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Qatar abandona la mediación mientras Netanyahu ignora las advertencias de Biden a la espera de que llegue Trump

Un hombre llora la muerte de varias personas en un ataque contra el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza, el 1 de noviembre de 2024.

Francesca Cicardi

11 de noviembre de 2024 22:23 h

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Cuando se han cumplido 400 días desde el comienzo de la brutal ofensiva israelí contra Gaza, que ha dejado más de 43.500 muertos en este tiempo, la situación en la Franja es cada vez más desgarradora, especialmente en el norte del enclave palestino. En medio de la devastación y el hambre, no hay visos de un alto el fuego después de que Qatar haya suspendido su papel como mediador en el conflicto entre Israel y el grupo islamista Hamás. La sustitución del titular de Defensa por un halcón cercano al primer ministro Benjamín Netanyahu y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero no hacen sino empeorar las perspectivas de una paz que parece cada vez más lejana.

La semana pasada, Netanyahu destituyó al ministro de Defensa, Yoav Gallant, eliminando uno de los pocos que cuestionaban sus decisiones y su postura respecto a la guerra en Gaza y a un acuerdo de alto el fuego. Después de dos años de fricciones –y de un intento fallido de cesarlo a principios de 2023–, el jefe del Gobierno ultranacionalista expulsó a Gallant del gabinete y nombró en su lugar a Israel Katz, hasta entonces ministro de Exteriores. Desde esa cartera, ha demostrado ser uno de los más fieles aliados de Netanyahu (ambos pertenecen al partido Likud) y de los más fervientes defensores del Estado de Israel desde el comienzo de la guerra.

En una de sus primeras llamadas como ministro de Defensa, Katz habló con Donald Trump el mismo día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el 6 de noviembre. “Vamos a fortalecer la alianza de EEUU e Israel, liberar a los rehenes y mantenernos firmes para derrotar al eje del mal liderado por Irán”, afirmó el recién nombrado ministro de Defensa en la red social X. En la primera conversación con su homólogo estadounidense, Lloyd Austin le recordó “la necesidad de mejorar las terribles condiciones humanitarias en Gaza”. Quizás, el secretario de Defensa de EEUU olvidó que Katz fue quien prometió al comienzo de la ofensiva contra Gaza, hace más de un año, que los palestinos no encenderían ningún interruptor eléctrico ni abrirían ninguna tubería de agua, ni entraría ningún camión de combustible a la Franja.

Fin del ultimátum de EEUU

La política del Gobierno israelí no ha cambiado mucho en estos 13 meses, en los que los niveles de ayuda han variado, pero se han reducido considerablemente desde que el ejército se hizo con el control del paso fronterizo de Rafah entre Gaza y Egipto, cerrando esta puerta vital para los suministros y las personas.

Ante el deterioro de la situación para los gazatíes, Estados Unidos pidió a mediados de octubre a Israel que permitiera la entrada de una mayor cantidad de ayuda humanitaria a la Franja, amenazando con suspender el envío de material militar al país si eso no ocurría en un plazo de un mes. Ese plazo de 30 días se cumple esta semana, pero la cantidad de ayuda que ha entrado a Gaza en este periodo está muy lejos de los 350 camiones diarios que reclamó la Administración estadounidense al Gobierno israelí –han llegado 1.297 camiones en todo el mes de octubre, según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA)–.

De hecho, el pasado octubre ha sido el mes en el que menos cargamentos humanitarios han entrado a Gaza desde el comienzo de la guerra, no solo según la OCHA sino también con base en los datos del organismo israelí encargado de supervisar la ayuda y bienes comerciales (llamado COGAT). “Octubre ha sido testigo de un deterioro severo del ya restrictivo ambiente para las operaciones humanitarias en Gaza”, ha denunciado la OCHA, según la cual el 43% de los movimientos coordinados con las autoridades israelíes fueron denegados.

