Os tengo que confesar que no pensaba opinar mas allá de lo que ya se ha dicho, y mucho, sobre la cuestión del chalet de Irene Montero y Pablo Iglesias y la consulta en marcha sobre la cuestión a los inscritos e inscritas de Podemos; pero creo que hay un debate de fondo que deberíamos darnos y está algo ausente en las diferentes opiniones que se están vertiendo en medios y redes sociales.
Vaya por delante que lo que voy a plantear se enmarca dentro del propio debate político, lo que no quita que me resulte bochornoso, nauseabundo y vomitivo la campaña de acoso que están sufriendo los compañeros y compañeras. El cinismo de una prensa cada vez mas derechizada, con aliados en la extrema derecha, siempre atentos a la llamada del IBEX35 y sus voceros. Vaya mi más sincera solidaridad con ellas, con las que sufren este acoso y cinismo constante de mercenarios al servicio de los poderes económicos.
Retomando la cuestión política, ha sido el propio Echenique el que me ha puesto sobre la pista al considerar el debate de fondo el siguiente tweet:
«Cuando fregaba platos sí podía ser de Podemos. Si consigo un buen trabajo y tengo casa con jardín ya no. En el fondo quieren que el hijo del fontanero sea fontanero. El rollo ese de “estudia para tener las mismas oportunidades” es mentira. Queréis pobres con hijos pobres.»
De hecho le agradezco que lo plantee con cierta claridad.
La ideología propia del Régimen del 78, que quién mejor la ha representado ha sido el PSOE, es la ideología de las clases medias y el ascenso social. Es decir, tenemos una sociedad con igualdad de oportunidades, todos somos clases medias con posibilidad de ascenso social, y si no lo consigues el culpable eres tú.
El problema político que ha provocado la decisión personal de la compra del chalet ya no es solo una cuestión de coherencia, o el ejemplo de contraer una deuda al alcance de unos pocos cuando hay otra burbuja inmobiliaria en marcha con la subida descontrolada del precio de los alquileres y esta retomada pulsión hacia es mejor comprar (endeudarse) que alquilar. Sino que viene a reforzar esta ideología del ascenso social del que están excluidas millones y millones de personas y familias, culpabilizadas por su situación, a las que intentamos representar.
No es el único mensaje, creo erróneo, que hemos dado últimamente que viene a reforzar esta ideología de las clases medias. Íñigo Errejón ha hecho público el planteamiento de llegar a acuerdos no solo con el PSOE, sino también con C’s. Ciertamente la actividad parlamentaria conlleva llegar a acuerdos a veces incluso con C’s, cuando a éste le interesa diferenciarse del PP en cuestiones formales que por supuesto nada tienen que ver con el cuestionamiento de los recortes y las políticas neoliberales que están llevando a una mayoría social a situaciones de pobreza. Pero desde luego esto no debe plantearse o parecer que se plantea como un presupuesto estratégico, porque viene derivado de la táctica de una actividad parlamentaria puntual y no de compartir, por supuesto, un programa político para esta sociedad.
Entiendo que este planteamiento, junto al mensaje de lo que necesita esta sociedad es orden, va dirigido a no asustar a las capas sociales que se mantienen aún como clase media o piensan que lo son, cuando son las clases populares las que viven en un continuo desorden material que no se soluciona solamente con orden formal. La corrupción es una forma de Gobierno asfixiante, pero cabe recordar que una vez se establezca un Gobierno inmaculado va a seguir estando ahí la deuda, la pérdida de derechos laborales, las políticas austericidas, la precariedad, las jornadas interminables, los bajos salarios, el recorte de derechos, el productivismo, los desastres ecológicos, el patriarcado y la represión.
Hay quien ante las declaraciones del alcalde de Cádiz “Kichi” en la línea de parecernos y no alejarnos de lo que representamos, a la gente sencilla, se ha apresurado a demostrar que quien vota mayoritariamente a Podemos son personas de clase media, y quizá Errejón es consciente de esto, ¿pero nadie ve un problema ahí? El término clase media es difuso, tanto en cuanto con el inicio de la crisis clases medias empobrecidas se sienten aún como tal, cuando no lo son. En cualquier caso hay una coincidencia en que los niveles de desigualdad crecientes y la polarización de las rentas entre la parte alta y baja generan la pérdida de centralidad política de este concepto. Y mientras seguimos ahondando en esta idea de clase media, nos desangramos hacia la abstención.
La cuestión aquí es que una política transformadora no trata de reforzar el ascenso social al modo liberal “clase media”, es decir, con posibilidad individual de cambiar de profesión en profesión para mejorar tu estatus social. Sino de un ascenso de las condiciones de vida de las clases populares en su conjunto, independientemente de la profesión de cada cuál, porque al fin y al cabo todas las profesiones son necesarias en esta sociedad. De ahí que debamos huir de reforzar la idea que en política se puede ascender, al contrario, debemos esforzarnos en dar ejemplo que en política uno debe entrar y salir con los mismos recursos, y ascender en conjunto con los qué están sufriendo los efectos de esta estafa mal llamada crisis.
