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El drástico impacto ambiental de los puertos deportivos en el Mar Menor: “Esta playa es una piscina de fango”

Vista aérea del Club Náutico de Los Nietos (Cartagena), con su puerto deportivo en forma de isla, en la costa sudoeste del Mar Menor. Junto al puente de acceso se estanca el agua y se acumula el fango y la vegetación.

Álvaro García Sánchez

Cartagena —
13 de mayo de 2024 21:43 h

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Un mismo cartel se repite en las calles de todas las poblaciones ribereñas del Mar Menor. Lleva escritas dos palabras, y siempre indica la dirección hacia una serie de lugares donde proliferan el fango y las aguas estancadas: ‘Club Náutico’. En la laguna coexisten, entre clubes náuticos y puertos deportivos, un total de once infraestructuras portuarias. Fueron construidas en los años 70 y 80, en pleno auge del turismo de sol y playa. Las hay de todas las clases y tamaños. Las concesiones de las mismas permiten a la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (CARM) -que posee sus competencias desde 1982- ingresar varios millones de euros. 

“Esa densidad de puertos, en un ecosistema como el Mar Menor, es un verdadero disparate. Es una de las más altas de todo el Mediterráneo”, afirma en este sentido Juan Manuel Ruiz, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Según el científico, dos de ellos son los más señalados por el “deterioro ambiental” que provocan: el puerto de Los Nietos, y el de Los Urrutias. Ambos están ubicados en la parte sur de la laguna, dentro del municipio de Cartagena. Los vecinos llevan años lamentando la inacción de la administración regional ante unas instalaciones que solo disfrutan unos pocos particulares, pero que afectan a las playas, a los propios pueblos y a su vida cotidiana.

Un “monstruo” en Los Nietos

Casi 300 barcos yacen parados en los amarres del Club Náutico de Los Nietos. Oscilan con el movimiento muy ligero del viento, provocando una musicalidad de cuerdas que golpean contra los mástiles. Casi ninguno sale a navegar en el día a día. Pero, aunque sus dueños quisieran sacarlos, muchos tampoco podrían hacerlo.

Un usuario del puerto que ha preferido mantenerse en el anonimato señala hacia los pantalanes, que son estructuras macizas que impiden el paso del agua y que sirven para proteger a las embarcaciones del temporal. “Gran parte del puerto se ha ido colmatando porque no puede circular el agua. Se ha perdido la profundidad. Es un desastre. A la mínima, te puedes quedar encallado”, explica.

Los sedimentos se acumulan en toda la instalación. Hay zonas que llegaron a tener en su origen un calado de más de dos metros y en las que ahora, sin embargo, el agua apenas se levanta dos palmos del fondo. “El de Los Nietos es un puerto que está mal hecho desde el principio”, incide Juan Manuel Ruiz. “Es un ejemplo de libro del deterioro que causan estas instalaciones al alterar la hidrodinámica del patrón de corrientes de la zona. No solo repercuten en la profundidad de los puntos de amarre. También en el estado ecológico de todo el entorno”, evidencia.

Las palabras del experto del IEO se hacen rápidamente visibles. Alrededor del puerto hay playas que han quedado prácticamente inutilizadas. Junto al puente que conecta el paseo marítimo de Los Nietos con el club náutico se extiende una selva de cañas. Quien pase por allí podría llegar a pensar que éstas crecen sobre tierra firme. Pero en realidad brotan del mismo Mar Menor.

El puerto se construyó en 1980. Desde entonces su estructura gigantesca, en forma de isla, bloquea el devenir natural de las mareas. El agua está estancada, y no encuentra salida. Hay zonas de algas putrefactas que tienen un verde y un marrón intensos, y otras en las que el fango se desgarra hasta cobrar un color negruzco, como de asfalto húmedo. Hay también en la mezcla, añade Ruiz, una elevada cantidad de metales pesados procedentes de los arrastres de la sierra minera.

