“Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”
El otro día vi una pancarta en la manifestación del 8M en Murcia que me llamó la atención. Rezaba algo parecido a “Nos queréis como musas porque nos teméis como artistas”. No me había parado a pensar en el tema hasta entonces, y entonces reflexioné sobre el término musa, y pensé en si existía un término equivalente en masculino y busqué en Google: ¿cuál es el masculino de musa?
Hagan una búsqueda. El resultado principal es el siguiente:
“En español, la palabra genio no tiene femenino y la palabra musa no tiene masculino”
Aunque me parece algo relativamente simbólico, es llamativo que aparezca la palabra genio como contrapunto a musa, y también sorprende que, con el paso de los años, de los siglos, y con toda la evolución que ha habido en el lenguaje, no se hayan acuñado sendos términos para el género opuesto. Entonces recordé el duelo dialéctico entre Clara Campoamor y Victoria Kent sobre el sufragio femenino. Mientras Campoamor defendía razonablemente la inclusión del voto de la mujer, que paradójicamente sí podía presentarse a unas elecciones, pero no votar en ellas, Kent, que también formó parte del movimiento sufragista, entendía que la sociedad española de la época necesitaba experimentar previamente cambios profundos en el pensamiento antes de llevar el voto femenino a las urnas. El pragmatismo del planteamiento de Victoria Kent resultó no ser demasiado errado, puesto que, tras la aprobación del voto femenino, Clara Campoamor no consiguió renovar su escaño por la victoria electoral de la derecha. Sin embargo, a veces hay que dejar de lado lo práctico para avanzar en puntos elementales y aquel logro conseguido en 1931 era absoluta y totalmente necesario. Y es que le costó el escaño, pero era un precio ínfimo a pagar para sentar un precedente irrenunciable en la sociedad de cara a las oscuras décadas venideras y al tragaluz democrático que se abrió tras la muerte de Franco.
El lenguaje evoluciona y se complejiza en una proporción simétrica al desarrollo de la sociedad, y es evidente que, mientras no existan los musos y las genias, no estaremos tan desarrollados como nos encanta creer. El sufragio femenino supuso un colofón, pero también un punto de partida de la lucha por la igualdad jurídica, política y social de las mujeres, que noventa años después sigue vigente. Este próximo día 30 se cumplen cincuenta años de su fallecimiento, pero la figura de Clara Campoamor seguirá siendo clave para entender las pulsiones que definen el movimiento feminista del siglo XXI y un reflejo de identidad y lucha para las mujeres y el espectro ideológico progresista, y todos los correligionarios de la búsqueda de la igualdad total entre géneros. Campoamor demostró que la libertad se aprende ejerciéndola, y que no existe otro marco teórico posible para el desarrollo pleno de la equidad entre géneros, y si extrapolamos un poco, para cualquier lucha por los derechos civiles en una sociedad democrática.
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