Anguita: se va el mejor
Barro y jeringuillas en la tierra, hormigón y uralita en el cielo. Bares con botijos recubiertos de esparto y paletillas de jamón peladas. Señoras hablando en sillas de mimbre en los portales y niños jugando con pelotas peladas en las plazas. Puentes oscuros e insondables con yonkis y grafitis. Playas sucias y vacías. Excursiones mágicas y eternas a la ciudad para dar de comer a las palomas. Víctor Jara cantando de la forma más bonita que se pueden cantar los 5 minutos eternos de Amanda y Manuel en la radio. La foto del Che eternamente joven, temerario y orgulloso en la habitación. El ruido de las máquina de coser remiendos en las ventanas y el veneno amarillo para las ratas en la calle. Las cuestas y las vueltas del autobús. Las cenas sobre el brasero de los viernes, las películas del videoclub del sábado y las colas para comer pollo a l'ast del domingo.
Barrios en los que se jugaba con la mitad de las cartas. Octavillas en institutos, el aceite de colza, el miedo del 23F, la chaqueta roja de Michael Jackson, la traición de la OTAN, la caída del muro, la mentira de Maastricht, la especulación tras el truco de Cobi y Curro, y la esperanza de Chiapas. Generaciones enteras nacidas del sacrificio de generaciones pasadas. Sueño prestados de padres, libros prestados de primos, ropa prestada de hermanos. Se intuía que se podía pero aún no se sabía. Conciencia de abuso. Palabras amontonadas en la garganta. Felipe acordándose de la pana solo en campaña y Aznar vistiéndose de oveja. GAL, fondos reservados y Laos. Centenares de miles de personas excluidas de todo aquello.
El mundo pasaba en la tele y la vida frente al camión, la fresadora y la obra. Solo uno te hablaba. Solo a uno entendías. Solo a uno escuchabas. Jamás un silencio fue tan respetado en los barrios como el silencio de cuando salía Julio Anguita en la tele. Uno de los nuestros hablaba. La persona más fuerte con el corazón más débil. La voz de la conciencia colectiva de la izquierda. Ya nadie te hará callar y girarte así para ver la tele. Hoy estamos un poco más solos. Se va el mejor.
Qué pena más grande.
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