Las autoridades militares hebreas ponen muchas trabas a los cargamentos que entran a través del paso fronterizo de Kerem Shalom, principalmente, y otros dos cruces; a lo que se suman las crecientes dificultades para transportar y distribuir la ayuda, debido al caos y la inseguridad que van en aumento en el interior del territorio palestino a medida que prosigue el conflicto.

Israel culpa a Hamás de la escasez de ayuda y acusa al grupo de requisar los cargamentos para consumo propio o para revender los preciados bienes. La ayuda humanitaria acaba al algunas ocasiones en los mercados y en el mercado negro en Gaza, donde los pocos alimentos que están disponibles se venden por varias o muchas veces su precio antes del conflicto. El embajador de Israel en Naciones Unidas, Danny Danon, afirmó recientemente que “el problema no es el flujo de la ayuda, el problema es Hamás, que requisa los suministros, los almacena y los vende para alimentar su máquina del terror, mientras que los civiles de Gaza son descuidados”.

“Israel no ha cumplido con las demandas de su aliado, con un enorme coste humano para los civiles palestinos en Gaza”, aseguran en un informe conjunto las organizaciones Anera, Care, MedGlobal, Mercy Corps, el Consejo Noruego de Refugiados (NRC), Oxfam, Refugees International y Save the Children.

No está claro qué medidas tomará Washington ante la evidencia de que Israel ha hecho oídos sordos a las exigencias de su mayor socio internacional y suministrador de armamento, que también se mostraba muy preocupado por la legislación contra la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA). El portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, dijo la semana pasada que Israel ha “suspendido” la evaluación a la hora de mejorar la entrada de ayuda humanitaria a Gaza. “A día de hoy, la situación no ha cambiado significativamente”, afirmó Miller en declaraciones a la prensa recogidas por la agencia Associated Press.

Este martes, el Ejército israelí y el COGAT han anunciado en un comunicado la apertura del paso fronterizo de Kisufim para “la entrega de comida, agua, suministros médicos y equipamiento para el refugio al centro y el sur de Gaza”. El Ejército también ha anunciado que “cientos de paquetes de comida y agua fueron entregados en las áreas de Yabalia y Beit Hanun, en el norte de Gaza”, que llevan cinco semanas asediadas por las tropas.

Ambos anuncios coincidiendo con el cumplimiento del plazo de 30 días establecido por EEUU parecen dirigidos a evitar las represalias de la Administración Biden, aunque es poco probable que pueda tomar acciones contra el Gobierno de Netanyahu en sus últimos dos meses en el poder. Israel es consciente de que Donald Trump le pondrá las cosas aún más fáciles que Joe Biden, cuyo Gobierno no ha logrado convencer a Netanyahu de que acepte un acuerdo para deter la matanza en Gaza y obtener la liberación del centenar de rehenes israelíes que permanecen en manos de Hamás –algunos de ellos con doble nacionalidad israelí y estadounidense–.

Desde la victoria de Trump en las elecciones del 5 de noviembre, el primer ministro israelí ha hablado con él en tres ocasiones, según ha confirmado su oficina, destacando que las conversaciones fueron “muy buenas e importantes”.

Qatar renuncia

Pocos días después de la victoria de Trump en EEUU y ante el fracaso de las sucesivas rondas de negociaciones, el Gobierno de Qatar anunció el sábado 9 que suspendía sus “esfuerzos de mediación entre Hamás e Israel” y que los retomará cuando “las partes muestren voluntad y seriedad para poner fin a la guerra brutal y al sufrimiento de los civiles” en Gaza. En su comunicado, el Ministerio de Exteriores ha rechazado el “chantaje” del que dice haber sido objeto como mediador, así como “la explotación de la prolongación de las negociaciones para continuar con la guerra al servicio de estrechos intereses políticos”.

