Entrevista exclusiva (y falsa) a Santiago Abascal
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Santiago Abascal (Bilbao, 1976) me cita en un gimnasio del centro de Madrid. Tras buscarle por todas las máquinas, me dirijo a uno de los monitores. Me dice que el líder de Vox “no sale de la sauna”.
Entro allí. Abascal, solo, me espera con una toalla en torno a la cintura. Me estrecha la mano sin levantarse. Aprieta mucho.
Señor Abascal, gracias por recibirme. Creí que este medio estaba vetado por su partido.
¿Dónde ha leído eso?
En eldiario.es.
Si es que no publicáis una verdad… En fin, es igual. Espero que no le moleste el calor. Necesito liberar toxinas.
Bueno, no es muy ortodoxo, pero…
Mire, mire este cuello. Una puta columna dórica, ¿que no? ¿Sabe lo que hago para tenerlo así?
No.
Comida española. Nada más. Si no es español, no meto el morro.
Me parece que me estoy mareando un poco.
Quítese la ropa.
No, gracias. Mejor empezamos ya. Tengo entendido que usted no hizo el servicio militar.
No lo hice, no. Y es una espina que llevo clavada. Pero lo he compensado viendo Apocalypse Now 12 veces. Incluso me sé los diálogos. “Yo quería una misión y por mis pecados me dieron una”.
¿Y no le parece un poco paradójico que alguien que pidió tres prórrogas para librarse de la mili quiera ahora que vuelva a ser obligatoria?
Cuidado, no descontextualice. Yo no hice el servicio militar porque, en ese momento, no estábamos en guerra.
¿Y ahora sí?
Totalmente.
¿Contra quién?
Los no españoles. Mire a su alrededor. Hay una ofensiva contra nuestro país. Los negros, los moros, los catalanes, los franceses…
¿Qué pasa con los franceses?
Nos robaron a Picasso, a mí eso no se me olvida. “Me sobran cojones para hacer surf en esa playa”.
¿Cómo dice?
Apocalypse Now.
Oh. Bien, eh… Usted quiere suprimir las autonomías.
No todas. Dejaría Murcia y Castilla-La Mancha.
¿Por qué?
Na, tiene razón, fuera también.
Y dice querer suprimir los chiringuitos públicos, pero ha cobrado de ellos toda su vida.
Ojo, estaba infiltrado.
¿Cómo?
En realidad yo no trabajaba allí. Estaba infiltrado para ver cómo funcionaban. Era un espía.
¿Durante 18 años?
No quería irme pronto para que no me descubrieran. Pasé muchísima tensión. ¿Ve las canas que tengo en la barba? Del estrés de aquellos años.
Es conocido que está usted en contra del feminismo.
Yo estoy en contra de todos los ismos.
¿También del fascismo?
Como le decía, estoy en contra de casi todos los ismos.
Pero, ¿qué tiene en contra del feminismo?
Mire, yo respeto mucho a las mujeres. Algunas de las grandes figuras históricas han sido mujeres: Eva Braun, Carmen Polo… En fin, muchas. Pero últimamente algunas mujeres se han vuelto locas. Van por ahí con pelos en los sobacos, abriendo cuentas bancarias sin decírselo a su marido… ¿Sabe lo que creo? Que nunca debimos dejarlas conducir. Desde que pueden llegar rápido a los sitios, el mundo se ha vuelto un lugar peor. Pero, vaya, que yo estoy a favor de la igualdad, ¿eh?
Entendido. Hablemos del aborto. Usted dice que el cuerpo de una mujer le pertenece, pero no lo que lleva dentro.
Eso es. Y no me refiero solo el feto. Nada de lo que lleva dentro es suyo. Ni el riñón ni… no sé, el húmero. Eso es un hueso, ¿no?
Sí. Del brazo.
Pues tampoco.
¿Podría desarrollar un poco esa idea?
Verá, todo eso lo puso Dios ahí. La mujer no tiene derecho a tocarlo. Si, por ejemplo, una mujer dijese que se va a extraer el estómago así porque sí, ¿qué diríamos? Diríamos: señora, no puede. Ese estómago se queda donde está. Pues lo mismo con un feto. ¿Sabe cuál es el problema? El problema es que, cuando la gente piensa en un feto, ve una cosa así como microscópica, asquerosa y mojada. ¿Sabe qué veo yo cuando pienso en un feto?
¿Qué?
Un español pequeñito. Y, sinceramente, creo que el Estado debe defender a todos los españoles con independencia de su tamaño. Le pongo un ejemplo. ¿Se ha dado cuenta de que, cuando un español está muy lejos, se le ve pequeñito?
Eh… sí.
Exacto, sí. Y, cuanto más lejos está, más pequeñito se le ve, ¿no? ¿Está de acuerdo?
Sí, claro.
Bueno, pues, para mí, eso también es un español. Para los progres, sin embargo, no es más que una persona que está lejos, no sé si me entiende.
Veo que usa la palabra “progre” con un sentido despectivo.
¿Sabe lo que pasa? Que yo no me pliego a la corrección política. Ahora parece que en España no hay machupichus ni maricas ni gangosos. El otro día, en un mitin, se me acercó un gangoso, ¿y sabe lo que me dijo?
No.
Yo tampoco porque no le entendí. Pero fue algo así como “gracias”. Lo que intento hacerle entender es que la gente está harta de la corrección política.
Señor Abascal, me estoy mareando. Mejor terminamos ya la entrevista.
¡Pero si solo son las ocho! Venga, una copichuela. Conozco un bar aquí al lado. Lo lleva un exlegionario y me deja sacar la pistola.
No, de verdad. Me voy ya.
¡Soso! ¡Rojo! ¡Progre!