de ocho horas, como de Barcelona a Nueva York, dentro de Rusia y después he seguido conduciendo sin salir de una región 20 horas seguidas. Pese a la inmensidad, Rusia es espectacular y en el título del libro juego con la palabra escenario porque es el país más grande del mundo, pero también porque pasan historias bastante extraordinarias que parecen casi de ficción.
Este verano, cuando Kabul cayó en manos de los talibanes, se hablaba de Rusia, China y Pakistán como los tres países que más se podrían beneficiar. ¿Lo cree así respecto a Rusia?
Lo ocurrido en Afganistán Rusia lo ha vivido casi como una victoria. Afganistán también fue un lugar oscuro para ellos. Con la invasión que hicieron en el 79 y con la guerra de la que se acabaron retirando diez años después sin haber logrado los objetivos. Existe un gran trauma; hay muchos veteranos de guerra con lesiones y sin piernas. Se habla incluso de Vietnam ruso. Por un lado, la propaganda contra Estados Unidos les ha ido bien y, por otro, es verdad que uno de los objetivos de la era Putin es volver a ser importantes en el mundo jugando en cuantos más escenarios mejor y que las resoluciones de los conflictos pasen también por lo que diga Moscú. Se marcha Estados Unidos, entra Rusia y vuelve a ser un actor importante, como lo ha hecho en Siria por ejemplo. Rusia cada vez mira menos hacia Occidente y más hacia dentro y hacia China; le ha ido perfecto lo ocurrido en Afganistán para posicionarse allí. Y por otra parte también es importante el posible volumen de comercio que se abra una vez se reestructure el país. Contratos de gas, petróleo, lo que sea: Rusia estará listo para sellarlos. Además, sin la voluntad que tienen los países occidentales de intervenir e intentar que se impongan valores democráticos.
La última pelea fue por la estación espacial internacional, pero ha habido muchas, como el cierre de la misión de Rusia en la OTAN. ¿Está la tensión con Estados Unidos en sus niveles más altos desde la Guerra Fría?
Yo creo que todo cambia con la guerra con Ucrania en 2014, cuya tensión ha ido subiendo y subiendo. Es cierto que los canales de comunicación con Occidente están prácticamente cerrados. Putin cada vez está más convencido de que Rusia debe hacer su camino pasando de lo que dice Occidente. Incluso enfrentándose a él, si le va bien. Él se está erigiendo como un modelo para un determinado tipo de países con líderes autoritarios, también dentro de la Unión Europea, como Polonia y Austria. Hay movimientos que comienzan a reflejarse con lo que ha hecho Putin, incluso Turquía, aunque esté fuera de la Unión Europea. Es verdad que hay muchos paralelismos actualmente con la Guerra Fría, no sólo a nivel de ministerios de Defensa, sino también de políticas de cultura. Rusia está ahora mismo vetada en los Juegos Olímpicos, por ejemplo. La solución no la veo a corto plazo y es una lástima. Es una lástima que Occidente y Rusia nunca hayan encontrado formas de entenderse mejor porque el mundo habría ido mucho mejor. Y los rusos también. Es una pena.
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