Un 'concurso de belleza' para llevarse el contrato del muro de Trump
Este miércoles terminó el plazo para que las centenares de compañías interesadas en construir la promesa electoral de Donald Trump –un “gran, gran muro” en la frontera entre México y EEUU– presenten los documentos en los que se detallan sus propuestas. Este es el primer paso en un proceso que promete combinar tres de las especialidades empresariales más exitosas de Donald Trump: concursos de belleza, reality shows y xenofobia.
Después de una ronda eliminatoria inicial, los concursantes restantes presentarán sus propuestas técnicas más detalladas. Habrá otra ronda eliminatoria y después un grupo de finalistas se reunirá en San Diego, California, para construir tanto un prototipo de su diseño de unos 10 metros de largo como una “maqueta” de 3x3 metros que el gobierno utilizará para “comprobar y evaluar las características antidestrucción” del diseño.
Imagínalo como un concurso de trajes de baño seguido de un desafío de gran exigencia al estilo del programa televisivo The Apprentice. Aquellos que puedan soportar un bombardeo durante al menos 90 minutos mientras a la vez son “estéticamente bonitos” (por el lado estadounidense) tendrán la oportunidad de llevarse la lucrativa obra de uno de los mayores proyectos de infraestructura del gobierno de EEUU en décadas.
Los concursantes
El anuncio inicial del gobierno de solicitudes previas para la construcción del muro pedía “estructuras de hormigón” de unos diez metros de alto, pero cuando se publicó la solicitud de presentación de propuestas, el pasado 17 de marzo, se ampliaron las dimensiones para permitir otras propuestas. Así que, mientras algunas empresas siguen adelante con el hormigón armado, otras pueden plantear ideas con materiales alternativos.
Todas las propuestas deben cumplir con algunos estándares base, lo que incluye por ejemplo ser “físicamente imponentes en cuanto a su altura” con características de “antiescalada” y un color “estéticamente bonito” en su lado norte. También se requiere que los muros tengan un “componente transparente” sin concretar, para que se pueda “conocer la situación” de mejor manera.
Matt Kaye, de Integrated Security Corporation, quiere presentar una propuesta compartida con otro grupo de compañías que se compondrá de dos vallas metálicas con una zona de tierra de nadie en medio y con un sistema de detección de intrusos ideado por su empresa. Kaye describió el concepto como “una valla típica en prisiones” (su empresa ha sido contratada para las prisiones federales, estatales y locales) y asegura que “costaría mucho menos y sería menos invasivo” que un muro de hormigón.
Liz Derr, fundadora y consejera delegada de la compañía de inteligencia artificial Simularity, propone un “muro invisible o virtual” que utiliza software de inteligencia artificial para analizar imágenes por satélite y de vigilancia para identificar actividades extrañas. Derr, que cuenta que su compañía está “a favor de la inmigración y de la diversidad”, argumentó que una solución de alta tecnología para la seguridad fronteriza podría proporcionar un ahorro del 90% al gobierno, aunque tiene asumido que su concepto no sería el ganador porque no incluye ninguna barrera física.
Steve Speakes, el presidente y consejero delegado de Kalmar Rough Terrain Center, tiene una idea alternativa para esa barrera: contenedores (los que se utilizan para el transporte por mar). Kalmar produce máquinas capaces de mover contenedores en terrenos complicados, por lo que espera que cualquier contratista ganador esté interesado en sus equipamientos. Pero también cree firmemente que se pueden usar los contenedores mismos como bloques para la construcción del muro –tal y como propuso un despacho de arquitectura de Florida a comienzos de este año–.
El diseño “sostenible” provocó inmediatamente una reacción violenta (una web de arquitectura lo llamó “el Bushwick del nacionalismo xenófobo”), pero Speakes defendió el concepto.
“Se trata de una forma de construir el muro muy razonable”, apunta, señalando que hay un excedente de contenedores disponibles ahora a causa de la desaceleración del comercio global.
No aparecen en la lista de empresas interesadas ninguna gran multinacional que probablemente tendría la capacidad de llevar a cabo el proyecto de más de 1.500 kilómetros y de unos 20.000 millones de euros.
Es posible que estas compañías no quieran participar en el proyecto por las políticas tóxicas que lo rodean (un 62% de los estadounidenses se opone a la construcción del muro, según una encuesta realizada en febrero del Pew Research Center), y por el complicado camino hacia una financiación real. La falta de empresas de renombre que concurren para la construcción del muro y las dificultades para que el Congreso lo apruebe han llevado a especular con que el prototipo de San Diego será lo más lejos que llegará jamás el proyecto.
“El muro fue una promesa de campaña”, comenta Phil Ting, un miembro de la Asamblea estatal de California. “La Administración probablemente está intentando hacer lo menos posible para conseguir ganar lo máximo en prensa. Me da la sensación de que quieren causar el mayor revuelo posible para luego irse sin hacer ruido”.
En la lista negra
Ting, un demócrata de San Francisco, es uno de legisladores estatales y locales que espera ahuyentar a posibles licitadores para el proyecto con amenazas de listas negras y retirada de inversiones.
“No queremos que un solo centavo de California vaya a parar a la construcción de ese muro”, dice Ting sobre la Resist the Wall Act, que exige a los dos grandes fondos de pensiones del Estado desvincularse de cualquier compañía que participe en la construcción del muro. Ting comparó la medida con las campañas de desinversión contra el apartheid de Sudáfrica.
Los legisladores en otros estados, incluidos Nueva York, Illinois y Arizona, han propuesto prohibir que cualquier empresa que se involucre reciba fondos públicos. La ciudad de Berkeley, en California, ya ha aprobado una medida para boicotear el muro y otros barrios están considerando seguir su ejemplo.
Las compañías al otro lado del muro también están haciendo frente a presiones. El gobierno mexicano alertó sobre posibles daños a la reputación de las empresas que estuviesen interesadas en proveer materiales para el muro, como por ejemplo Cemex, una productora mexicana de cemento. El arzobispado católico de México escribió en un editorial que la participación de cualquier empresa sería “inmoral” y que a sus accionistas y propietarios “se les debería considerar traidores de la patria”.
Sin embargo, algunos empresarios están más interesados en la moralidad de hacer que sus trabajadores tengan trabajo que en la moralidad de mantener a raya a los inmigrantes. Speake, que cuenta que ha tenido que despedir a empleados los últimos dos años, dice que la oportunidad de trabajar en el muro es “un regalo caído del cielo”.
Ron Schoenheit, el presidente de Cascade Coil, una compañía afincada en Oregon que fabrica productos de malla metálica, asegura que las posibles reacciones no le van a disuadir. “Si conseguimos algún tipo de trabajo en este proyecto y la gente se entera, con lo progresistas que son en Portland, vendrán a quemar la fábrica”, comenta. Pero esto no le detendrá. “Si conseguimos un gran contrato, simplemente trasladaré la empresa”.
Traducido por Cristina Armunia Berges