En el mismo puente de entrada al club, Nani Vergara, presidenta de la Asociación vecinal de Los Nietos, llegaría a tocar las cañas si extendiera su mano. Las raíces de la vegetación atraviesan una barca de madera abandonada entre el fango. Vergara vive desde hace 60 años en la localidad. Cuenta con nostalgia cómo todo lo que ella conocía cambió progresivamente tras la construcción del puerto. “Hasta el año 80”, afirma, “hubo un club náutico de madera, levantado sobre pilares altos. Entonces no había puerto, y el agua circulaba con normalidad. Incluso nos bañábamos debajo del club”.

En aquellos años el deporte náutico y el aprovechamiento económico del turismo comenzaron a protagonizar los idílicos veranos en el Mar Menor. Cada vez más gente quería comprarse un barco y surcar con él una laguna que tiene unas condiciones idóneas para la navegación. Los gobiernos regionales y centrales vislumbraron la posibilidad de fomentar el crecimiento de las poblaciones costeras, y dieron el visto bueno a la construcción de los puertos como lugares de referencia social. 

“Las autoridades -el Estado, en aquel momento- permitieron este monstruo”, dice Vergara, de espaldas al edificio principal. “Ahora no te puedes bañar del fango que hay”, manifiesta. “No solo aquí, al lado del club, sino en el fondo de todas las playas”. Muy cerca de las cañas, un grupo de operarios se sumergen en el fango con trajes impermeables y retira una parte de las algas que flotan a ras del mar. 

“Esta situación afecta a la visión que la gente tiene del pueblo. Va quedándose vacío con el paso de los años. Se trata de un puerto que lleva construido más de cuatro décadas y que empeora claramente la laguna, junto con el resto de contaminantes. No se ha arreglado por falta de voluntad política”, denuncia la presidenta vecinal.

La afección del puerto al mar, para Fomento, es “nula”

La Consejería de Fomento publicó el pasado mes de abril el Estudio de Viabilidad Financiera del puerto deportivo de Los Nietos. Su concesión caducó en 2011. “Eso significa que en los últimos 13 años solo se ha podido llevar a cabo un mantenimiento cotidiano, pero no se puede acometer ninguna inversión ni poner en marcha obras que sirvan para solucionar el estancamiento del agua”, expresa Ramón Pagán, portavoz de la plataforma Pacto por el Mar Menor.  

En el estudio, el consejero José Manuel Pancorbo (Vox) estima renovar la concesión del club por los próximos 35 años. Calcula que la empresa concesionaria tendrá que afrontar un gasto total de 27 millones de euros durante todo el período. Una parte del dinero, la correspondiente a los cánones de explotación, iría a parar a las arcas regionales.

Pancorbo aboga en el documento por “retomar el concepto de puertos abiertos a la sociedad y situar a la Región de Murcia como referente en actividades que atraigan riqueza”. En la proposición de reforma de la ley del Mar Menor que el partido ultraderechista negociará con sus socios del Partido Popular en los meses venideros, Vox abre la veda a la construcción de más puertos en la laguna y a la ampliación de los ya existentes. La actual ley prohíbe expresamente ambas cuestiones.

Según Jesús Gómez, antiguo patrón de la cofradía de pescadores de San Pedro del Pinatar, actualmente hay amarrados aproximadamente “4.000 barcos tan solo en los puertos”, y añade que es una actividad turística “muy rentable” y que por ello el Ejecutivo regional pretende potenciarla.

La ley de protección de la laguna también prohíbe sacar adelante nuevas concesiones sin antes realizar un estudio de la dinámica litoral de cada puerto. Pero en el informe sobre la futura adjudicación del club de Los Nietos no hay referencia alguna a la acumulación incontrolable del fango en torno a la infraestructura. elDiario.es ha preguntado en repetidas ocasiones a Fomento si se está cumpliendo la ley en este sentido. También si es consciente de la penosa situación de las aguas en la localidad. En ningún caso ha habido respuesta. 

