Erdoğan acaricia la posibilidad del poder absoluto gracias a la veneración de millones de turcos
Emine Altinbas, una mujer que vive en la ciudad de Amasya, situada en el norte de Turquía, recorrió más de 265 kilómetros para llegar a Ankara. En una calurosa tarde de febrero, el primer ministro le pidió a ella y a otros simpatizantes que habían asistido a un mitin, que votaran “sí” en un referéndum que podría transformar el país en una república presidencial.
Lo cierto es que Altinbas no necesita que le convenzan. Dentro de una semana dará su apoyo al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, y a un paquete para una reforma constitucional que le permitirá quedarse en el poder hasta 2029. ¿Por qué? Porqué está convencida de que Erdoğan hará lo correcto.
“Es sincero con los ciudadanos”, indica. “Dice la verdad, no miente y consigue que se cumplan los deseos de la población”. En su opinión, la oposición está desorganizada y divide el país, y carece de un liderazgo sólido que pueda unir al pueblo turco y promover el progreso: “No cambiaré de opinión, mi respuesta siempre será que sí”.
A finales de febrero, miles de partidarios del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) acudieron a un mitin para el sí (evet en turco) en Kahramankaza, un barrio de las afueras situado en el noroeste de la capital turca. El 16 de abril muchos votarán en un referéndum cuyo objetivo es dar luz verde a una reforma constitucional que supondrá un punto de inflexión para la república turca, fundada hace 93 años.
No era una coincidencia que el mitin se celebrara en Kahramankaza. Allí se encuentra la base aérea de Akıncı, cerca de donde siete civiles sacrificaron sus vidas y se resistieron al golpe militar de julio pasado. Al barrio, que hasta ese momento se llamaba Kazan, se le ha cambiado el nombre: se le ha añadido el prefijo kahraman (héroe en turco).
El intento de golpe todavía resuena
La intentona de golpe sigue provocando una gran conmoción. En el estadio donde se celebraba el evento se proyectaron vídeos de la noche del golpe de estado y el público mostró su indignación con los golpistas.
“Ya no puede haber más intentos de golpe de Estado”, indicó Binali Yıldırım, primer ministro y líder del AKP: “La economía será más sólida, daremos un impulso al crecimiento económico, crearemos empleo, terminaremos con la burocracia innecesaria y erradicaremos el terrorismo”.
Fuera del estadio, el ambiente era festivo. Los partidarios del AKP entraban en el recinto de mil en mil y vitoreaban el nombre de Erdoğan. Los vendedores ambulantes anunciaban que vendían camisetas con la imagen del presidente y unos carteles con la afirmación “sí con todo mi corazón” y “nuestro país fuerte, nuestra decisión es que sí”.
El referéndum ha dividido a los turcos, que todavía intentan procesar un intento de golpe de Estado que fue traumático, y los atentados terroristas del Estado Islámico y del Partido de Trabajadores del Kurdistán (PKK), un grupo terrorista que se ha rebelado en el sureste del país.
Tras el golpe, el presidente ha impulsado medidas represivas y ha despedido o detenido a decenas de miles de personas a las que se considera partidarias de Fethullah Gülen, un erudito del islam que vive en Estados Unidos y que es señalado como el arquitecto del golpe. También ha perseguido a los partidos de la oposición, y a académicos y medios de comunicación críticos con el gobierno.
Los detractores del presidente señalan que la reforma constitucional dará carta blanca a Erdoğan hasta 2029 y reforzará el poder de su gabinete. Creen que podría dar paso a un gobierno de un solo hombre, con un parlamento que prácticamente no lo supervise y unos jueces que serían designados por él y por el partido.
Sin embargo, los que apoyan la campaña a favor del sí creen que la reforma garantiza un equilibrio de los poderes y que permitirá cambiar una constitución que les impusieron durante un régimen militar, en 1982. También creen que pondrá fin a un sinfín de gobiernos de coalición que no han conseguido un consenso interno y que han conducido al país hasta la recesión, y terminará con la incertidumbre estructural del Poder Ejecutivo, que ha paralizado a las distintas administraciones.
Emine Nur Günay, una parlamentaria del AKP que asistió al evento, cree que los cambios podrán fin a los conflictos de poder en el ejecutivo y promoverán una mayor diversidad en el parlamento porque permitirán que los jóvenes legisladores de todo el país puedan presentarse a las elecciones. Señala que Francia, como Turquía, pronto celebrará unas elecciones bajo el estado de emergencia.
