La alcaldesa de Calais prohíbe dar comida a los refugiados
La alcaldesa de Calais no quiere un nuevo campamento de refugiados. Tres meses después de que el campamento original fuera desmantelado, Natacha Bouchart ha prohibido dar comida a los cientos de refugiados que están regresando al puerto.
Miembro del partido de centroderecha Los Republicanos, Bouchart ha asegurado que aprobará medidas “para evitar la distribución de comidas para los refugiados”. El jueves pegaron en los alrededores del campamento los documentos legales con las restricciones y las autoridades ya han impedido a varios centros de caridad locales que pongan duchas a disposición de los refugiados adolescentes.
Los voluntarios que distribuyen comidas en la zona explican que se han visto obligados a repartirlas en secreto debido a la enorme presencia policial. En los centros de caridad para refugiados dicen que piensan ignorar la prohibición, pero admiten que se están asesorando legalmente.
El decreto de la alcaldesa, con fecha del 2 de marzo, asegura que la “habitual, constante y gran cantidad de personas distribuyendo comidas a los refugiados” en la zona cercana al lugar en que se encontraba el antiguo campamento pone en riesgo la paz y la seguridad de la zona. El decreto prohíbe cualquier tipo de “reunión prolongada y reiterada” en la zona. A todos los efectos, convierte la distribución de comida en delito.
Sarah Arrom ha estado ayudando a repartir comidas con la ONG Utopia56 durante los últimos cuatro meses. Según cuenta a the Guardian, la policía tiró gas lacrimógeno el jueves contra voluntarios que querían dar de desayunar a unos 30 adolescentes en un campo cercano a la autopista, en las afueras de Calais.
“Querían que dejáramos de repartir comida y querían evitar que la gente durmiera en esa zona”, relata Arrom. “La policía nunca había utilizado gas lacrimógeno antes cuando intentábamos repartir comidas”.
Arrom también cuenta que esta semana varios jóvenes refugiados fueron detenidos en dos ocasiones por la policía después de visitar el centro Secours Catholique, que les ofrece duchas: “Las condiciones de vida se están volviendo cada vez más difíciles para los refugiados. No pueden dormir, no pueden ducharse, cada vez están más cansados. Realmente nos preocupa su futuro”.
Según Arrom, el número de refugiados aumenta día a día, pero las donaciones han disminuido y la organización benéfica ya no tiene sacos de dormir ni mantas térmicas para dar. “Cada vez tenemos menos cosas para dar; las donaciones son prácticamente inexistentes”.
Hasta el jueves, Arrom calcula que Utopia56 distribuía 250 comidas calientes por noche, un fuerte incremento en comparación con febrero. De esas comidas, el 80% iba a jóvenes de entre 13 y 22 años, en su mayoría de Eritrea, Sudán y Etiopía. La organización benéfica continuaría distribuyendo comidas aunque se prohiba “por el simple hecho de que la gente tiene hambre”.
Los menores no tienen dinero para comida
Según Christian Salomé, presidente de la ONG Auberge des Migrants (Albergue de Inmigrantes), la prohibición sería catastrófica para los niños refugiados. “Los adultos siempre encontrarán la manera de comprar comida en las tiendas, pero para los menores será un gran problema. No tienen dinero”.
De acuerdo con Salomé, nadie sabe la cantidad exacta de refugiados que hay en Calais: “Llega gente todo el tiempo y solo unos pocos logran pasar al Reino Unido”.
Renke Meuwese, que trabaja con las ONG Refugee Community Kitchen (Comedor Comunitario para Refugiados) y Help Refugees (Ayudemos a los Refugiados), explica que los comedores estaban preparando unas 400 comidas por día, en comparación con las 50 comidas por día que preparaban en febrero pasado.
Según Meuwese, la policía parece especialmente preocupada por reducir la visibilidad de los refugiados: “Quieren que los refugiados sean invisibles, por eso hacen que repartir comidas en la ciudad sea más difícil que en el campo; no podemos distribuir de día, así que tenemos que hacerlo de noche; intentan que los refugiados no estén a la vista”.
El miércoles, durante su visita a Calais, el ministro del interior francés, Bruno Le Roux, mandó un mensaje contradictorio. Después de decir que abrir un centro para recibir a los refugiados atraería a más gente a la ciudad, añadió: “No impediremos que se repartan comidas”.
En el periódico local, La Voix du Nord, la alcaldesa prometió implementar medidas para evitar la distribución de comidas y dijo no estar de acuerdo con las declaraciones de Le Roux, “aunque sea difícil decirlo, a nivel humano”.
Su oficina no quiso hacer declaraciones.
Traducido por Francisco de Zárate