José Manuel López Nicolás: “Desgraciadamente, no hay más ingredientes modificados genéticamente en nuestra dieta”
José Manuel López Nicolás es vicerrector de Transferencia, Comunicación y Divulgación Científica de la Universidad de Murcia, imparte clases en los grados de Biotecnología, Bioquímica y Ciencia y Tecnología de los Alimentos. También es profesor en el Máster de Biología Molecular y Biotecnología y coordina numerosos grupos de investigación. Pese a esto, parece que logra tener tiempo para aficiones. Su despacho está plagado de referencias al Señor de los Anillos, el Futbol Club Barcelona y, como no, Breaking Bad. Un pequeño bebé Yoda de plástico permanece atento a toda la entrevista: “En el despacho paso muchísimas horas, prefiero que sea un sitio acogedor a un lugar frío”, explica el vicerrector.
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular-A, el investigador tiene una cruzada abierta contra las prácticas de la industria alimentaria diseñadas para confundir al consumidor. Lo ha reflejado en su libro más vendido 'Vamos a comprar mentiras'. Sus andadas literarias no han quedado allí, ha publicado otros tres libros, además de innumerables artículos y colaboraciones en entrevistas científicas y programas de televisión.
¿Cuál es la situación del campo de la investigación en la Región?
Es fiel reflejo de lo que pasa a nivel nacional. Estamos en unos momentos donde yo creo que se debería incrementar, no un poco, sino bastante la inversión en investigación y en transferencia de conocimiento en todo el país y en la Región de Murcia. Tenemos siempre una promesa de que llegará algún día al 2% del PIB. Pero pasan gobiernos y no ocurre.
Podríamos decir que la financiación es vital.
Podemos estar creando sistemas, modelos, etcétera. Pero al final hace falta dinero. Yo espero que con el nuevo plan de financiación de las universidades públicas en la Región de Murcia se incremente la dotación para investigación.
¿Cómo afronta la Universidad de Murcia esta lucha por conseguir investigar?
Afortunadamente la gente en la Universidad quiere hacer cosas, seguir avanzando. Pero hay veces que desde los vicerrectorados o del equipo rectoral no se puede dar, desgraciadamente, satisfacción a todos los investigadores porque no tenemos esa dotación económica. Somos una universidad pública y necesitamos la financiación de la comunidad autónoma desde hace mucho tiempo.
¿Cree que la investigación que se hace en la UMU llega a la gente de a pie?
Me gusta mucho hablar de la importancia de la ciencia de la vida cotidiana. Yo le diría a la gente que pensase lo que ha hecho desde que se ha levantado hasta que se ha costado: “Me he levantado, he ido al baño, me he duchado con unos geles. Luego he desayunado alimentos seguros, algunos nutritivos. He mirado el móvil, un dispositivo electrónico. Me he tomado algún fármaco en el caso de que lo necesite”. Todo esto sería absolutamente imposible, llevar a cabo la vida que llevamos y tener la calidad de vida que tenemos, sin el progreso científico tecnológico.
La pregunta que hay que hacerle a la gente no es qué investigación se hace en la Universidad de Murcia. La pregunta es si quieren seguir llevando la calidad de vida que tienen. Para ello tendrán que apoyar lo que se hace en la Universidad de Murcia, junto con lo que se hace en otras universidades españolas, europeas y de fuera de Europa.
¿A título personal, qué proyectos le entusiasman en la Región de Murcia?
No puedo hablar de proyectos que me entusiasman porque porque estaría diferenciando entre unos y otros. Yo estoy metido en proyectos de investigación: el desarrollo de nuevos fármacos, de nuevos alimentos funcionales, que creo yo que es una de las grandes lagunas que tiene la industria alimentaria en esta Región. Buscamos que las características sensoriales y organolépticas de los alimentos sean buenas, le gusten a la gente, pero que realmente tenga una función saludable.
¿No nos alimentamos de forma saludable?
Los alimentos son más seguros, pero es una alimentación que es la menos saludable. Por eso vamos buscando alimentos que sean sabrosos, seguros y saludables. Y eso es un proyecto en el que como investigador, como catedrático de Bioquímica, estoy muy metido y me entusiasma bastante.
En 2016, publicó el libro 'Vamos a comprar mentiras', para destapar abusos publicitarios en el campo de la alimentación y la cosmética, ¿cuáles son las mentiras de la industria agroalimentaria?
No me gusta hablar de mentiras porque, realmente, todos los productos que están en el mercado cumplen la normativa. Y ese es el problema, que existe un reglamento europeo que está absolutamente desfasado y que permite que el consumidor se sienta confundido. Es un libro que que han pasado siete años desde su publicación y acaba de salir la novena edición. Desgraciadamente sigue estando vigente. ¿Por qué? Porque los problemas no se han solucionado.
¿Por qué cree que es tan importante desmontar estas prácticas?
Nos tenemos que preguntar qué tipo de sociedad queremos, ¿una basada en el respeto o donde se confunda al consumidor? Los productos son legales, pero no me gusta. Y menos que se utilice la ciencia para confundir, abusando de la buena confianza que tiene la sociedad hacia la ciencia. Utilizar frases que suenan científicas, con una persona que aparece en una bata. No me gusta como científico, pero como ciudadano tampoco.
