Cuando quedarse en casa no es una opción: miles de trabajadores del metal y obreros no pueden hacer cuarentena
Todos los nombres que aparecen en este artículo han sido modificados intencionadamente para salvaguardar el anonimato de las personas que aparecen en él. Se trata de los trabajadores que, a pesar del estado de alerta en España provocado por el brote de coronavirus, han tenido que salir a la calle, utilizar el transporte público o el coche para llegar a sus trabajos. No son médicos, enfermeros, farmacéuticos o cajeros de supermercado. En su mayoría, son trabajadores de fábricas o de la construcción, cuyas empresas han decidido no parar la producción durante al menos los 15 días que se prevé que el país esté sumido en una cuarentena.
Tal ha sido la afluencia de estos trabajadores en ciudades como Bilbao, que a raíz de la reducción del transporte público, decenas de personas han colapsado los vagones y el propio metro a primera hora de este lunes, infringiendo del todo las medidas de protección, que obligan a a mantener al menos un metro y medio de distancia de otras personas.
“Ha sido una verdadera locura. Han acortado los horarios de las líneas de metro y todos aquellos que van, sobre todo a las fábricas de la margen izquierda a primera hora se han tenido que amontonar a esperar el tren. Dentro del vagón, he visto fotos y más de lo mismo, todos de pie apilados. Yo soy un mandado, a mi las órdenes me llegan desde arriba, pero esto es totalmente contradictorio”, señala a eldiario.es Jon, uno de los trabajadores del metro de Bilbao.
“No es justo”
Una de esas personas, que trabaja como administrativa en una empresa del sector del metal en Bizkaia cuyo nombre prefiere no decir, es Sara. Normalmente su horario es de 08:30 a 17:30 de la tarde, pero por la crisis del coronavirus ha sido modificado a un horario de 07:30 a 15:00. Las medidas que se han tomado desde esta empresa es que los equipos de trabajo lleguen a diferentes horarios y que los espacios comunes se mantengan cerrados, algo que deja a los trabajadores aislados durante la jornada y sin poder consumir nada de la cafetería de la fábrica.
“Realmente siento que es absurdo estar en casa todo el fin de semana cuando tengo que salir a trabajar a una empresa donde el riesgo de contagio es alto. Entiendo que hay profesionales que no pueden quedarse en casa para garantizarnos unos servicios básicos a los demás, pero en mi caso, que mis funciones son administrativas, no es justo”, lamenta Sara, quien, al igual que sus compañeros, no ha recibido noticias desde la empresa desde el jueves, que mandó un comunicado a la plantilla informándoles de las novedades en cuanto al horario y las prevenciones adquiridas.
Lo mismo le ocurre a Aitor, operario de una de las fábricas de Grupo ULMA, en Oñati (Gipuzkoa). Al igual que Sara, la empresa de Aitor ha tomado medidas para que entre los trabajadores se guarden las distancias, por lo tanto han procedido a cerrar los lugares comunes, donde los trabajadores solían evadirse de su arduo trabajo.
“Por suerte no estoy con nadie alrededor, pero eso implica estar ocho horas sin hablar con nadie. No me parece justo, si algunos estamos para trabajar, deberíamos trabajar todos”, argumenta.
En el Grupo ULMA, que forma parte de la Coorporación Mondragón y está formado por nueve cooperativas, según Aitor, les han comunicado de que se iban a establecer unas medidas en la empresa, como tomar la temperatura de los trabajadores antes de entrar en la fábrica y facilitar jabón desinfectante, pero él, que ha terminado su turno nocturno a las 06:00 de la mañana de este lunes, aún no ha podido disfrutar de esas medidas.
“Es una vergüenza”
Jokin, trabajador de una empresa del sector del metal ubicada en Arrasate, (Gipuzkoa), considera “una vergüenza” y que “no es algo lógico” que algunas fábricas no decidan detener la producción mientras que hay empresas que sí que lo han hecho, como por ejemplo, Michelin o Mercedes-Benz, unas de las principales empresas de Euskadi.
A lo largo de la mañana también se ha podido ver a trabajadores de la construcción y a obreros asfaltando las calles de Bilbao. Eldiario.es ha intentado hablar con los operarios del grupo empresarial Amenabar elegido por el Ayuntamiento para construir una residencia de estudiantes en Termibus y cuyas obras no han cesado a lo largo de la mañana. Sin embargo, el encargado de la obra ha explicado a este periódico que no les es posible realizar declaraciones durante sus horas de trabajo.
Otros trabajadores que no se han podido permitir quedarse en sus casas son los quiosqueros, que a diferencia de comercios o bares no cuentan con una prohibición para cerrar sus kioscos y por lo tanto, algunos de ellos han escogido abrir. Ese es el caso de Paco y Silvia, quienes trabajan en el kiosco de la Gran Vía bilbaína, junto al Corte Inglés.
“Sabemos que no estamos obligados a abrir, pero esto es de lo que comemos. Ahora, si vemos que durante la semana esto sigue igual y nos estamos exponiendo a la enfermedad para sacar cuatro duros lo tenemos claro, cerramos”, concluye Paco.
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