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“Los cambios que necesita España requieren de un nuevo proceso constituyente”

Monedero admite que "andaba un poco enfadado por un alejamiento de las bases" cuando dejó la dirección de Podemos / LH

Rafa López

Murcia —

Cuando Juan Carlos Monedero anunció que abandonaba la dirección de Podemos, hubo quien pensó que una de las personalidades de la fundación del partido desaparecería del mapa político. Nada más lejos de la realidad: con su trabajo en la sombra, el cofundador de Podemos continúa su actividad política y se ha embarcado en “Carteros por el cambio”, iniciativa que desea devolver al partido la imagen de representación de la ciudadanía que lo alzaba hace un año en las encuestas electorales. Tras su intervención este sábado en el Paraninfo de la Universidad de Murcia, charlamos con Juan Carlos Monedero sobre la situación de su partido de cara al próximo 20-D.

¿Cuál es el objetivo principal de “Carteros por el cambio”?

En los últimos 18 meses hemos tenido que prestar mucha atención a la parte más representativa del partido, y a lo largo de ese tiempo hemos ido dejando de lado ese contacto, que además marcaba la diferencia entre Podemos y otras fuerzas políticas. Nuestras campañas electorales se basan en la cotidianeidad con la gente. Esta alternativa consiste en devolver a la gente aquello que ya hacían: imprimir papeletas y dejarlas en buzones de vecinos. Nosotros invitamos a la gente a que no se queden ahí, a que escriban cartas de amor a sus amigos, compañeros, etc. En un tiempo donde se promueve la autoayuda, apostamos por la autoayuda colectiva, a la que nosotros llamamos política.

¿Se ha deteriorado el mensaje inicial de Podemos a lo largo de esos 18 meses?

No. Hay una parte de la ejecutiva del partido que ha expresado la necesidad de adecuar el programa y el discurso a la “probabilidad cierta” de gobernar. Esto implica asumir que nuestro país es deudor de donde viene. Los políticos no podemos ir muy por delante. Cuando alguien va un paso por delante, alumbras el camino, pero si te alejas demasiado, has perdido el rumbo. Hay que diferenciar, porque una cosa es un discurso como forma de agitación intelectual, como forma de abrir ideas y desafiar el pensamiento, y otra muy distinta gobernar. En mi opinión creo que debemos aproximar los dos elementos. En el gobierno se tienen que limar ciertas aristas para que la gente no se haga daño con ellas.

¿Pero no cree que Podemos ha perdido ese carácter de indignación que surgió del 15-M?

Sin duda. La política representativa necesita de una vacuna muy poderosa o es muy complicado satisfacer a todos. Tienes que elegir entre reunirte con 20 habitantes de un pueblo o con su alcalde; con los trabajadores de una fábrica o con los líderes sindicales del sector; o bien con un grupo de ciudadanos o eliges ir a la televisión donde te ve todo el país. Esa lógica representativa electoral te acaba devorando, por eso el riesgo de convertirte en un partido como los demás siempre está ahí. Nosotros organizamos los círculos para sembrar esa vacuna que lo impidiera. Nacimos reclamando primarias, que la gente decidiera el contenido del programa, echara a cualquier cargo cuando quisiera.

En esa tensión entre la necesidad de batir a los grandes aparatos electorales del Ibex 35 como PSOE, PP, Ciudadanos, CIU y PNV, y la necesidad de seguir alimentando esa politización que surgió de esa gran conversación que fue el 15-M, nosotros escogimos antes lo primero. Pero la garantía de que Podemos pueda ahondar en la democracia española consiste en encontrar un equilibrio donde esa segunda parte, menos investigada, tenga mayor relevancia.

¿Se han vaciado las calles cuatro años después de 15-M?

Las calles se han vaciado porque la gente espera que Podemos sea la alternativa a sus demandas. La urgencia que expresaban las calles se han detenido en el último año por la condición de que Podemos podía conseguir y lograr satisfacer esas reclamaciones. Seguramente, si el sistema impidiera encontrar una salida a esas demandas a través de cambios constitucionales y mayor participación en la discusión de un nuevo texto, las calles volverían a coger protagonismo.

¿Habla de una nueva Constitución?

Sin duda alguna. La reforma de la Constitución implica cuestiones de tanto calado, es tan amplio, que no se limita a cambios cosméticos. Además del entramado legislativo que dificulta esos cambios concretos se incluye la necesidad de introducir reformas mucho más complejas y que tienen más lógica en un marco de proceso constituyente. Los cambios más básicos como podría ser una reforma de la ley electoral implican la necesidad de un referéndum. Hay madurez política en la sociedad española para afrontar una discusión que afecte a toda la ciudadanía: que no sean siete padres y ninguna madre de la Constitución, y que no lo discutan los ciudadanos.

