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Ni zoofilia ni adoctrinamiento: la realidad detrás de la educación LTGBI que Vox rechaza en los colegios

Un aula en una foto de recurso.

Marta Borraz

Lleva varios días repitiendo la misma idea en diferentes medios de comunicación y debates. La candidata de Vox a la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, acusa a la izquierda de “adoctrinar” en las aulas e impartir cursos a los menores de 8 años en los que “les dicen que tienen que probar a ser niña y la niña a ser niño”. “Les hablan de zoofilia y parafilia”, ha repetido una y otra vez. Monasterio habla de la educación en diversidad LGTBI que se imparte en algunos colegios y que muchas comunidades incluyen en sus leyes autonómicas contra la homofobia y transfobia. ¿En qué consisten realmente estos talleres? ¿Qué hay detrás de las declaraciones de Vox?

El origen de las palabras de Monasterio, que también se ha referido a que estos cursos “enseñan” al alumnado “a probar nuevas prácticas sexuales”, está en una guía que mostró en el debate organizado por El País. Se trata de una especie de manual elaborado por Cogam, una de las ONG que da charlas de diversidad en los colegios, que incluye indicaciones para los voluntarios que las imparten. Aunque la guía fue sustituida por otra en 2016, ambas nombran la palabra “zoofilia”, pero para definir lo que son las “parafilias”: “Comportamientos sexuales en los que la fuente predominante de placer no se encuentra en las prácticas sexuales habituales, sino en alguna otra 'cosa' o actividad”, cita el texto antes de señalar que algunas como la zoofilia o la pedofilia son consideradas delito.

Esta referencia en el manual, que por otro lado no es para los talleres a alumnado de 8 años, sino de Secundaria, ha servido a Vox para intentar desacreditar los cursos que, en ocasiones, son la única fuente de educación LGTBI que tienen los niños y niñas. “Es una manipulación. Se trata de una guía que no se entrega a los menores y que es para trabajar la diversidad y prevenir el bullying lgtbifóbico. Está pensada para que los instructores tengan información suficiente porque además en muchas ocasiones se suelen comparar estas prácticas con la homosexualidad”, explica Sara Guilló, técnica de educación de Cogam.

La organización lleva desde los años 90 impartiendo este tipo de cursos en Madrid, pero cada vez más colegios los solicitan y han llegado a darlo en más de 80. En los últimos años, varias comunidades autónomas han ido aprobado leyes específicas LGTBI que incluyen un capítulo dedicado a la educación y a la inclusión de la diversidad en los planes de estudio, lo que ha puesto este tema sobre la mesa. De hecho, estas normas son las que grupos ultracatólicos como HazteOír piden que sean derogadas bajo el argumento, también usado por Monasterio, de que impiden a los padres educar en libertad a los hijos y fomentan “el adoctrinamiento sexual”.

Depende de la voluntad del centro

Las leyes LGTBI, que existen en todas las autonomías menos en las dos Castillas, Canarias, La Rioja, Cantabria, Euskadi y Asturias, pretenden incorporar estos contenidos en las aulas con el objetivo de que “ninguna persona sea discriminada por razón de su orientación sexual, identidad o expresión de género”, establece la de Madrid. Sin embargo, la tónica general en todos los territorios es que, en la práctica, el impulso de estos principios siguen dependiendo de las voluntades de los centros y del profesorado, explican las fuentes consultadas para este artículo. No obstante, donde sí se da esta perspectiva, el enfoque es totalmente distinto al expuesto por Monasterio.

“Lo hemos empezado a abordar ahora. El año que viene queremos que todo el claustro se forme para ello, pero hasta ahora somos un grupo de profesoras”, explica Laura Labrador, jefa de estudios del colegio Calderón de la Barca (Madrid). Como en el resto de centros que tratan estos temas, con los alumnos pequeños suelen utilizar libros infantiles para ir introduciendo estos contenidos. “A través de los cuentos les hablamos de que hay distintos tipos de familias, que pueden estar formadas por dos papás, dos mamás, un papá etc. También en esa edad intentamos naturalizar que cualquiera puede jugar con lo que quiera, independientemente de que sea niño o niña”, cuenta.