“Contra los terroristas, no contra los ciudadanos”
“El estado de emergencia de Turquía es contra los terroristas, no contra los ciudadanos”, indicó: “la vida sigue y a los ciudadanos no les afecta. Turquía ha soportado muchos atentados, muchos más que Europa, y muchas personas inocentes han muerto”.
A los votantes de base que apoyan a Erdoğan no les parece un problema que tenga más poder. Son los mismos votantes que lo hicieron presidente en 2014, en el marco de las primeras elecciones presidenciales populares celebradas en Turquía. El presidente goza de una gran popularidad entre estos votantes y esto le ha permitido transformar su cargo, en un inicio meramente protocolario, y dotarlo de más competencias.
Las vidas de algunos votantes han mejorado tras las reformas económicas impulsadas por el AKP, que además ha reforzado las prestaciones sociales para los más vulnerables. Muchos de sus partidarios repiten la afirmación de que ya no necesitan hacer cola para comprar medicamentos caros y que ya no tienen que sufrir en las puertas de un hospital desbordado.
Otros partidarios de Erdoğan consideran que su ascendente carrera es una victoria de la población tras décadas de sufrimiento bajo un gobierno laico en manos de la élite proeuropea; los llamados “turcos blancos”. Durante este periodo se prohibieron algunas manifestaciones públicas de los valores islámicos, como cubrirse con un velo. Ven a Erdoğan como a un hombre de pueblo que ha conseguido sacudir a la casta política desde fuera, a pesar de que su partido lleva 15 años en el poder. Era presidente durante la ruptura de relaciones diplomáticas de Turquía con la UE, reinició una guerra con los rebeldes kurdos después de que se acordara un alto al fuego y bajo su gobierno se han multiplicado los atentados terroristas. Y muchos lo ven como a un hombre poderoso capaz de luchar contra el terrorismo en un contexto de incertidumbre.
¿Héroe o villano?
La desconexión entre el discurso contra Occidente del presidente y la confianza y la euforia de sus partidarios en los mítines es sorprendente. Mientras que para Occidente Erdoğan es una figura autoritaria y represiva, para sus partidarios es un presidente elegido democráticamente y que ejerce la voluntad del pueblo y destruye a los responsables de una intentona de golpe de Estado perversa.
Occidente ve a un líder con ambiciones imperialistas neo-otomanas, mientras que para los turcos de a pie es un hombre capaz de plantar cara a una UE que ha perdido la autoridad moral y dispuesto a defender la causa de los pueblos oprimidos de Oriente Medio.
Occidente ve un retroceso del laicismo mientras que sus seguidores consideran que los ha redimido tras décadas de opresión de las élites laicas; una oportunidad para reforzar su identidad como musulmanes devotos.
“Nos representa y también defiende nuestras ideas”, explica un joven veinteañero de la ciudad de Erzurumen. “Quiere terminar con un sistema que atacaba a la población e instaurar un nuevo sistema que dé voz a nuestras ideas. Antes teníamos a los turcos blancos y ellos administraban el país, pero ahora el pueblo puede expresarse. Las élites ya no tienen el poder”. Ante la pregunta de si dar demasiado poder a un presidente podría ser perjudicial para la democracia, el joven apela a la burla: “¿Cómo puede ser un dictador si su mandato solo dura cinco años y solo puede ser reelegido dos veces? Ha hecho mucho por nosotros, nos ha defendido, ha estado dispuesto a morir por nosotros. Nosotros debemos apoyarlo”, señala. Y añade: “Turquía será mucho más fuerte”.
Muy cerca, una mujer que no quiso identificarse jugaba con su velo de color granate bajo el sol de una calurosa tarde en Ankara. Parecía exhausta, ya que procedía de la ciudad de Van, situada en el este del país, y había recorrido cerca de 1.000 kilómetros para asistir al evento.
“Turquía es la prioridad y él es el único que puede liderar el país”, afirma: “Es el único en quien podemos confiar. Debemos confiar en él para proteger nuestro derecho a llevar velo, proteger nuestra seguridad, el Corán y las mezquitas. Es el único que nos apoyó y siempre está al lado de los oprimidos”.
Traducido por Emma Reverter