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Sudáfrica vota en unas elecciones en las que peligra la mayoría histórica del partido de Mandela

Simpatizantes del Partido del Congreso Nacional Africano (ANC) en un mitin electoral final celebrado en un estadio de Johannesburgo.

David Soler Crespo

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En 1994, Nelson Mandela fue a votar en las primeras elecciones democráticas de Sudáfrica. Llevaba un mensaje de alegría y esperanza, pero tras dar su voto avisó de la importancia de la tarea que tenían por delante. “Debemos abordar las necesidades básicas de las masas: la creación de empleos, viviendas, la ampliación de la electricidad, la construcción de escuelas y hospitales, la provisión de educación gratuita y obligatoria de calidad, agua corriente y carreteras pavimentadas. Esas deben ser nuestras prioridades”, dijo. 

Treinta años después, las prioridades que marcó Mandela para su Congreso Nacional Africano (CNA) no se han cumplido. Sudáfrica se descompone paulatinamente acuciado por el crimen, el desempleo y la corrupción que han dejado vetustos los servicios públicos y han erosionado la confianza en la tan ansiada democracia. 

Millones de sudafricanos están llamados este miércoles a las urnas en las elecciones generales. Según todas las encuestas, el CNA perderá la mayoría absoluta que ha cosechado en los seis comicios en democracia y el país se enfrentará a una situación inédita con la necesidad de formar coalición. Lo más probable es que el presidente Cyril Ramaphosa pueda repetir gobierno con un socio minoritario. A su favor está la división de una oposición segmentada en torno a la ideología y la raza en un país que todavía no ha superado las divisiones del sistema racista del apartheid.

La extrema izquierda, a un paso del poder

Julius Malema ya se posiciona para ser la llave que pueda formar gobierno en Sudáfrica. El exlíder de las juventudes del CNA y fundador del partido de extrema izquierda Luchadores por la Libertad Económica (EFF, por sus siglas en inglés) prevé hasta duplicar sus resultados de las elecciones de 2019, donde ya le quitó 19 asientos en el Parlamento a su antiguo partido. El EFF lleva en su agenda una política de redistribución de la riqueza para acabar con lo que consideran que es el “apartheid económico”.

En Sudáfrica, la población blanca, que supone un 8% del total, todavía cobra hasta tres veces más de media que la mayoría negra, que forma el 80% del país. Si bien hace una década era hasta seis veces más, la desigualdad de ingresos en los años en democracia no solo no se ha reducido, sino que ha aumentado, según los datos del coeficiente Gini.

Malema defiende que sus ideales socialistas son los que tuvo un día el CNA, pero que no llegó a cumplir acomplejado por el orden occidental. Entre sus principales medidas se incluyen la expropiación de las tierras sin compensación, la nacionalización de sectores clave como la minería y la energía y la creación de trabajos públicos en estas para la juventud.

La oposición ha criticado sus medidas como populistas y alega que nacionalizar las empresas privadas y expropiar la tierra sin compensación llevará al país al caos económico. Muchos ponen el ejemplo de la eléctrica estatal Eskom, que desde 2007 lleva a cabo apagones de electricidad diarios que llegaron hasta las 12 horas el año pasado ante la falta de capacidad energética de un país que todavía depende del carbón y no ha ampliado su red, con proyectos condenados por la corrupción.

El problema de la propiedad de la tierra ha sido clave en la política. Las expropiaciones durante el apartheid no han sido compensadas y en 2017, una auditoría especial elaborada por el Gobierno mostró que todavía el 72% de las tierras estaban en manos de la población blanca. Malema llegó a pedir a sus seguidores que ocuparan las propiedades de sudafricanos blancos y fue llevado a juicio acusado de incitar la violencia.

Tras la pérdida de votos en las últimas elecciones, el CNA hizo suya la medida de expropiación de la tierra sin compensación del EFF. En febrero de este año, el Parlamento la aprobó y está a expensas de que el presidente Ramaphosa firme la ley.

La posible llegada del líder del EFF al gobierno preocupa en Occidente por su visión económica y su acercamiento a Rusia. Las relaciones entre Washington y Pretoria no están en su mejor momento tras los titubeos del CNA, que no condenó la invasión rusa en la ONU y al que han acusado de suministrar armas al Kremlin. Malema ha justificado que se arme al Ejército ruso y la invasión de Ucrania como algo necesario para “combatir al imperialismo”.

