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Homenaje a la “rebeldía ciudadana” con esculturas de latas y litronas en el monumento al Dos de Mayo

Esculturas de latas y litronas en el monumento a Daoiz y Velarde

Diego Casado

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Hace tiempo que las estatuas de Daoiz y Velarde perdieron sus espadas de piedra. Los héroes de la resistencia madrileña frente a los franceses en 1808 llevan desarmados desde que el Ayuntamiento renunció a reponer sus filos, ante los numerosos ataques que sufría este conjunto escultórico símbolo de Malasaña. Así que la imagen marcial de los soldados se quedó reducida a una empuñadura en sus manos derechas, en lugar de blandir su defensa a la vez que con la izquierda se siguen agarrando fuertemente.

Un día, a alguno de los habituales de la plaza se le ocurrió coger una botella vacía de cerveza y colocársela a Velarde, coronando el monumento. La ocurrencia debió de hacer gracia, porque cada vez que el vidrio era retirado por los trabajadores municipales, otra litrona volvía a ocupar su lugar al poco tiempo.

El pasado domingo, 2 de mayo, esta la costumbre pasó a formar parte del monumento gracias a una intervención artística. Sobre la empuñadura de Pedro Velarde alguien colocó la escultura de una litrona, integrándola en en el conjunto y dotando al general cántabro de un objeto con el que ocupar su mano. También se distribuyeron cinco copias de esta misma botella sobre la peana, entre las piernas de los militares y el cañón, acompañadas de 19 figuras simulando latas de cerveza usadas.

“Lo coloqué allí porque la botella se ha convertido en un símbolo del barrio”, explica el joven artista madrileño responsable de la instalación, en conversación con Somos Malasaña. Ideó la performance hace tiempo, como homenaje a todos los jóvenes que pueblan la plaza del Dos de Mayo cada tarde. Y la ejecutó el pasado fin de semana, aprovechando que la empuñadura de Pedro Velarde estaba libre. “Era el momento perfecto”, asegura.

“Estas latas y litronas son para mí dos representantes de la rebeldía ciudadana” -apunta- “la que se niega a dejar de usar el espacio público para el consumo de alcohol, acto que está penalizado con multas de hasta 600 euros desde el 2002”, resume sobre su intervención.

El artista quería que las nuevas figuras se integraran visualmente en el conjunto, así que fabricó un molde a partir de la litrona clásica y practicó varios vaciados de escayola con él, simulando el mármol de Carrara del que está hecha la obra. Además, recogió unas cuantas latas vacías de la propia plaza del Dos de Mayo y las utilizó para completar el resto del conjunto, también en escayola. “La litrona representa una realidad característica de la plaza juvenil y alborotadora”, explica el autor, que prefiere permanecer en el anonimato de su pseudónimo, Joven Mustio.

Daoiz y Velarde llevan en Malasaña desde el año 1932, cuando sus estatuas fueron colocadas junto a lo único que queda del Cuartel de Artillería de Monteleón, uno de sus arcos de entrada, que se restauró para adornar la principal plaza de Malasaña (entonces barrio de Maravillas). Las figuras son obra de Antonio Solá, que en 1830 entregó la obra que le había encargado el rey Fernando VII.

“Ha habido gente a la que le ha parecido irrespetuoso. Pero la intención de esta acción no es molestar a la gente que orgullosa celebra los acontecimientos del 2 de Mayo, sino complementar la estatua con dos de los elementos con los que lleva conviviendo durante ya un largo tiempo”, aclara el autor de la performance. Él observa una “rebeldía” en los jóvenes de la actualidad similar a la de los madrileños que aquella primavera de 1808 decidieron resistir a la invasión gala, pese a que las autoridades habían pedido que permanecieran en sus casas. Como aquellos, cree que los actuales también pueden acabar formando parte de la historia.

El conjunto escultórico es propiedad del Museo del Prado (que muestra en su web una imagen de la escultura sin espadas) y actualmente está cedida al Ayuntamiento de Madrid. Fue sufragada por el Cuerpo de Artillería y tuvo un coste de 3.000 duros de la época.

La obra representa a los militares que dirigieron la defensa del Cuartel de Monteleón frente a las tropas francesas en mayo de 1808, pero con un estilo neoclásico, de gran simbolismo: se presentan de pie, cogiéndose de la mano en señal de juramento, prometiendo no humillarse ante las huestes de Napoleón y defenderse con su vida. Se trata de una idealización clásica de ambos militares y tanto los rostros como la túnica que cubre su uniforme tienen poco de realismo.

Un cañón, clave a la hora de repeler los primeros ataques galos, acompaña al conjunto escultórico. Las figuras, esculpidas en mármol de Carrara, no tuvieron un acomodo fácil en Madrid. Pasaron casi un siglo dando vueltas hasta encontrar hueco en su actual ubicación. Hace unos años, el área de Cultura valoró hacer una copia del monumento para trasladar el original a un lugar a salvo del vandalismo, cosa que descartó finalmente el Ayuntamiento.

La pieza monumental está rodeada de una elevada valla, aunque saltándola es posible acceder fácilmente a las esculturas. Es lo que hizo Mustio hace unos días. Ahora planea completar su proyecto artístico con una serie de entrevistas a los jóvenes que habitualmente visitan la plaza y a los que piensa que les ha gustado la intervención: “Quiero creer que se sienten identificados con ella. Dure lo que dure la obra”.

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