¿No es un objetivo un poco lejano para un partido nuevo?

Vivimos el periodo de crisis más importante desde la II Guerra Mundial, una serie de cambios espectaculares: el cambio climático, la inmigración, la destrucción plena de empleo, la pérdida de derechos de la ciudadanía, la reducción de la democracia por las presiones de la dictadura financiera... Estamos en un momento no menos grave que el que enfrentó la democracia en los años treinta, con la diferencia de que ahora vivimos en sociedades formalmente democráticas que dificultan identificar los riesgos: si Hitler invade Francia estamos todos de acuerdo en que está mal, pero si los mercados financieros impiden que Grecia tome sus propias decisiones, lo asumimos. El efecto es básicamente el mismo, pero en uno de ellos no lo notas.

¿Su marcha de la dirección del partido se debió a su polémica tributaria, por que prefería ir por libre o por ese alejamiento respecto de la ciudadanía?

Cuando me acusan de fraude fiscal aparece en todas las portadas. Cuando la jueza archiva las dos querellas, es decir, que ni siquiera las admite a trámite, nadie le dedica su 'prime-time' en las tertulias ni abren los telediarios. Se ha azotado muy fuerte mi persona y en su momento se hizo muy pesado. En esa pesadez había gente en el partido que entendía que los ataques eran a Podemos y no a Juan Carlos Monedero. De alguna manera, pensé que mi retirada podía ser beneficiosa para el partido. Al no tener interés concreto en ningún cargo, creí conveniente escuchar esas apreciaciones.

Al mismo tiempo, también andaba un poco enfadado por un alejamiento de las bases. Abandonamos un poco esa vacuna para prestar más atención a la parte representativa. Al final se juntaron varios elementos, y en un país en el que no dimite nadie, me pareció que dimitir era una señal de honestidad.

¿Han tratado por igual los medios de comunicación a partidos emergentes como Podemos y Ciudadanos?

Conseguimos ese espacio porque los medios lo necesitaban, estábamos de moda y no hacíamos daño a la par que les conseguíamos audiencia. A partir de enero, con la marcha del cambio, la victoria de Syriza y nuestro auge en las encuestas, se produjo un ataque despiadado contra nosotros. Por eso Ciudadanos tiene ahora el favor de los medios por su novedad, aunque también tiene el favor del Ibex 35, que necesitaban su 'Podemos de derechas'. Hablamos de un partido que no tiene sus cuentas claras, mucho más radical en su programa que el Partido Popular, que tiene diez años y se presenta como novedoso.

El auge de Ciudadanos muestra un poco las contradicciones de los medios de comunicación, que por un lado son empresas que tienen que generar audiencias, espectadores, pero por otro tienen que contentar a sus dueños y al poder político que lo sostienen. Puedes encontrar a periodistas como Évole, que si le dejan hacer su trabajo consigue maravillas, y a la vez que consigue audiencias, mejora la imagen democrática de España. Luego te encuentras cosas como Telemadrid, TVE, los medios de la Conferencia Episcopal que se crearon simplemente para extorsionar a políticos que hacían ruido.

¿Qué análisis haría de los Gobiernos del cambio, con Madrid y Barcelona a la cabeza, y cómo cree que influirán en Podemos en a las elecciones del 20 de diciembre?

Los presentaron como enemigos de la democracia y se ha demostrado todo lo contrario, que han construido más democracia. Podemos tiene que aprender de ellos, entender que su propia condición de partido nos obliga a ser capaces de convencer a lo que armó los gobiernos de cambio para construir un trabajo conjunto. Yo planteé antes de verano que Podemos tiene que ser más cosas, tenemos que ser la nave nodriza que construya el cambio de este país. El problema es que hay quien no quiere estar en partidos políticos, debemos atraerlos y que se unan a ese cambio colectivo.

¿Qué mensaje daría a esas personas que no quieren “politizarse”?

Les recordaría que el gran problema que los círculos de cambio han tenido es que nunca han querido gobernar, y entonces han sido testimoniales. Se han acostumbrado a la derrota romántica, que justifica tu propio fracaso pero te inhabilita para cambiar las cosas. Exigimos a la gente que tiene sensibilidad transformadora que haga todo lo posible por cambiar las cosas. Participar es trabajar de más, y hay que entender que las luchas de ayer son los derechos de hoy, y las luchas de hoy son los derechos de mañana.

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