Aún más, la potencia de Podemos es no parecerse a aquello que el 15M escenificó como una crisis de representación (PP y PSOE fundamentalmente, y ahora C’s). Porque aunque alguien me podría decir que en el fondo el 15M era movimiento mayoritariamente de clases medias, en realidad no es así del todo, son clases medias que se dan cuenta que no lo son, que están excluidas de esta promesa de ascenso social, que esto es una estafa, que no nos representan.
Pero no solo debemos parecernos a las capas populares a las que debemos representar y que son mayoría en la sociedad, sino que debemos parecernos también a la sociedad que queremos construir. Por eso considero también un error la consulta planteada en términos plebiscitarios a los inscritos e inscritas.
Primeramente porque supone trasladar las consecuencias de una decisión personal al conjunto de una organización. Además no creo que vaya a solucionar nada. Ya puede votar el cien por cien del censo de Podemos sí, que el problema político que se ha generado derivado de una decisión estrictamente personal va a seguir estando ahí, ni creo que se vayan a cerrar debates que se han abierto. El no supondría dejar la organización sin liderazgo ante una moción de censura y una probable convocatoria de elecciones anticipadas, sin alternativa, sin consensos internos de como seguir.
Pero lo más importante porque Podemos debería apostar por un tipo de democracia deliberativa. Tenemos órganos elegidos democráticamente en donde se podrían ver todas las opciones, debatir y extraer unas conclusiones. Éstas podrían pasar desde pluralizar mas la portavocía para evitar la presión constante que sufren los compañeros y compañeras, o aguantar con la estructura actual midiendo muy bien como se va a explicar esta o aquella situación, preparar una renovación de portavocías si fuera el caso o incluso hacer una consulta, pero como decía, tras un debate político/orgánico.
Un ejemplo de como resolver cuestiones importantes de forma orgánica fue el apoyo o no a la investidura del PSOE en Andalucía por parte de Podemos. Teresa Rodríguez entonces planteó una serie de líneas rojas que condicionaban el apoyo de Podemos a la investidura de Susana Díaz, la cuál no estaba dispuesta a cumplir. Hubo quién desde Madrid planteó que las líneas rojas en Andalucía eran simples orientaciones, lo que provocó un fuerte debate interno sobre el apoyo o no a la investidura. Esto sólo se resolvió con la propuesta de hacer una consulta, que no hizo falta porque estaba claro que los inscritos e inscritas en Podemos no iban a apoyar la investidura de un partido, el PSOE de Andalucía, que llevaba empobreciendo la comunidad durante treinta años y hasta arriba también de casos de corrupción y clientelismo.
Esta es una forma de resolver una diferencia política que se parece más a esa sociedad empoderada en barrios y centros de trabajo, capaz de debatir y decidir sobre las cosas importantes que afectan a sus vidas. Una democracia deliberativa que indirectamente surge de movimientos vecinales como el de Murcia por el soterramiento de las vías. Es decir, más allá de la representación, queremos debatir y proponer soluciones desde los barrios, desde abajo, ante un muro que convertirá nuestros espacios vitales en guetos.
Quizá lo que está ocurriendo actualmente en Podemos sea más consecuencia que causa sobre todo tras Vistalegre I, desde donde se ha apostado por una construcción orgánica que ha ido restando capacidad de debate y decisión en los órganos, capacidad de autoorganización en los círculos, y no se han construido suficientes contrapesos democráticos.
Si tuviéramos una organización muy bien afianzada en barrios y centros de trabajo, donde debatir estas y otras cuestiones, sobre si el código ético es mas o menos adecuado, etc; quizá esto pasaría por un debate interno sin más problema hacia el externo. Establecer una relación plebiscitaria continua conlleva el problema de la falta de debate, de la falta de empoderamiento, de la falta de construcción de fuertes consensos internos, de la separación bases/dirección, de la separación representados/representantes.
Soy plenamente consciente que establecer una crítica política en las circunstancias actuales corre el riesgo de ser tachada de deslealtad, aunque tengo que decir que la hago desde la lealtad al proyecto y sus principios fundadores, y desde una diferencia política que no evita que me entristezca profundamente el acoso a la vida personal de compañeras y compañeros que evidentemente no le deseo a nadie.
La hago desde una preocupación mayor. Las clases populares, de las cuáles creo que nos alejamos, frustradas y sin alternativas coherentes diferenciadas del resto, votan miedo. Y el voto del miedo es el voto a C’s. Y el voto de las clases populares a C’s es sufrir a aquellos monstruos en los claroscuros de los que hablaba Gramsci. Estamos a tiempo de evitarlo porque los riesgos de restauración son altos.