Una Constitución para el siglo XXI
El otro día, mientras tomaba un café en la estación antes de coger un tren, no pude evitar escuchar la conversación de dos jóvenes que estaban junto a mí en la barra. Uno de ellos le contaba al otro que se había apuntado a una academia para prepararse con tiempo unas oposiciones, no sé para qué puesto. Le parecía mejor que estudiar por su cuenta y sus padres le echaban una mano con las mensualidades. Le contaba al colega que lo que llevaba peor hasta el momento era estudiar la Constitución, que era “un ladrillo”. Estuve tentado de darme la vuelta y darle algún consejo a aquel muchacho. Al final no le dije nada, pero su comentario me acompañó durante el viaje.
Me di cuenta de que debería haberle preguntado por qué le parecía “un ladrillo”, ¿qué quería decir con esa expresión que no sonaba muy positiva? Es evidente que no se refería a su peso físico… Para aquel joven, la Constitución era un texto con el que ni conectaba ni se identificaba, pese a llevar, negro sobre blanco, los principios fundamentales por los que se rige nuestro país y también su propia vida y que todos debemos conocer para poder exigirlos y defenderlos.
Los socialistas lo venimos diciendo desde hace tiempo: tenemos que reformar la Constitución, entre otras cosas para adaptarla a los nuevos tiempos que vive nuestra sociedad, para corresponder a sus anhelos, que son diferentes a los de 1978. Hemos vivido muchísimos cambios en 38 años y debemos revitalizarla. Los humanos cumplimos años, aparecen las 'goteras' y tenemos que mejorar hábitos. Debemos hacer eso por ella, hay que mejorarle el tejado y reforzar sus cimientos y, como hace casi cuatro décadas, tiene que ser entre todos.
Desde el Partido Socialista llevamos años diciendo, a quien nos quiera escuchar, que tenemos que sentarnos, hablar, dialogar, consensuar una reforma constitucional que abarque tanto la parte social, como la política y la territorial. Tenemos que hacerlo entre todos, como la primera vez. En aquel momento se superaron muchas cosas que nos separaban y ahora debemos hacer el mismo ejercicio: salir de las respectivas zonas de confort que nos ponemos los partidos y hacer participar a la sociedad de lo enriquecedor que resulta el diálogo entre diferentes, pero que tienen un objetivo común para nuestra sociedad: lograr una reforma que sume, no que reste; que sea solidaria, participativa y que busque el bien colectivo.
Incluir y no excluir; amparar y no desamparar; permitir y no prohibir deben ser los verbos bajo los que debemos reunirnos para hacer de esta legislatura el ejemplo de que somos capaces de entendernos porque compartimos metas.
Este año, desde el Partido Socialista dedicamos el manifiesto conmemorativo precisamente a recordar que, gracias a la Constitución, se han garantizado los derechos y libertades, nuestro Estado social y la descentralización política con un satisfactorio resultado de convivencia e incremento del bienestar de los ciudadanos como nunca antes había vivido este país.
Recordamos también que la mitad de la población de nuestro país no participó en el referéndum de 1978. Muchos, como el joven de las oposiciones, ni siquiera habían nacido, pero viven en una España más rica, integrada en Europa y en el mundo y en las nuevas formas de comunicarse. Los españoles son ahora más plurales y tenemos que alentar sus ganas de participar y exigir un funcionamiento más eficaz de nuestras instituciones y el respeto a sus derechos y libertades.
Al igual que nuestro médico nos recomienda caminar más y usar menos el coche cuando tenemos el colesterol alto, los socialistas deseamos que otros partidos abandonen el inmovilismo y esas torres de cristal que les impiden dialogar con los que no piensan como ellos. Por mucho que se resistan son conscientes de que ha llegado el momento de reformar la Constitución. Nosotros demostramos nuestra generosidad cada día. Estamos dispuestos al diálogo y a tender puentes en vez de levantar muros, como explicamos en nuestro manifiesto. Y tenemos claro que lo queremos hacer con ilusión y esperanza, que es como abordamos siempre todos nuestros cometidos.
Nuestro querido país tiene retos muy importantes que abordar: la cohesión y la diversidad de los territorios, la modernización de nuestra economía, la lucha contra la desigualdad y las injusticias con ambiciosas políticas redistributivas, el envejecimiento de la población, etc., todo ello dentro de la Unión Europea, puesto que sin la dimensión europea, ante la extensión de la globalización, no se podrá responder eficazmente a dichos retos. Para que los ciudadanos tomen el control necesitamos más Europa, otra Europa.
A los partidos políticos nos toca sacar los apuntes, los rotuladores de colores y las ganas de hacer trabajo en grupo.
Y buena suerte al joven opositor.