En febrero de 2024, la Consejería sacó a la luz un informe no demasiado explicativo en el que asegura, de forma general, que “la afección de las estructuras portuarias al Mar Menor es nula”. En Los Nietos recomienda realizar “un pequeño dragado puntual para el mantenimiento del entorno”. Ramón Pagán tilda ambas afirmaciones de “un insulto a la razón y la inteligencia”.

Bajo el criterio de Juan Manuel Ruiz, “los efectos de los puertos en las corrientes litorales del Mar Menor están más que demostrados”. “Tantos puertos alteran los sedimentos de los fondos marinos, por muchos dragados que se hagan”, argumenta. “Si no se idea una solución duradera”, prosigue el investigador del IEO, “podrán extenderse las consecuencias, y tendríamos un grave impacto ambiental con la sedimentación de metales pesados e hidrocarburos”.

El puerto que fue construido en un humedal

En la actualidad, los humedales que rodean al Mar Menor están concebidos por la comunidad científica como aliados que retienen la entrada de nutrientes al mar. Pero en el año 1986, cuando la CARM ejecutó la construcción del puerto deportivo de Los Urrutias, los responsables no dudaron en partir por la mitad un saladar con vegetación autóctona, incluido ahora dentro del ‘Paisaje Protegido de Espacios Abiertos e Islas del Mar Menor’ de la Red Natura 2000 del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco).

Lo destrozaron. Le echaron toneladas de asfalto. Levantaron una urbanización al lado del puerto. Hicieron otro puente para conectar la tierra con la isleta de pantalanes y barcos. Lo relata Ana Pineda, que lleva veraneando en el pueblo más de 40 años. Para Fomento, tal y como refleja en su informe, el de Los Urrutias es otro puerto con una afección “mínima” a la laguna. Pero la problemática, en realidad, es idéntica a la de Los Nietos. Se acumula el fango hasta colapsar la corriente del agua. “La degradación ambiental, en este caso, también es severa”, aclara Juan Manuel Ruiz.

Hace unos días, explica Pineda, lo limpiaron todo. A pesar de ello, la suciedad, en el fondo, que apenas se sitúa a unos centímetros de la superficie, es notoria. “Siempre lo he comparado”, cuenta la vecina, “con un restaurante en el que pides el mejor plato posible, pero en el que te lo sirven en una mesa que está llena de mierda. Así es este lugar”, dice.

“Por mucho que limpien va a volver a estar como estaba dentro de unos meses”, añade. Dice que nadie que no viva aquí se puede hacer una idea de la cantidad de porquería que se acumula alrededor del puerto. Enseña un vídeo para ilustrarlo. “Esta playa es una piscina de fango. Se mezcla en el agua todo el veneno que llega aquí de los vertidos -la rambla del Albujón está a apenas 4 kilómetros de la localidad-, y se queda inmóvil. Huele a huevo podrido. Y en verano atrae a millones de mosquitos. La gente no puede ni salir a tomar el fresco”, asegura.

No hay momento de su vida en Los Urrutias en que Ana Pineda no recuerde el club náutico convertido en un lodazal. El estancamiento del agua alcanza incluso las zonas más lejanas. Hay barcos fondeados que ya empiezan a hundirse bajo el légamo. “El Gobierno regional ha mirado siempre para otro lado. Aquí no se atreve a bañarse ni dios. Tengo una casa con una hipoteca, y solo pienso en cerrarla, porque no podría venderla. No tendría valor”, dice.

“Este puerto se construyó de cero en el humedal”, señala, en dirección al paraje de tierra salada bajo un manto de matorrales. “Esto estaba desierto, hasta que decidieron que no. Lo que han hecho es antinatural. Pero la naturaleza es sabia, y lo escupe todo”.

“Ya no es una zona de baño”

Otro de los puertos deportivos que llama la atención nada más tenerlo delante es el de Los Alcázares. Pero no por su repercusión en el recorrido natural de las corrientes, que también es evidente, sino porque a un paso de su pasarela la playa de La Concha se ha convertido en un punto de amarre de barcos. Hay canoas, veleros, lanchas a motor y catamaranes.

