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Algo pasa con Minecraft

minecraft portada

Daniel Moreno

Allá por el año 2009 un tal Markus Persson, conocido comúnmente como ‘Notch’, decidió fundar en Estocolmo, su ciudad natal, un pequeño estudio de desarrollo de videojuegos totalmente independiente. Así nació Mojang, cuna del que llegaría a ser un auténtico fenómeno social: Minecraft. Para el 17 de mayo de ese mismo año ya tenían una versión en desarrollo circulando por internet, pero no sería hasta el mes de noviembre de 2011 cuando seríamos testigos del lanzamiento de su versión definitiva para PC.

Desde entonces ha llovido mucho, y resulta más que sorprendente que, a sabiendas de lo rápido que evoluciona el sector de los videojuegos y la tecnología en general, donde todos los productos de moda están destinados al óxido apenas unos meses después de su breve época dorada’, Minecraft parece mantenerse más fresco que nunca, llegando a extender su alcance a todos los colectivos sociales. Desde un simple smartphone hasta las consolas de nueva de generación cuentan con versiones adaptadas, de forma que nadie con un mínimo de curiosidad tenga una verdadera excusa de peso para no caer en la tentación de probarlo.

Minecraft: la reencarnación digital de las piezas de LEGO y Tente

Pero, ¿qué es Minecraft? ¿De qué manera consigue captar la atención de tanta gente? Bien, el título de Mojang surgió como una oda a la libertad del jugador en una época en la que triunfaban los juegos de acción hollywodiense y los títulos deportivos. Si nos centramos en el gran público, podría incluso decirse que no había otra cosa capaz de adaptarse a casi todos los gustos. Videojuegos solía ser sinónimo de Call of Duty y FIFA, incluso se tenía la percepción de que aún era un entretenimiento imberbe, propio de niños, adolescentes y adultos con tiempo libre por no haberse casado con una hipoteca; y aunque los juegos para móviles ya estaban dando bastante guerra, aquellos que los disfrutaban no consideraban realmente que estuvieran jugando a un auténtico videojuego.

La creación de Mojang supo cambiar esta percepción convirtiéndose de paso en adalid de los títulos independientes, como prueba de que hay vida más allá de los juegos creados por las grandes editoras con presupuestos multimillonarios. Minecraft consiguió incluso que aquellos recelosos de lo indie, de esos ‘juegos para hipsters’, se enamoraran de sus cubiletes, de un estilo visual marcadamente retro, incluso cutre, donde los píxeles inundan la pantalla como mofándose del fotorrealismo al que aspiran las grandes producciones. ¿Y cómo pudo hacer tal cosa? Pues poniendo en manos del usuario la posibilidad de crear el mundo que desee sin límite alguno.

Toda película tiene un final, todo libro una conclusión y todo videojuego presenta un camino a seguir. En Minecraft esta norma universal no sirve, queda en nada. No hay un objetivo definido, no hay un final. Ni siquiera hay un nudo que desenmarañar. Simplemente apareces en un mundo generado de forma aleatoria y comienzas a explorar, a recolectar recursos y a dar rienda suelta a tu imaginación construyendo lo que sea que quieras construir con sus ya míticos bloques.

Minecraft es como la rencarnación en el plano digital de los LEGO o Tente que tan buenos ratos nos hicieron pasar de niños. Su espina dorsal no es la misma que la de cualquier otro juego al uso. Su gracia radica en construir, en crear lo que sea que queramos crear y compartirlo. Y en una época en la que las redes sociales se han erigido como una de las herramientas que más usamos en nuestro día a día, eso es crucial, eso es lo que explica el éxito de un juego que bien podría haber ofrecido una experiencia mucho más casual.

Por poner un ejemplo de las creaciones realizadas por la comunidad de jugadores, destacan el llevar a Minecraft algunos escenarios sacados de series como Juego de Tronos, films como Harry Potter y El Señor de los Anillos, ciudades enteras como Atenas y París o incluso países completos como Dinamarca. Todo icono actual, como los pájaros de Angry Birds, malos del cine como Darth Vader, héroes de los videojuegos como Mario y Luigi o incluso obras de arte como La Gioconda tienen su versión digital en Mincraft; a veces con un nivel de detalle sólo al alcance de auténticas obras de artesanía. En otras palabras, Minecraft nos permite hacer lo que con los LEGO sólo podíamos soñar, ya sea en solitario o bien con la colaboración de otros muchos jugadores.

Ello explica que su difusión en las redes sea brutal. Basta con echar un vistazo a Youtube. Los videos de Minecraft son los más vistos de la actualidad, y no hay un solo youtuber de éxito que no cuente con una serie especial dedicada a este juego, publicando diferentes videos diarios con sus andaduras por este mundo de bloques que son vistos y comentados por cientos de miles de personas de todo el mundo. Esto ha dado como resultado que Minecraft haya desbordado el concepto de ‘videojuego de éxito’ para ir mucho más allá, para convertirse en todo un producto cultural y de ocio del que se discute en las oficinas, en los trayectos en Metro y en los patios de los colegios.