Sin Qatar y con EEUU inmerso en la transición de poder de los demócratas a los republicanos, es poco probable que Egipto –también mediador entre las partes– y la Administración Biden consigan un acuerdo antes de que Trump asuma el mando.

Sobre el terreno, la guerra continúa, así como la muerte, el hambre y el desplazamiento. El Ejército israelí ha anunciado este lunes la ampliación de la llamada “zona humanitaria” de Al Mawasi, donde se encuentran hacinados cientos de miles de gazatíes desplazados de otros lugares de la Franja, en condiciones insalubres en improvisados campamentos. La extensión es muy limitada, comparada con el número de personas y de tiendas que han ido estableciéndose en la zona supuestamente segura, pero que ha sido blanco de ataques israelíes en varias ocasiones.

Desde la Ciudad de Gaza, la principal de la Franja y una de las más castigadas por Israel, Kayed Hammad cuenta a elDiario.es que él y su familia se han negado a marcharse hacia el sur, hacia esa “zona humanitaria” en la que las condiciones de vida son inhumanas. Tuvieron que abandonar Yabalia, en el norte de la Franja, “donde los bombardeos y la destrucción no paran ni por el día ni por la noche”, ya que esa zona lleva bajo asedio y fuego de las fuerzas israelíes desde principios de octubre.

Hace cuatro días, el Ejército israelí les ordenó que se marcharan del barrio donde están en Ciudad de Gaza, uno de los seis barrios que ha pedido evacuar, pero Kayed afirma que han decidido quedarse, a pesar de que están en “una situación de desesperación”. En la Ciudad de Gaza escasean los víveres, que entran con cuentagotas y no suelen llegar a la mitad norte de la Franja. “Estamos pasando hambre, apenas conseguimos agua ni leña para encender el fuego” para cocinar, explica Hammad, que es periodista y traductor, y solía trabajar con la prensa internacional que entraba a Gaza –algo que Israel prohíbe desde el comienzo de la guerra hace 13 meses–. “Por suerte estamos vivos”, agrega.

En su última alerta del 8 de noviembre, el Comité de Revisión de la Hambruna (FRC, por sus siglas en inglés) afirmó que hay “una probabilidad inminente y sustancial de que la hambruna ocurra debido al rápido deterioro de la situación en la Franja de Gaza”. Si bien esa probabilidad existe en todo el territorio, es más elevada en el norte de Gaza a causa del conflicto, el desplazamiento, la falta de acceso a los alimentos y a la asistencia médica o nutricional, tal y como explica ese comité integrado por expertos internacionales en seguridad alimentaria, nutrición y salud.

“Se requiere una acción inmediata, en cuestión de días y no de semanas, por parte de todos los actores que participan directamente en el conflicto, o que tienen influencia en su desarrollo, para evitar y aliviar esta catastrófica situación”, aseguraron los expertos. Pero no parece que Israel esté dispuesto a actuar en ese sentido, ni siquiera bajo la presión de Washington.

Este lunes, el periódico israelí Haaretz ha desvelado que el Ejército israelí está permitiendo a grupos de palestinos armados que roben la ayuda humanitaria y que extorsionen para ofrecer protección a los convoyes que transportan esa ayuda. Fuentes de organizaciones humanitarias que trabajan en el enclave han revelado al periódico que los palestinos pertenecen a dos clanes de la zona de Rafah, en el sur de la Franja, y han bloqueado gran parte de los cargamentos que entran a través del paso de Kerem Shalom. “El robo es sistemático y las fuerzas israelíes miran para otro lado”, han declarado las fuentes de forma anónima.

Los camiones son atacados poco después de entrar a Gaza y sus conductores son amenazados, han relatado las fuentes, que han visto como los ataques armados se producen a poca distancia de las tropas israelíes y que, incluso, los militares se niegan a intervenir y prestar ayuda a los conductores. Esas fuentes agregaron que las fuerzas israelíes prohíben a los camiones tomar rutas alternativas que son consideradas más seguras.

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