No nos moverán
Muchos españoles de cierta edad la conocieron por el barco de Chanquete, en Verano Azul; Otros, más veteranos y en su momento comprometidos, por Joan Baez. Pero menos conocen que la famosa “No nos moverán” proviene de una canción de esclavos estadounidenses de principios del siglo XIX, “We Shall Not Be Moved”, tema que posteriormente se convirtió en un himno de la lucha sindical de aquel país, después de los afroamericanos en su lucha por los derechos civiles, y finalmente inmortalizada para el gran público por Pete Seeger. Pues bien, el sector agrario (europeo, español y riojano) lleva años proclamando ese “No nos moverán” de la canción, cuyo estallido parece haber sorprendido a gran parte de la sociedad en los últimos meses.
Pero no, las tractoradas y protestas que sacaron a miles de agricultores y ganaderos a las carreteras a principios de febrero no vienen de la nada, sino que fueron precedidas por años de reivindicación y protesta de las organizaciones que legítimamente representamos al sector agrario, las Organizaciones Profesionales Agrarias. Así, sin echar demasiado la vista atrás, en La Rioja podemos recordar la manifestación ante Azucarera en Miranda de finales de 2019; la manifestación en Logroño de enero de 2020; la de viticultores de septiembre de 2021; y la tractorada y posterior manifestación en Madrid de 2022.
Mientras todo esto sucedía, los gobernantes, de uno y otro color político, aquí, en Madrid y en Bruselas, han ninguneado y siguen ninguneando a los representantes de los agricultores y ganaderos, que llevábamos años, si no décadas, avisando de que la soga nos estaba apretando, y que mucho más no íbamos a poder aguantar. Pero, ante la dejadez de los representantes públicos, desde el sector agrario estamos proclamado un grito claro de no resignación, de lucha por nuestra propia supervivencia y la de nuestros pueblos, gritamos bien alto y fuerte: ¡No nos moverán! No nos vamos a ir, no vamos a permitir que nos “reconviertan”, como sucediera hace tempo con los sectores naval, metalúrgico o minero.
Mientras sigamos alimentándonos de lo que proviene de cultivar la tierra y criar el ganado, siempre habrá agricultura y ganadería. Pero lo que no está tan claro es si seguiremos existiendo los agricultores y los ganaderos, porque, al paso que vamos, los pocos que quedemos en los pueblos seremos tractoristas o pastores de grandes macro empresas que han puesto en el campo su objetivo de inversión. O uno de todos esos trabajadores de las empresas de placas fotovoltaicas o molinos de viento que tantos empleos supuestamente van a crear en el medio rural.
Los agricultores y los ganaderos no nos vamos a dejar expulsar de nuestro modo de vida, sino que vamos a cortar la soga que nos ahoga. Una cuerda que es sujetada por muchas manos, todas ellas ajenas al sector primario, pero que cuentan con el apoyo o la vista gorda de quienes tendrían que controlarlas. Hablo de los especuladores que juegan a la bolsa con los alimentos; de los fondos de inversión que han puesto en el campo su objetivo de lograr rentabilidad con algo tan sensible como la alimentación; o de los acaparadores de tierras (con la peculiaridad riojana de estar encabezados por las bodegas, grandes y no tan grandes). Todo un camino que nos está llevando a lo que nuestra Coordinadora estatal llama “la Uberización del campo”, un nuevo modelo de oligopolios empresariales, en el que sobran los agricultores y los ganaderos, y que ya está triunfando en España en sectores como la uva de mesa, el olivar o el pistacho.
Hablando de COAG, en este punto quiero resaltar una iniciativa de nuestra Coordinadora, y que próximamente presentaremos en La Rioja: Se trata de la campaña “Por una educación basada en el conocimiento de nuestra riqueza agroalimentaria”, con la que se pretende conseguir la instauración de una asignatura sobre cultura agroalimentaria en colegios e institutos. Es de vital importancia para el sector agrario revertir la imagen trasnochada de incultos y pedigüeños que todavía gran parte de la sociedad mantiene, a pesar de que somos una profesión altamente tecnificada y que tiene que cumplir altísimos estándares de calidad y control. Unos requisitos, por cierto, a los que no se ven obligados nuestros competidores de fuera de la Unión Europea, lo que ocasiona una competencia desleal que nos expulsa de los mercados en beneficio de productos conseguidos sin el cuidado al medio ambiente, a la salud y a las condiciones laborales que sí observamos los agricultores y ganaderos riojanos, españoles y europeos.
A esta competencia desleal se suma, como decíamos en el manifiesto del pasado 4 de mayo, una falta de capacidad de negociación con la agroindustria y la distribución (bodegas incluidas), conformando los dos elementos que más afectan a la supervivencia de nuestro sector. Sin estas dos cuestiones solucionadas, cualquier problema que surja en nuestro camino (sequía y otros elementos climáticos extremos, subida de inputs por inestabilidad internacional…), crisis que pudieran ser puntuales y de fácil superación, se convierten en el nudo corredizo que ahoga la rentabilidad de demasiadas pequeñas y medianas explotaciones agrarias.
Estas y otras reflexiones surgen al pensar en cómo está nuestro sector a la llegada de la jornada festiva de San Isidro, cuando por un día nos olvidamos de nuestras preocupaciones para compartir un bonito día entre colegas y paisanos. Una fecha en la que los pueblos se engalanan y frenan su actividad para reconocer al pulmón económico que todavía les mantiene vivos, la actividad económica que desarrollamos agricultores y agricultoras, ganaderas y ganaderos.
Así pues, porque queremos seguir “viviendo de la tierra”, como dice nuestro viejo lema, porque queremos continuar alimentando a la sociedad, porque queremos mantener nuestros pueblos vivos y nuestro medio ambiente sano y cuidado, en el día del patrón, gritamos:
¡Viva San Isidro, vivan los agricultores y los ganaderos, y viva la Unión!
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