“La gente, para no pagar un amarre en el puerto” -que en régimen de alquiler cuesta 3.200 euros al año, según afirma un usuario del club alcazareño- “tira al mar un neumático relleno de cemento o un bloque macizo y ancla a ellos su barco”, explica el coordinador regional de Ecologistas en Acción, Pedro Luengo. “Se hace de forma ilegal, al lado de las playas, y además destroza los suelos”, añade. 

La acumulación de barcos fondeados en La Concha suele salir en todas las conversaciones del pueblo. Una vecina que ha preferido no decir su nombre y que vive en Los Alcázares desde hace 70 años cuenta que la playa “ya no es una zona de baño”, sino “un lugar donde fondean barcos que casi nunca salen a navegar”.

Pero todo no queda ahí. “Las orillas están encenagadas. Te clavas al entrar. Es lo mismo que ocurre en el resto de puertos. Esta, que era una playa limpia, con agua cristalina. Y se ha ido perdiendo poco a poco hasta quedar en nada”, lamenta la vecina.

Consciente de los perjuicios que la infraestructura provoca en La Concha y en los propios bañistas, el Ayuntamiento de Los Alcázares, aseguran fuentes adscritas a su Concejalía de Medio Ambiente, ha presentado a la Comunidad Autónoma dos propuestas concretas: por un lado, una limpieza de fangos del fondo. Por otro, la construcción de una hilera de marcos en el espigón principal del puerto, de manera “que permitan”, recalcan, “la circulación de las corrientes marinas”.

Dos puertos en un kilómetro

A pesar de que cada localidad costera del Mar Menor posee un puerto a su entera disposición, hay algunas en las que esta regla tan simple resulta, por la distancia que las separa, excesiva. Lo único que divide a los clubes náuticos de Islas Menores y Mar de Cristal es una playa de apenas un kilómetro de longitud. Son puertos pequeños, conectados con la misma arena. En solo cinco minutos andando, es posible desplazarse de uno a otro.

La Consejería de Fomento ni siquiera los menciona en su estudio de dinámica litoral. Pero sus consecuencias comienzan a notarse junto a las enormes rocas de los espigones que abrigan a los barcos. Entre ellas también crecen cañas verdes, como las que hay en Los Nietos. También se estanca el agua. También huele a fango. 

Es un cóctel que, para Marian, una vecina que pasea a su perro entre una población y otra, tiene su explicación en la masificación turística y en el negocio náutico, que es más poderoso, en su opinión, que el declive ecológico. “Estos pueblos crecieron para aprovecharse de la explotación de temporada. Para hacer dinero. No tiene sentido que haya dos puertos tan pegados. Nadie pensó en las consecuencias, y ya se empiezan a notar”, dice.

“La Comunidad Autónoma está en una situación económica comprometida, y con las concesiones de los puertos ingresa una cantidad importante de dinero”, subraya Ramón Pagán. Este medio ha preguntado a Fomento por la cuantía exacta que percibe anualmente por medio de la adjudicación de las instalaciones portuarias, pero tampoco ha obtenido respuesta.

El impacto medioambiental de los puertos es cada vez más desalentador, a pesar de que la Administración regional lo niegue en sus publicaciones. Ninguna solución parece fácil de desarrollar a corto plazo. “Da la sensación de que siempre se quiere dejar la puerta abierta a cualquier cosa que pueda dar beneficio. Pero habría que plantear la recolocación y eliminación de algunos puertos”, cree Pedro Luengo.

La conclusión de Juan Manuel Ruiz es categórica. “Fue un error el haber permitido y planificado tantos puertos dentro del Mar Menor. Habría que decidir el modelo que queremos. Ahora hay uno de deportes náuticos y clubes y miles de barcos. Eso no es sostenible en un ecosistema tan frágil. No puede serlo”.

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