Es curioso como, actualmente, la publicidad utiliza a la ciencia para confundir al consumidor, pero impulsa la fobia a los químicos.
Vivimos en una sociedad absolutamente quimofóbica. Es populista decir que existe una equivalencia entre productos naturales y saludables y productos químicos y no saludables. Está fomentada por determinadas campañas de marketing basadas en el desconocimiento, el miedo, por estrategia de infundir terror hacia ciertos ingredientes.
En los años 50, la tendencia era la opuesta: se publicitaba lo químico en la alimentación. ¿Volveremos a esa tendencia eventualmente?
Es complicado porque yo creo que la sociedad es cada vez más quimofóbica, porque lo natural mola. El ingrediente natural es el artesanal, el producto de la abuela, el casero, todo eso. Me extrañaría que volviéramos, pero me encantaría. He visto conservas de tomate que presumían de tener ingredientes modificados genéticamente, como diciendo “mira qué nivel tenemos en mi empresa que estamos utilizando las últimas tecnologías”. Ahora lo escondemos para que la gente no se ponga nerviosa.
¿Podría ponerme un ejemplo de un químico presente en la alimentación, pero que esté muy demonizado por la publicidad?
Los aditivos, los transgénicos, los conservantes o los colorantes son ingredientes que han pasado todos los controles necesarios para estar ahí. Desgraciadamente, no hay más ingredientes modificados genéticamente en nuestra dieta. Y no hay por las presiones de determinados grupos.
¿Por qué cree que debería haber más productos modificados?
Han pasado unos controles exhaustivos para estar allí. Pueden solucionar muchos problemas de los alimentos tradicionales. Y pueden servir para abastecer de alimentos a zonas del tercer mundo donde tienen problemas de desnutrición.
Recuerdo que en una entrevista comentó que al final un producto ecológico no tiene por qué ser más saludable que uno normal.
No tiene por qué serlo, ni más saludable, ni más nutritivo. No veo una diferencia significativa y que tengan un efecto en el consumidor importante entre una manzana tradicional y una manzana ecológica. Uno puede decir que le gusta más el sabor. Pero ya eso ya es una cosa subjetiva.
Al menos, al comprar ecológico, estamos ayudando al medioambiente
No hay tantísima diferencia entre lo ecológico y lo tradicional. Las diferencias que hay son a favor del alimento ecológico en el impacto medioambiental, pero que no son tan significativas.
Volvamos a sus publicaciones, ha publicado un total de cuatro libros. Si tuviera que quedarse con uno, ¿cuál sería?
El que más ha vendido es 'Vamos a comprar mentiras'. El que refleja más mis dos pasiones en la 'Ciencia de los campeones', que habla deporte y de ciencia. Son dos libros distintos. Uno refleja mi lucha contra el engaño hacia el consumidor y otro refleja lo que más me gusta.
¿Estás ahora trabajando en algún otro libro?
En dos a la vez. Uno de ellos sigue la línea de la ciencia de la vida cotidiana. Y otro sigue mi pasión por la Región de Murcia.
Del libro sobre la Región de Murcia. ¿Podemos hablar un poquito más?
No, pero quien siga mi artículo en los periódicos, en revistas, mis vídeos o mis programas de televisión puede saber claramente por dónde va. Pero no puedo contar mucho más.
Su blog, Scientia, ¿cómo surgió?
Lo abrí en 2011 o por ahí. O sea que ya tiene más de diez años. Yo no vengo del mundo de las webs ni el de los blogs, ni mucho menos, pero tengo un amigo, Dani, y entonces me contaba cosas de su blog y logró que me picara el gusanillo. Me gusta mucho hablar, contar historias y tengo mucha experiencia dentro del mundo de la ciencia. Y él me habló de dejar un legado a nuestros hijos, algo donde pudieran ver lo que hacían sus padres. De la importancia de llevar la ciencia a la sociedad. Entonces me pregunté qué quiero dejar a mi hija, qué tipo de sociedad.
¿Cómo se sintió cuando vio que el blog crecía?
Se pasa por épocas de vértigo, porque tú ves ahí miles y miles de seguidores. Vinieron los medios de comunicación, las redes sociales. Las presiones también. Al final aprendes a llevar todo eso. Del blog fueron saliendo colaboraciones con un mogollón de medios, las conferencias, los libros. No me esperaba nada de eso, cuando empecé a escribir pensaba que un blog era literalmente como un cuaderno de anillas.
Ha comentado que con el blog recibiste presiones, ¿de qué tipo?
En el blog he desmontado la publicidad poco rigurosa de muchos productos con nombre y apellidos. De una forma u otra, yo era incómodo para la gente que usa ese tipo de publicidad. Nunca he tenido ningún problema fuerte, yo lo que digo es “mira hay un informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, donde no hay ninguna alegación saludable del colágeno, ni del ácido hialurónico o taurina”. Yo no soy el que dice esas cosas, si alguien alguna queja, que se vaya a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.
Pese a ser vicerrector, ¿continúa investigando y dando clases?
No he querido dejar de lado mi función investigadora y mi función docente. Normalmente se tiene una reducción de créditos de docencia porque es normal. Dedicas mucho tiempo a la gestión, a las reuniones, a los viajes, pero yo no renuncié a esa docencia porque me da vida. No puedo estar para ponerme la bata ahora mismo, pero sí para coordinar grupos de investigación
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