Minecraft y la atracción que provoca en los niños

Sin ir más lejos os voy a hablar de un caso personal. Por aquello de ser hijo de padres divorciados tengo tres hermanos por parte de padre, tres varones de nueve, diez y doce años. Paradójicamente el más pequeño es el más parecido a lo que todos solemos entender como un ‘niño’ de los noventa. Es inquieto, deportista, peleón y pícaro. Parece no ser capaz de estarse quieto, de pasar una tarde sin salir al parque a jugar al fútbol o bañarse en la piscina. Sin embargo tanto el mediano como el mayor pueden dedicar horas y horas diarias a ver vídeos de Minecraft en Youtube, de tal forma que cuando sus padres o yo mismo les vemos, nos acercamos con curiosidad como intentado descifrar qué carajo están haciendo, qué gusto o lección sacan de ver a un tipo extraño dando brincos por un escenario pixelado repleto de colorines.

Eso han estado haciendo durante meses, estudiando cada uno de los cientos de miles de vídeos que pueblan la Red, charlando de ellos con sus amigos, dándole la tabarra a sus padres con las peripecias de elrubiusOMG y Vegeta777, convirtiendo todo esto en su mono-tema diario. Así hasta que un buen día, en lugar de descargar una copia legal del juego, consiguieron bajarse de internet una copia pirata del juego.

El quid de la cuestión es que si habían conseguido descargarse una copia pirata de un juego cuando aún no saben ni bajarse un episodio de Pocoyo es porque le han dedicado tiempo a buscar en foros, a bucear por internet entre términos como ‘crack’, ‘serial’, ‘full update’, ‘deluxe edition’, ‘torrent’, ‘codex’, ‘system requirements’, ‘flt’, ‘links’, ‘pass’ y un largo etcétera. Enhorabuena, pensé, han aprendido más inglés pirateando Minecraft que con seis años de colegio bilingüe madrileño.

Ahora la gran ambición del mayor de mis hermanos pequeños es ser youtuber. De hecho a sus doce años ya tiene un canal propio donde cuelga sus videos ‘artesanales’ grabados ‘off screen’ (otro término que ha aprendido con Minecraft) con el teléfono móvil de su madre, el cual fija frente al monitor con un pegote de plastilina por aquello de que, después de todo, sigue siendo un niño.

Y por supuesto se quiere ‘profesionalizar’. Es decir, lo de la plastilina, el iPhone y el audio de mala calidad no es más que una situación temporal que solventará con su capturadora de video, invento que le servirá para grabar sus partidas en alta definición y que no es precisamente barato, por lo que cada céntimo que cae en su poder lo ahorra por la causa. Las vueltas del pan, la partida para comprar cromos o chuches, la propina de los abuelos. Todo eso no hace más que engrosar el crédito con el que ampliará el negocio.

Para bien o para mal, el ejemplo de mis hermanos es sólo una muestra, porque no son los únicos. Hoy en día ser médico, hijo de banquero, sucesor al trono o futbolista con un buen contrato publicitario es ya parte del pasado, el sueño de otra generación que quizás no volverá nunca. Ahora hay que ser youtuber, trabajar desde casa, tener cientos de miles de seguidores e ingresar miles de euros. Y parte del mérito (o de la culpa según se mire) de que se dé esta situación, es de Minecraft.

La golosina de moda: Minecraft y sus ventas.

Como es lógico, todo este fenómeno social va de la mano de un absoluto éxito en ventas. Minecraft es la reina del baile en casi todas las listas semanales de juegos más vendidos, es una auténtica gallina de los huevos de oro que ha generado millones a sus responsables y en particular a un Markus ‘Notch’ Persson que difícilmente podría imaginar lo que se le venía encima.

En total se han descargado a día de hoy más de 54 millones de copias del juego entre las versiones de PS3, Xbox 360, PC, Mac, iOS y Android, a lo que habrá que sumar todo lo que generen las recién estrenadas versiones de PS4 y Xbox One así como la de una PS Vita que estará disponible antes de que acabe el año. En otras palabras, tan sólo el mítico Tetris y Wii Sports le han superado, y eso teniendo en cuenta que el título de Nintendo venía de regalo al comprar una Wii y que el juego de puzles creado por Alekséi Pázhitnov lleva treinta años a la venta.

En el ámbito comercial es tan jugosa la golosina Minecraft que, por poner un ejemplo reciente, su ‘Guía Básica’ escrita por Jens Bergensten y el propio Markus Persson se ha convertido uno de los libros del momento en El Corte Inglés codeándose en las estanterías con obras de Paulo Coelho, Milan Kundera y el best seller ‘Bajo la misma estrella’ de John Green que ya cuenta con una adaptación al cine al igual que se espera que ocurra con el juego de Mojang.

Hasta tal punto ha llegado el éxito y el impacto del juego de Mojang, que ha llevado a la propia Microsoft a desembolsar 2.500 millones de dólares para asegurarse la exclusividad de sus próximas creaciones. Tras la adquisición, Markus Persson, que suele ser noticia por sus duras críticas hacia las grandes compañías del sector, confirmaba en su blog que abandona Mojang para seguir creando nuevos juegos por su cuenta, una decisión que muchos interpretan como el fin de un ciclo y un giro de Minecraft hacia un enfoque más comercial, dejando de lado esos aires indie que siempre le han caracterizado.

¿Estaremos ante el principio del fin del fenómeno Minecraft?

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