Entre otros, la biblioteca del Calderón de la Barca cuenta con títulos como En Familia, sobre la diversidad de modelos familiares, Con Tango son tres, sobre un pingüino que tiene dos padres o El niño perfecto, que trata la realidad de la transexualidad infantil. Labrador, también profesora de Lengua Castellana y Literatura de 4º de Primaria, explica que, a medida que ascienden de curso, los niños y niñas empiezan ya a tratar con palabras y explicaciones más concretas sobre la homosexualidad, bisexualidad o transexualidad. “Pero intentamos desde pequeños que sientan que no pasa nada si les gusta jugar a una cosa o vestir de una forma u otra”.

Los materiales para tratar estos temas son diversos y van desde las guías de las ONG como Cogam que son llamadas por los centros para dar charlas hasta otros recursos didácticos elaborados por instituciones públicas. Es el caso de Abrazar la diversidad, una guía para docentes editada en 2015 por el entonces Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. El manual incluye un protocolo de acción contra el acoso LGTBIfóbico y una relación de recursos para trabajar el tema en las aulas para las diferentes etapas educativas. En Infantil y Primaria, por ejemplo, nombra Familias de Colores, una guía que a través de tres unidades didácticas trata la diversidad de origen, de familias y la diversidad sexual, lo que llama “amores de colores”.

“Lo que hace Monasterio es manipulador e insultante. Lo único que intentamos, con mucho esfuerzo, cuando enseñamos estos contenidos es aprender de la riqueza de la diversidad y transmitir que nadie tiene derecho a discriminar a nadie”, cuenta Ana Ojea, docente del IES Politécnico de Vigo (Galicia). Sobre el argumento de la libertad de los padres para elegir la educación de los hijos, la profesora apunta a que “de lo que estamos hablando es de trasladar valores democráticos y constitucionales, lo tienen que asumir”, dice aludiendo a la formación de extrema derecha. 

“Adoctrina el sistema”

En su centro, por ejemplo, este viernes acaban de culminar la llamada 'Semana de la diversidad', cinco días consecutivos en los que se trata el contenido LGTBI desde diferentes perspectivas y con diferentes actividades. Sin embargo, no todos los colegios e institutos tienen tan desarrollado el asunto. “Depende de la buena voluntad y del equipo directivo, que puede ser reacio e impedírtelo o estar implicado”, resume Kika Fumero, docente durante diez años y experta en coeducación. “No tratar la diversidad es dar la espalda a la realidad, que está en las aulas aunque queramos obviarlo. La diversidad convive con nosotros y el alumnado LGTBI está en los centros”, prosigue la experta.

Todos los materiales didácticos desarrollados para este fin inciden en que uno de los objetivos deber ser atender a las necesidades que pueden estar dándose en el aula y prevenir el acoso LGTBIfóbico contra esos niños o niñas. De hecho, según un reciente estudio del Consejo de Europa, el 60% de los estudiantes madrileños aseguran haber presenciado acoso homófobo o tránsfobo en clase. “Es lógico pensar que en nuestras aulas convive un perfil de alumnado diverso, lo que implica que hay que respetar las diferencias y enriquecerse con ellas”, destaca la guía 'Familias de Colores' sobre el motivo de la misma. “Es fundamental construir espacios seguros para que estos niños y niñas se desarrollen en libertad”, dice Fumero.

Labrador pone como ejemplo algunos comentarios que sus alumnos y alumnas de 8 y 9 años le han hecho en clase en alguna ocasión, muchos vinculados al sentimiento de sentirse coartados por querer utilizar juguetes asociados a otro género. “Una niña nos contaba que en su casa le decían que si jugaba a deportes como el fútbol o el baloncesto, tendría un cuerpo masculino y otro que él quería jugar con sus hermanas a las muñecas, pero le decían que no porque es 'de niñas'”, explica la jefa de estudios, que apunta a que precisamente estos estereotipos de género son los que estos contenidos intentan combatir desde el principio.

Sobre las acusaciones de adoctrinamiento que lanzan Vox y los grupos ultracatólicos contrarios a los contenidos LGTBI, Fumero le da la vuelta al argumento: “Lo que adoctrina es el sistema, que construye unos patrones tan rígidos que prácticamente nadie responde a ellos del todo. La cuestión es que el que se sale de la norma es penalizado y sancionado”. Esto, prosigue, es lo que intenta modificar la educación afectivo sexual en las aulas tan denostada por Rocío Monasterio. “Es un 'yo sí y tú no' con el que pretenden que el modelo siga siendo el heterosexual. Es en sí mismo discriminatorio”.

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