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Taiwán elige presidenta a Tsai Ing-wen en un cambio histórico sin miedo a China
La candidata del Partido Demócrata Progresista (PDP), Tsai Ing-wen, ha convencido a los taiwaneses. La formación independentista ha ganado las elecciones presidenciales y legislativas en Taiwán con un 56,1 % de los votos frente al 31 de su principal rival, Eric Chu, del Partido Kuomintang (KMT). El partido, además, se ha hecho con una mayoría parlamentaria por primera vez.
Estos resultados previsiblemente traerán cambios en los lazos de la isla con el gigante chino, aunque también con Estados Unidos. La victoria del PDP muestra que los isleños buscan un sendero propio, guardando distancias con China pero sin llegar a contrariar a Pekín.
La inmediata reacción de Pekín a la victoria de Tsai reitera su exigencia de rechazo de “la independencia” y de aceptación del “Consenso de 1992” (“una sola China, pero distintas interpretaciones en Taipei y Pekín”), según un comunicado de la Oficina de Asuntos de Taiwán, que llegó acompañado de amenaza de “guerra” en caso de independencia en un editorial del diario oficial “China Daily”.
Para Tsai y su partido, China es un factor importante pero subordinado a la reactivación de la economía, la mejora de las condiciones laborales, aumento de salarios y reducción de precios de la vivienda, tras una campaña en la que los electores culpaban del deterioro de las condiciones de vida al acercamiento a China.
En una reciente encuesta, el 62,9 % de los isleños consideraba que el objetivo principal del nuevo Gobierno debe ser el desarrollo económico, frente al 5,9 % que pensaba que deben ser los lazos con China.
Aunque en Pekín se dice que los 22 acuerdos sellados durante la presidencia en la isla de Ma Ying-jeou (2008-2016) son favorables a Taiwán, una mayoría de isleños considera que en realidad favorecen a unas pocas empresas y ponen en peligro la democracia y la cohesión social.
Acercamiento global para reactivar la economía
En su búsqueda de una reactivación económica y de un reparto más equitativo de sus frutos del desarrollo, Tsai ha anunciado su intención de acercamiento a Estados Unidos y Japón y de ingreso en el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés, promovido por Washington).
La presidenta electa también busca intensificar sus lazos con el Sudeste Asiático y con India, con una reactivada “política al Sur” que sirva para diversificar su creciente dependencia de China, pero este impulso por el libre comercio también puede chocar con el populismo interno.
Ante el desplome del KMT, que se suicidó con errores políticos garrafales, como mala comunicación con el público, políticas desacertadas, una primera candidata presidencial que fue un desastre y tuvo que sustituir, y una escandalosa disensión interna, la victoria de Tsai era segura.
“Tsai debe tener en cuenta que su mandato es condicional, porque se ha registrado una fuerte abstención y el voto ha sido en contra del KMT y a favor del cambio”, ha dicho a Efe la analista Teresa Kao, de la emisora local Radio Hit.
“Los desafíos estratégicos y económicos de Taiwán, incluyendo el reclamo chino de soberanía y la creciente competencia económica a las exportaciones, no desaparecen con un cambio de presidente”, recuerda por su parte Alexander Huang, del Instituto de Estudios Estratégicos de Tamkang.
Con la mayoría absoluta en el Parlamento (68 de los 113 escaños frente a los 35 del KMT), Tsai y el PDP no podrán culpar a la obstrucción opositora, y el manejo de China es clave para poder reactivar la economía y estrechar los lazos económicos con el TPP.
Sin embargo, Taiwán y China están en un curso de colisión ante la creciente identificación nacional de los isleños (87 % en un reciente sondeo) y una China cada vez más poderosa y armada, con un liderazgo en Pekín que no puede mostrar debilidad en su control de Taiwán.
“En esta situación se abren tres caminos: el de la continuidad de la política hacia China, que exigiría la aceptación del 'Consenso de 1992'; la del acomodo en la discordia llegando a un acuerdo aceptable y el del conflicto”, resume a Efe, el director de Estudios Chinos en Tamkang, Chang Wu-ueh.
Para Chang y otros expertos, Tsai no aceptará el “Consenso de 1992”, porque una parte de sus seguidores rechazan el reconocimiento explícito de que la isla es parte de China, pero sí buscará fórmulas equivalentes, que no contraríen a Pekín. “Sin el reconocimiento del 'Consenso de 1992' los contactos a alto nivel se interrumpirán”, agrega Chang, aunque seguirán los lazos económicos y el turismo chino, con mayor control, pero sin rechazos desafiantes.