Tampoco ha gustado en la Casa Blanca que Sudáfrica lidere la demanda por genocidio contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia. El CNA busca aprovechar la popularidad de su medida en estas elecciones ante el rechazo al apoyo de la oposición de la Alianza Democrática, pero está por ver si el electorado recompensa una cuestión que no es doméstica.

La división racial sigue marcando la política

Sin embargo, lo que más preocupa de Malema son sus salidas de tono contra la población blanca. En los mítines del EFF se ha cantado en repetidas ocasiones la canción Dubul' ibhunu, originada para protestar contra el Gobierno del apartheid que en lengua xhosa significa “mata al bóer”, es decir, a los blancos sudafricanos. El propio líder del partido rechazó descartar que él mismo pidiera asesinar a personas blancas en un futuro.

Malema defiende una ideología de favorecer activamente desde el Estado a la población negra, una visión más radical que defendía el movimiento de liberación Congreso Panafricanista de Azania (PAC), en contraposición con la política de no racialidad del CNA.

El color de la piel sigue marcando la política de un país que a día de hoy todavía clasifica a sus ciudadanos en el censo según las categorías raciales del apartheid. El segundo partido que más creció en 2019 fue el Frente para la Libertad, una organización xenófoba de extrema derecha creada en 1994 que rechazaba el fin del apartheid y ahora busca crear un Volkstaat, un país independiente para los blancos afrikáners. Desde entonces han duplicado sus votos en las elecciones municipales, robándole terreno a la Alianza Democrática (AD), el histórico partido liberal comandado por empresarios afrikáners del Cabo Occidental. 

La AD tampoco ha sabido separarse de su vínculo racial. En 2019, su primer líder negro, Mmusi Maimane, dimitió asegurando que había líderes en el partido que no compartían su visión y que era difícil apelar a una mayoría negra. Tras su salida volvió al liderazgo interno del partido Helen Zille, la histórica líder de la oposición que tan solo dos años antes había afirmado que la colonización en Sudáfrica no fue del todo mala. En estas elecciones, su candidato, John Steenhuisen, vuelve a ser un afrikáner blanco y a pesar de sus críticas al Gobierno no descarta formar una coalición minoritaria con el CNA para evitar “el Día del Juicio Final” como llama a un potencial gobierno con el EFF.

La novedad en estas elecciones es la división del CNA con la creación de uMkhonto we Sizwe (MK) por parte del expresidente Jacob Zuma. Obligado a dimitir en 2018 tras su vínculo con casos de corrupción de los hermanos Gupta, ahora busca su revancha con un nuevo partido que lleva la marca del brazo armado del CNA en la época del apartheid. La Justicia le ha impedido presentarse ante su condena en 2021 por desacato al no ir a juicio, pero aún así las encuestas le dan un 12% de los votos aupado por la población de mayoría zulú que todavía lo apoya y que pueden ser decisivos para evitar la mayoría absoluta de su antiguo partido.

La juventud, decisiva pero desencantada

En estas elecciones, la juventud será vital. El CNA ha sustentado su poder en el recuerdo de la liberación, pero la generación born-free, aquellos con menos de 30 años ya nacidos en democracia, no le interpela la gratitud por liderar la lucha como a sus padres y abuelos. 

Para ellos, la prioridad es la falta de oportunidades: con un 45% de desempleo juvenil, Sudáfrica es el país africano con mayor crimen callejero y el quinto del mundo, con Pretoria, Durban y Johannesburgo en el top cinco mundial del índice de criminalidad de Numbeo, elaborado con aportaciones públicas de usuarios.

Ramaphosa prometió combatir la corrupción de la época de Zuma pero el escándalo donde se le acusó –aunque acabaran retirando los cargos– de esconder hasta cuatro millones de dólares en efectivo en una finca suya ha dañado su imagen entre los jóvenes, que tampoco ven en la oposición una opción a futuro.

A pesar de que los nuevos votantes entre 18 y 19 años suben, tan solo 4,4 de los 11 millones de los jóvenes sudafricanos en su veintena se han registrado para votar. En las elecciones municipales de 2021 por primera vez la participación bajó del 50% y aunque en estas elecciones generales se prevé que se supere, algunas encuestas calculan que en el peor de los escenarios podría bajar al 41%. Los jóvenes serán vitales para evitarlo, pero su apatía por la democracia es la seña de identidad de la generación born-free de Sudáfrica.

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