Los recursos sanitarios para emergencias también están en crisis
Que los recursos de emergencias se ajusten a las ratios legales, no quiere decir que sean suficientes. Esta afirmación se entiende si se tiene en cuenta que, si en Logroño confluyen al mismo tiempo dos infartos, o dos accidentes de cualquier tipo, sólo podrá acudir un equipo médico a uno de ellos. Y si en ese momento el equipo se encuentra en un pueblo de los Cameros, sólo podrá atender al paciente logroñés un equipo técnico de ambulancias, sin médico ni enfermera, por lo que no se podrá siquiera suministrar un medicamento contra el dolor porque el técnico no puede hacerlo.
Y es que Logroño solo cuenta con una UVI móvil frente a las dos que había anteriormente. Un vehículo que tiene que atender también a otros municipios. En concreto, su área de actuación llega hasta Cenicero, Ausejo, todos los Cameros y La Rioja Alavesa. También ha pasado esta comunidad de contar con dos Soportes Vitales Básicos (ambulancias más equipadas que las convencionales) a tener uno solo en este momento.
La realidad es que actualmente contamos en La Rioja con los mismos recursos para emergencias que hace diez años. Pero es que además, a día de hoy, hay ambulancias que no se usan solo para emergencias sino que trabajan en régimen compartido, es decir, realizan también desplazamientos habituales. Lo que hace que, en ocasiones, tarden más en llegar a atender una urgencia porque se encuentran realizando un transporte entre hospitales.
La situación en los pueblos no es mejor que en la ciudad. En Logroño, las ambulancias convencionales van siempre con un conductor y un técnico mientras que en otros municipios, el único ocupante del vehículo es el conductor, con las carencias que eso conlleva. Hace unos años, además, el personal de las ambulancias estaba fijo en sus puestos, a la espera de recibir una llamada. Ahora solo deben encontrarse localizables, por lo que pueden recibir la llamada estando en su casa o en cualquier otro sitio, con el retraso que eso conlleva en el servicio.
Esta situación no ha llegado de un día para otro, y las quejas de los propios profesionales ya se han escuchado en otras ocasiones. El debate sobre las ambulancias data de antes incluso de asumir La Rioja las competencias en materia sanitaria. En 1999 llegó la primera UVI móvil a Logroño, sumándose a la que ya operaba en Calahorra. El vehículo, según los propios técnicos, dio muchos problemas y poco después, el consejero de Interior decidió convertir una ambulancia convencional en UVI móvil.
Poco después, el gobierno riojano, con Felipe Ruiz al frente de la consejería de Salud, decidió eliminar una UVI móvil y un soporte vital básico. En junio de 2001, tras el atentado de la torre de Logroño, todo el personal fue despedido y el servicio pasó provisionalmente a ser gestionado por una empresa que iba a ser, previsiblemente, la que asumiera definitivamente la gestión del transporte sanitario. Sin embargo, poco después pasó a manos de la actual concesionaria, Asiscar Ambulancias, gestionada por Viamed.
Lo cierto es que, al margen de todos estos movimientos, los recursos no han ido creciendo con los años sino todo lo contrario. Las ratios establecen la obligación de contar con al menos una UVI móvil por cada 150.000 habitantes, algo que se cumple en La Rioja con los tres vehículos operativos. Pero para la zona de Logroño, una sola es claramente insuficiente. Pamplona cuenta con tres, hay dos en Vitoria y seis en Zaragoza. Los técnicos lo tienen claro. A veces, unos minutos de retraso por falta de recursos, pueden marcar la diferencia para un paciente en estado crítico.
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