El 28M, la del PSOE resultó ser la lista más votada en las elecciones municipales celebradas en Molina de Segura. Obtuvo 11 concejales frente a 9 del PP y 5 de Vox. Los socialistas, encabezados por el que fuera alcalde hasta entonces, Eliseo García Cantó, cosecharon dos mil votos más que los populares. Pero esa misma noche ya quedó patente que habría pacto de la derecha para provocar el cambio y gobernar el Ayuntamiento molinense. Pocos días después, un domingo, se llegó a convocar a los medios a una rueda de prensa para anunciar el acuerdo al día siguiente. Sin embargo, desde la dirección regional del PP se desautorizó la convocatoria por considerarla precipitada, cuando aún no se sabía qué podría pasar con la investidura en la Asamblea Regional de Fernando López Miras. PP y Vox mantenían un tira y afloja que desembocó el 10 de julio en el voto negativo de los 9 diputados que lidera José Ángel Antelo.
El candidato molinense del PP, el abogado José Ángel Alfonso, negoció con el de Vox y futuro primer teniente de alcalde, Antonio Martínez, la composición del equipo de gobierno. Mediado el mes de junio, en su toma de posesión, hizo público el reparto de delegaciones, reconociendo que a Vox le había llegado a conceder “más de lo que han pedido”. Era evidente que Alfonso tenía prisas por amarrar la alcaldía y evitar sorpresas y desencuentros con los de Abascal, como los que está teniendo aún hoy el candidato de su partido a la presidencia de la Comunidad Autónoma. Pero parece que con él no va lo que sostiene a machamartillo su máximo líder, Alberto Núñez Feijóo: eso de que siempre ha de gobernar la lista más votada. De hecho, este martes estuvo a punto de meterse él sólo en un berenjenal, durante una entrevista televisiva, argumentando todo lo contrario de lo que preconiza el expresidente de la Xunta de Galicia.
Así, Alfonso concedió amplias delegaciones a los cinco ediles de Vox, todas ellas con dedicación exclusiva, por la que cada uno de ellos percibirá un sueldo bruto de casi 56.000 euros anuales. La edil de origen venezolano Escarlet Marielén Piñero, fervorosa militante de Vox, ostenta la concejalía de Familia, Turismo, Comercio, Artesanía y Consumo. Ya, durante la campaña electoral, su partido había anunciado, en consonancia con lo que pensaba hacer en el resto de corporaciones, que suprimiría la concejalía de Igualdad, así como lo que ellos denominan los chiringuitos que esto conlleva. Dicho y hecho.
En el polémico pleno celebrado el pasado lunes, que con un mes y medio escaso en el cargo el alcalde no supo atemperar, la concejala Piñero explicó, durante una accidentada intervención, que no se suspenderá nada y que seguirán funcionando con normalidad los servicios para la atención a la mujer, “como el CAVI, los servicios de acogida o conciliación o el programa Corresponsables”. Sin embargo, desde asociaciones como Horizontes o Mujeres con nombre ponen en duda que esto sea así y denuncian que, de hecho, ya hay prestaciones que han sido minoradas, como quisieron dejar patente en su comparecencia, a través de una de sus portavoces, durante el citado pleno, amparadas por el estatuto de participación ciudadana.
La encendida disertación de la concejala de Vox en la agitada sesión plenaria, y las airadas protestas de muchas de las asistentes al mismo, motivaron los incidentes que han cobrado notable protagonismo durante la semana. En especial, el intento de varios agentes de la Policía Local de desalojar a una mujer de 74 años, Maruja Vera, que se negó a abandonar el salón cuando el alcalde pidió a estos que la identificaran.
En el fundamentalismo de Vox en cuestiones como la de negar la violencia machista o de género, que ellos se resisten a denominar así y que llaman subrepticiamente violencia intrafamiliar, reside el trasfondo de este tipo de polémicas. Cuando se habla en privado con dirigentes del PP, confiesan que actitudes como esta son las que los alejan de los postulados de la extrema derecha. Sin embargo, en público, es más difícil que lo reconozcan. Sobre todo cuando están pendientes de sus apetecibles votos para abrazar el poder. Recordemos el bochornoso episodio protagonizado por la ahora presidenta de la Junta de Extremadura, la popular María Guardiola, quien tuvo que desdecirse de lo dicho para poder ser investida para el cargo con el apoyo expreso de Vox.
Lo más preocupante de lo ocurrido en Molina de Segura es cómo ha calado el discurso de la derecha extrema en cuestiones tan graves como esta. Y cómo una parte del electorado del PP se ha visto contaminado con ello. A un tuit que subí a mi cuenta de Twitter -y del que agradezco que se llegara a hacer eco toda una maestra del oficio, Maruja Torres-, siendo, sin duda, el de mayor repercusión en mis casi 15 años de presencia en esa red social, le han llovido comentarios favorables, pero también despectivos, e incluso insultantes, tanto para su autor como para esa mujer que no quiso marcharse del pleno -alguien que aprendió a leer y escribir a los 17 años y trabajó duro en la industria conservera-, en un gesto que le honra y que me atreví a calificar de digno. Que sería una charo, que si debe de ser una paniaguada podemita, que se vaya a Irán o a Marruecos, que dónde estaba cuando excarcelaban violadores… Es lo más suave del elenco de epítetos con los que la obsequiaron -claro que hubo otros para mí-, los mismos que resuenan como la técnica de la gota china o esa máxima goebbelsiana del miente, miente, que cuanto más grande sea la mentira, más gente la creerá. “No me afecta un gobierno PP-Vox porque no voy a cumplir la legislatura. Me jode palmarla escuchando una música que creíamos superada”, escribió en su página de Facebook el admirable reportero Ramón Lobo días antes de morir. Es lo que tiene cuando se dan alas a los que hacen de la intolerancia y la intransigencia su bandera de combate.
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