Más tíos
Uno de los fenómenos que estudia este año el informe del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford sobre el estado de la información es el ascenso de los llamados ‘influencers’ en el ámbito de las noticias. Son la fuente más destacada para los usuarios de YouTube, Instagram y TikTok, que, además, son las plataformas que cada vez utiliza más el público para informarse. En X, en particular, la audiencia todavía presta más atención a lo que identifica como periodistas y medios, pero esta plataforma -igual que Facebook- está de capa caída como fuente de información.
El informe estudia 47 países, incluida España, y dedica un capítulo a las “personalidades” online con ejemplos de cinco países: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Argentina y Brasil. La mayoría de estos ‘influencers’ de la información son agitadores muy partidistas, incluso políticos. En Estados Unidos, se encuentran sobre todo a la derecha, como Tucker Carlson, Joe Rogan y Alex Jones; en otros países, como Reino Unido, hay mezcla de voces de varias tendencias, aunque casi siempre en los extremos. También hay algún caso de periodistas que tienen una presencia que trasciende a sus medios de manera sustancial, como el presentador político de la televisión británica ITV Robert Peston y el periodista y politólogo argentino Jonatan Viale. También hay ejemplos de jóvenes que tratan de explicar las noticias de manera sencilla fuera de los medios y sin un sesgo marcado, como Hugo Travers, un francés de 27 años que tiene una cuenta llamada HugoDécrypte (es decir, “Hugo descifra”).
Llegados a este punto, lector o lectora, ya habrá usted notado un patrón en las personas mencionadas. Son todos hombres. Y no se trata de un sesgo del estudio, sino de la realidad. Los 'influencers' de la información que más alcance tienen son hombres, más bien blancos incluso en sociedades multiétnicas y más bien mayores pese a que la audiencia más joven se suele encontrar en redes.
Nic Newman, el autor de este capítulo del informe del Instituto Reuters, me contaba en la presentación en Londres que, aunque los diez primeros suelen ser hombres, en la lista más larga se pueden encontrar algunas mujeres, como en el Reino Unido Beth Rigby, popular reportera política de la televisión Sky News y que ha empezado un podcast con otras mujeres sobre las elecciones generales. El podcast de estas mujeres se llama Electoral Dysfunction, un nombre irónico en referencia a la sobreabundancia de voces masculinas en los podcast británicos. En el caso de Francia, por ejemplo, la periodista Salomé Saqué, veinteañera y especializada en información sobre el cambio climático, está entre las voces más escuchadas.
Pero, como decía Nic, el dominio masculino es un reflejo de “cómo la gente consigue atención en estas redes”. Rasmus Nielsen, el director del Instituto Reuters, añadió que “las mujeres pagan a menudo un precio diferente por ser figuras públicas”. “Sería ingenuo no reconocer que eso es parte del cálculo de la gente para buscar o no un papel especialmente alrededor de las noticias y la política… Las plataformas tienen una responsabilidad sobre cómo responder a ese reto”, dijo.
En los últimos años, muchos medios en sociedades democráticas han hecho un esfuerzo para que sus redacciones reflejen mejor la sociedad sobre la que informan. La información es mejor porque está contada con perspectivas más variadas que cuando estaba dirigida, seleccionada y producida sobre todo por hombres.
Pero ahora nos encontramos con un nuevo y tal vez inesperado reto por la evolución de las redes, que premian los grandes egos y castigan especialmente a las mujeres con la colaboración de unos pocos políticos y agitadores que siempre tienen reservado un ataque más personal y despreciativo para las opiniones de las expertas, sea por su aspecto físico o su identificación con otra figura masculina que debería marcar sus opiniones. A la vez, los propios medios han entrado en el mismo juego de promocionar a sus figuras que han construido un seguimiento público en otras plataformas y que son casi exclusivamente hombres. La fragmentación de la atención es tan amplia que este problema no es una prioridad.
Con el auge de los ‘influencers’ de la información en redes, el nuevo ecosistema de noticias se nos está llenando otra vez (o como siempre, según se mire) de tíos. Tiene mal arreglo, pero esto es un problema incluso para la democracia. El dominio de unas pocas voces, habitualmente muy partidistas, habitualmente masculinas, fomenta el apoyo político a las opciones más extremas.
Las personas que han luchado dentro de sus organizaciones por la igualdad saben que esta tendencia está dinamitando su causa, pero su margen de actuación es relativamente pequeño. Una ejecutiva de una televisión británica me contaba que sus personalidades con más ego son hombres y son quienes inevitablemente representan en redes a un equipo mucho más amplio y variado. No estaba segura de qué hacer, pero quería darle una vuelta.
Yo tampoco sé qué vuelta se le puede dar más allá de presionar a las plataformas y los medios para que hagan algo para limitar el acoso online.
En España, queda mucho por hacer en lo más básico. De hecho, seguimos viendo cómo presentaciones de libros, secciones de opinión y tertulias de todo tipo siguen dominadas por hombres. También se da el caso de mujeres reservadas para hablar de la igualdad y asuntos relacionados, ese nuevo gueto de nuestros tiempos. Admitir el desequilibrio y que es un problema suele ser el primer paso para mejorar.
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